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Miércoles, 28 de septiembre de 2005

CINE › DOCUMENTAL SOBRE EL ARTISTA PLASTICO

La crisis del 2001 según la visión de Ricardo Longhini

El realizador Alejandro Fernández Mouján abordó los ecos del estallido social a través del proceso creativo del escultor.

 Por Oscar Ranzani

El 20 de diciembre de 2001 marcó un quiebre no sólo en la vida institucional del país sino también en las distintas esferas de la sociedad argentina. Cuando sucedió el estallido en Plaza de Mayo, el artista plástico Ricardo Longhini salió a poner en práctica un viejo principio suyo: la combinación del arte con la política. Después de la conmoción generalizada, recogió de la Plaza de Mayo restos de baldosas que se arrojaron a la policía, cápsulas de gas lacrimógeno, cartuchos de escopeta y balas de goma, entre otros materiales. Y se puso manos a la obra. Este es el punto de partida de Espejo para cuando me pruebe el smoking, la nueva película de Alejandro Fernández Mouján quien, preocupado por lo que sucedía en la calle por esos días en que Fernando de la Rúa se despedía de la presidencia en helicóptero, decidió encarar “una reflexión” sobre esos sucesos.
–¿Qué es lo que resultaba más atractivo cinematográficamente de Longhini?
–Lo que me empezó a atraer mucho del trabajo fue poder hacer una reflexión acompañada con la cámara que, a la vez, también es una reflexión sobre mi trabajo. Todo lo referido a la obra, las posibilidades y dificultades que uno se encuentra perfectamente se pueden trasladar al campo cinematográfico con lo que es la creación. Hay una parte muy clara que él dice: “Esto se está convirtiendo en una especie de dogma donde yo no quiero meter ningún elemento que me ayude a lograr un efecto plástico”. Y a mí, con el documental me pasa lo mismo: intento tratar la materia lo más brutamente posible con todas las interferencias que pueda tener la realidad o lo que pase en el momento, sin recurrir al efecto para lograr un resultado, sino que el resultado va a ser lo que vaya apareciendo en esa situación concreta. De alguna manera, es una especie de dogma que tiene la película. Esa es una situación. Pero hay otras en las cuales a partir de la reflexión de él sobre la obra mientras va trabajando, yo empecé a darme cuenta mientras filmaba de que también era una reflexión que yo estaba aplicando a mi trabajo.
–En la película se puede observar la relación entre arte y política en la obra de Longhini. ¿Cómo piensa usted esa relación?
–Para mí es una relación que existe. Expresamente, a veces, la política no está presente, pero en el arte siempre hay una toma de posición: por la positiva o por la negativa, por querer expresar algo o no querer pero, de alguna manera, siempre hay una presencia de la cuestión política general. No hablo de la política cotidiana, sino de lo político como actividad del hombre de participar de esta sociedad. En ese sentido, creo que prácticamente se podría decir que todo tiene una intención política. Pero en ese caso concreto, la intención de él es muy concreta con respecto a la política. Es una intención de hablar a través de la obra de determinadas cosas, de solidarizarse con algunas situaciones, de meterse, tratar de participar y que esa obra sea parte de ese proceso.
–Sin ser una película que refiera muy directamente sobre el 19 y el 20 de diciembre de 2001, ¿se podría decir que se plantea como la respuesta de un artista frente a esos hechos?
–Sí, yo lo veo como una reflexión frente a ese hecho y es mostrar que, a través del arte, hay un tipo de reflexión sobre las cosas y hay objetos que se producen (en este caso, obras) que son parte de ese proceso y nos sirven a nosotros para reflexionar un poco sobre eso. Son como objetos de memoria que nos recuerdan y nos hacen presente ese momento.

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“Longhini se mete en la política con su obra”, dice Mouján.
 
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