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Jueves, 20 de octubre de 2005

CINE › UNA MILITANTE DE H.I.J.O.S. Y LA PROTAGONISTA DEL FILM CONVERSAN SOBRE “CAUTIVA”

“Hay toda una generación en juego”

María Gracia Iglesias, de H.I.J.O.S., entrevista a la actriz Bárbara Lombardo, protagonista de Cautiva, la película del debutante Gastón Biraben. Juntas revisan la restitución de identidad a hijos de desaparecidos apropiados durante la dictadura militar y comentan el film.

 Por Julián Gorodischer

Se encuentran en un bar, desconfían una de la otra, se miran de reojo, se estudian con disimulo, son parcas al principio; luego se relajan y dejan al cronista afuera, tal como estaba previsto: entregadas a una conversación privada que se espía, o una entrevista vulnerada. Es preferible que sea María Gracia Iglesias, psicóloga y militante de la agrupación H.I.J.O.S., la que se encargue de conversar con la actriz Bárbara Lombardo, protagonista de la película Cautiva que se estrena hoy. La noche anterior, María Gracia se dispone a ver la película de Gastón Biraben, director argentino emigrado a los Estados Unidos, con un entusiasmo poco común; ella trabaja con jóvenes apropiados en la dictadura durante las 24 horas del día, investigando su paradero desde la agrupación H.I.J.O.S. o la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), ayudándolos a que asuman una nueva familia; vio quince veces otros films sobre restitución de la identidad como Nietos, de Benjamín Avila, o Hijos, el alma en dos, de Carmen Guarini, y siempre recibe ansiosa una nueva versión. Cuando la película termina, el pacto es no adelantar ni juicio ni interpretación. El chorro se desaguará al día siguiente, frente a Bárbara y el cronista, voluntariamente enmudecido ante dos mujeres ligadas por un tema: la restitución de identidad a los chicos apropiados durante la dictadura.
Cautiva, la película que dispara el debate, personaliza el conflicto en la figura de Sofía (Bárbara Lombardo, ex Resistiré, Los Roldán y Doble vida). Omite la intervención de los organismos de derechos humanos, narra como en un thriller estadounidense pero lo fusiona con el tono de un manual pedagógico sobre víctimas y verdugos. Su quiebre será recreado como un shock, cuando sea separada de su familia apropiadora de modo violento y por la fuerza, en imágenes que podrían llevar a pensar que “los que le hacen daño a la chica son el juez y los organismos de derechos humanos –se queja María Gracia Iglesias–, cuando en realidad son ellos mismos los que devuelven la identidad a las personas hablándoles de su verdad”. Se destaca, en una trama con algunos clichés, la intervención de Bárbara Lombardo, como una quinceañera frágil al principio, y agravando su furia contenida llegando al clímax en la escena de confrontación con su padre apropiador, comisario de la maldita policía. “Sofía va tomando fuerza –describe la actriz, que se inició en la actuación con esta película filmada en 2001 y 2002– en la búsqueda de su identidad, viendo la verdad de a poco, encabezando su propia pesquisa...”. Ahora, María Gracia es la que pregunta y opina, decidida a distanciarse de las aristas “peligrosas” de un guión que también genera en Bárbara Lombardo algunas dudas. Pero, después, abrazada a su entrevistada para la foto que ilustra esta nota, algo conmovida por haber escuchado a la actriz hablar de su orfandad, dirá: “¡Hubo onda!”.
María Gracia Iglesias: –Me quedé pensando mucho después de ver Cautiva; soñé con vos. Cuando veo a Sofía, tu personaje, veo a una persona que sufre mucho. Me hace acordar a una chica a la que nosotros le restituimos la identidad desde H.I.J.O.S., con esa misma cara de perdida, de no saber... Pude sentir esa duda sobre quién eras, sobre qué querías, adónde ibas. Pero te veía muy sola. Me parece que falta alguien que te apuntale en esa búsqueda. Me gustaría saber si vos, Bárbara, habías podido vivenciar ese drama de no saber quién eras...
Bárbara Lombardo: –Yo sentía que tenía algo terriblemente doloroso adentro mío, muy profundo. No tuve una infancia fácil; mi padre murió cuando tenía cuatro años. Me crié en un ambiente particular, con toda la familia paterna dispersada por el país. Recién ahora acabo de reencontrarme con mis primos en Mendoza, pero antes viví mucha soledad familiar. Por suerte hice mucha terapia, y pude revisarme y articular con ese dolor, que es un diamante si se puede sacar de adentro de una. Y yo sentía que tenía que sacar, sacar, sacar...

Ninguna estaría tan sola
M. G. I.: –Bárbara, me moviliza mucho saber que sentiste profundamente el personaje, tomando algo personal. Y se nota que la actriz, detrás de Sofía, es alguien que está reconstruyéndose a la vez. Cuando vi la película venía dispuesta a decirte, como chiste, que para mí era más fácil hablar con vos de Resistiré. Este tema es muy complicado y una siempre está esperando algo más.
B. L.: –Si no hay un dolor profundo no se puede contar un personaje así. Todo proceso creativo tiene una muerte para que se dé un nacimiento. Confío mucho en los momentos de incertidumbre para, sólo desde allí, vislumbrar una luz y poder resolver algo. Me pone muy contenta que te hayas emocionado con la película y que me digas que puede pasar algo similar.
M. G. I.: –Bueno, en realidad yo me emocioné mucho con tu personaje, pero siento que ninguna chica estaría tan sola como se ve en la película. A tu personaje le restituyen la identidad al revés: primero le hacen el análisis de ADN, y en la realidad se respetan más los tiempos de las personas. Es cierto que la primera reacción es la huida, pero nunca hay que mentir (como sucede en Cautiva) para hacerles un ADN. Siempre hay que manejarse con la verdad. No la falseamos bajo ningún concepto.
B. L.: –A mí también hay cosas de Cautiva que me hicieron ruido. Tal vez habría que haberse adaptado a la resolución de los hechos en la vida real. Yo misma eliminé muchísimos textos, le decía al director que no podía hablar, que el dolor era tan grande que no admitía palabras. Por momentos el punto de vista era muy cursi, muy naïf. ¿Esa chica nunca tuvo información... de nada?

