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Viernes, 30 de septiembre de 2005

CINE › “HECHIZADA”, DE NORA EPHRON, CON NICOLE KIDMAN.

Una relectura posmoderna

Autoimposición: prohibido comenzar esta reseña con un comentario irónico sobre la falta de ideas en la Meca del Cine. Dicho lo cual, vale la pena aclarar que Hechizada no es una remake del famoso show televisivo de los ’60, sino una suerte de relectura posmoderna, sostenida, por supuesto, en el éxito de la franquicia original, un poco como ocurriera a su manera con The Brady Bunch Movie (1995, Betty Thomas) y Starsky & Hutch (2004, Todd Phillips). Pero si estos dos films lograban sus méritos partiendo de una sensibilidad desembozadamente paródica –la forma más sencilla de volver a visitar lo que, paso del tiempo mediante, se ha trasformado en objeto de remembranza y adoración kitsch– esta intentona por dar nueva vida a la historia de la brujita más famosa de la TV se acerca peligrosamente al desastre.
En el universo de Hechizada, la película, conviven la brujería real y la misma serie de televisión que dio origen al film, idea que pudo haber sido el punto de partida de una cohabitación intertextual –la ficción dentro de la ficción– con aristas interesantes. Isabel (Nicole Kidman) pertenece a una familia de hechiceros de larga data, pero desea abandonar la magia para transformarse en un ser humano común y silvestre: cocinar, enamorarse, tener un trabajo. La primera posibilidad que se le ofrece es, casualidades del cine, desempeñarse como actriz. Pero no interpretando cualquier papel, sino encarnando a la bruja Samantha en una nueva versión televisiva de la serie Hechizada, junto a un actor en picada de nombre Jack Wyatt (Will Ferrell). De quien lógicamente terminará enamorándose. Y viceversa.
Quizás el mayor de los problemas radique en la idea de trasladar los personajes de una sitcom al terreno del largometraje, dos universos con características muy disímiles. En particular cuando la realizadora y guionista Nora Ephron (Sintonía de amor, Tienes un email) toma a los dos personajes centrales de la tira original –la clase de matrimonio estándar que inundaba la televisión norteamericana por esos años, de Yo amo a Lucy a Los Picapiedras– y los incrusta en una estructura de comedia romántica que a todas luces les resulta extraña y forzada. Las consecuencias tienen tan poca gracia y atractivo que terminan resultando dolorosas, en particular teniendo en cuenta los talentos involucrados.
Por allí andan Michael Caine y Shirley MacLaine, como el padre de Isabel en la vida real y la madre de Samantha en la ficción, respectivamente. Pero ni ellos ni los protagonistas parecen poder darle algo de vida a una película que los obliga a comportarse como autómatas, respondiendo mecánicamente a las obligaciones impuestas por el guión. Un par de buenos gags y el saludable histrionismo de Ferrell en algunas secuencias –que parecen, a su vez, trasplantadas de otra película más libre y divertida– no logran rescatar a Hechizada de la lista de escarnios a los clásicos del cine y la televisión, que se agiganta día a día.

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