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Jueves, 2 de junio de 2016

CINE › EL VECINO, NOTABLE OPUS 5 DEL REALIZADOR RUMANO RADU MUNTEAN

Otra mirada por la ventana indiscreta

Aunque hubo quien se apresuró a definirla como “un thriller psicológico”, nada hay de ese género en la película de Muntean, que presenta a un hombre ordinario en circunstancias extraordinarias y hace gala de un destacado trabajo de encuadres.

“¿Te gusta escuchar detrás de las puertas, no?”, le echa en cara el vecino del 2º piso a Sandu Patrascu, así como en La ventana indiscreta el hombre de enfrente le preguntaba a “Jeff” Jeffries qué quería de él. Ni Sandu ni Jeff tienen respuesta para dar. El héroe de Hitchcock, porque no es del todo consciente de aquello que lo mueve. El de Radu Muntean, no se sabe bien, porque sus razones permanecen en ese fuera de campo que es el detrás de la máscara. Sin duda que el dilema moral y hasta el propio nudo argumental de El vecino, opus 5 del realizador de Aquel martes de Navidad, son muy semejantes a los de la hiper obra maestra de Hitchcock (en algunos casos da la sensación de que con obra maestra no alcanza). A lo que hay que salirle al cruce es al slogan de que El vecino “es un thriller psicológico al estilo de Hitchcock”, que algún atolondrado se apresuró a chambonear y a la publicidad local se le ocurrió reproducir. El vecino no tiene nada de thriller, como no tiene nada de cine de género el cine rumano en su conjunto, y saldrá totalmente defraudado quien vaya en busca de eso. Lo que le interesa a Muntean no es tener al espectador en vilo sino, como en Boogie (2008) y Aquel martes de Navidad (2010), plantearle una situación que lo ponga en problemas.

También como en Hitchcock, Patrascu es un hombre ordinario en circunstancias extraordinarias. Pero, otra vez el juego de espejos entre ambos: de la ecuación, Hitchcock elegía narrar lo extraordinario; Muntean, lo ordinario. Como todo el cine rumano. Sandu vive con su esposa e hijo adolescente en un edificio post–Ceausescu, y lleva adelante con la esposa lo que con alguna exageración llama “sociedad comercial”, consistente en la gestión de todo tipo de trámites vinculados con el registro automotor. Un día como cualquier otro, cuando pasa por el segundo piso oye, desde uno de los departamentos, una pelea a gritos de una pareja, que incluye amenazas y violencia. Se para a escuchar, da la impresión de dudar si intervenir, en ese momento se asoma Vali, vecino del tercero, y Sandu se va. Unas horas más tarde la chica del segundo piso aparece muerta, un policía viene a interrogar a Sandu y éste niega haber oído nada. ¿Por qué lo hace? El mecanismo básico del film se ha puesto en funcionamiento. De aquí en más, a Patrascu se lo verá actuar, pero no sabremos qué lo mueve. Sólo puede conjeturarse.

Al mismo tiempo, un elemento colabora con la paranoia y es eso lo que llevó a algunos a empujar las cosas para el lado del thriller: Vali comienza a rondar a su vecino del piso de arriba. Ahora la situación remeda la de otro film de Hitchcock: Pacto siniestro, donde el patológico Bruno Antony no dejaba de acosar a su doble débil Guy Haines, una vez producidos los crímenes cruzados. Como Bruno, como una especie de Droopy preocupante, Vali empieza a aparecerse en todas partes. Sandu se asoma por la ventana y ahí está él. Llega a su casa y lo encuentra, después de haber arreglado la X–Box del hijo y haberse autoinvitado a almorzar. Más tarde quiere hacer la transferencia del auto, y el gestor tiene que ser Sandu sí o sí. Sandu descubre varias facturas impagas y el peso de la culpa lo lleva a pagarlas. La cosa se pone cada vez más espesa y, como suele suceder con lo reprimido, terminará por explotar como un vómito.

Muntean no filma lo reprimido sino la represión. Por eso sus encuadres son precisos, límpidos, calculados, como lo eran en Aquel martes de Navidad, otra historia de superficies ordenadas y caos subyacente. Como allí y como es prototípico del llamado Nuevo Cine Rumano en general, Muntean coloca la cámara siempre en la posición que le permite el mejor aprovechamiento de la escena, con la menor cantidad de cortes y sólo los movimientos imprescindibles. Esa elección hace que en cada escena el espectador se vea enfrentado a toda la situación, ignorando sin embargo todo aquello que no sea visible. Qué pasó con la chica, si la mataron o no. Si Vali es o no su asesino. Por qué calla Sandu. Lo que el espectador no puede ignorar, si está dispuesto a aceptar el reto, es qué haría él en esa situación. De eso tal vez trate en verdad El vecino. Así como la pregunta de Lars Thorwald en La ventana indiscreta quizás estuviera tan dirigida a “Jeff” Jeffries como, por elevación, a ese otro ser atrapado, después de haber pagado su entrada, en una silla llamada butaca.

8-EL VECINO

(Un etaj mai jos, Rumania/Francia/Suecia/Alemania, 2015)

Dirección: Radu Muntean

Guión: Alexandru Baciu, R. Muntean, Razvan Radulescu

Fotografía: Tudor Lucaciu

Duración: 93 minutos

Intérpretes: Teodor Corban, Iulian Postelnicu, Oxana Moravec, Ionut Bora.

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Muntean coloca la cámara siempre en la posición que le permite el mejor aprovechamiento de la escena.
 
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