La identidad es social
M. G. I.: –Esta película se olvidó de los organismos de derechos humanos; no participan ni las Abuelas de Plaza de Mayo. En la vida real el juez llega a la información sólo porque las Abuelas se la dan, ocupando un papel central que no se menciona en Cautiva. Me da la sensación de que quisieron enfocarlo desde Sofía en sí misma, pero la identidad no sólo es individual; es familiar y es social. Por momentos, me parecía una continuación de La historia oficial...
B.L.: –No sé, se lo tendrías que preguntar al director. El tenía muy en claro qué quería, y lo respetó.
M.G.I.: –Para mí él investigó mucho, pero tocó todos los temas posibles sin profundizar. No se pueden personificar tantos temas en un solo personaje: el caso de Sofía reúne todos los obstáculos posibles en el plano de la restitución de identidad. Lo que me emocionó es cuando le fuiste a dar la última discusión a los apropiadores: siempre sucede ese reclamo de por qué mintieron.
B. L.: –Me tiré a una pileta que no sabía si estaba llena. Y me acuerdo de otra escena importante: el encuentro con la psicóloga. Sofía siente que todos le mintieron y le pregunta también a la psicóloga si la va a traicionar... y yo sentí aire en el pecho, como si me doliera.
M. G. I.: –Lo que quiero redondear es que Sofía no sólo es mentida sobre su identidad sino también sobre la historia argentina del ’76 al ’83. A un solo personaje se le atribuyó no saber quién era, no saber nada de la historia argentina, no tener quién la contuviera.... Fijate, por lo contrario, en el caso de Victoria Donda, la primera hermana restituida desde H.I.J..O.S., criada por un militar: para ella no todo era blanco o negro. Tenía conocimiento de la historia argentina, sabía lo que había pasado y, paradójicamente, tenía una postura a favor de los desaparecidos. La información que manejamos no nos llega solamente de parte de la familia...

Vuelven en sueños
M. G. I.: –Cuando nosotros restituimos la identidad aparecen recuerdos de los cinco meses que se vuelven sueños y ayudan a reconstruir la historia de los padres. Me da la sensación de que a Sofía le faltaba tener algún gris en la búsqueda de su identidad.
B. L.: –La verdad se ve de a poco, cuando cada uno se hace cargo de la pesquisa. Muy de a poquito mi personaje va incorporando a su abuela, la llama Nana..., descubre su voluntad de saber la verdad.
M. G. I.: –Entre las cosas más interesantes que tiene la historia argentina, está el hecho de haber juntado a gente generacionalmente unida por las mismas experiencias. Todos tenemos algo que ver con el tema: hay gente que nació en el ’86 y se presenta a la Conadi diciendo que es hija de desaparecidos... Eso te demuestra que hay un hueco social: mientras haya una sola persona que dude sobre su identidad es toda una generación la que se pone en juego. Para mí toda persona que nació desde el ’76 al ’83 es posible hija de desaparecidos porque la documentación en muchos casos era falsa.
B. L.: –La marca generacional se observa en la ignorancia: no se educó en el colegio lo suficiente, no se ha generado una conciencia social sobre el tema. Hay mucha cosa sin resolver y sin revisar. Recién cuando ya sos grande, cada uno por voluntad propia va averiguando qué sucedió.

Angustia profunda
M. G. I.: –Tuve una sensación rara al ver Cautiva, tal vez porque mis 24 horas están dedicadas al tema. Al principio de la película sentí que los malos éramos nosotros; decía: ¿por qué le están haciendo esto a esta pobre chica? Pensé que la gente que no está muy metida en el tema puede interpretar que los que les estamos haciendo daño somos nosotros cuando en realidad nosotros estamos devolviendo la identidad a las personas, hablando de su verdad.
B. L.: –Es la mirada de un autor...
M. G. I.: –Pero a mí me preocupa más allá de la obra del autor, y en el sentido de que ése es un típico pensamiento argentino. Cuando planteamos el debate del ADN obligatorio, para que la decisión sobre quién uno es deje de ser individual, todo el mundo se puso en el lugar del pobrecito, con todo lo que le pasó. Es un pensamiento muy argentino el de bregar por el silencio, por no hablar del tema.
B. L.: –A mí no tener a mi papá me llevó a sentir una angustia profunda, una tristeza constante a través de los años. Y que quede claro que no me estoy comparando.
M. G. I.: –No tuve esa carencia, pero siempre es relativo pensarse afuera de ese drama. En realidad a todos esto nos ha llegado: tenemos un amigo, un conocido, un primo. En algún punto, somos una generación tocada. Todos estamos abarcados.

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María Gracia y Bárbara frente a frente en un diálogo que no elude las críticas a la película.
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