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Jueves, 6 de diciembre de 2007

CINE › “UN POGROM EN BUENOS AIRES”, DOCUMENTAL DE HERMAN SZWARCBART

Relato sobre la desmemoria nacional

En su ópera prima, Herman Szwarcbart investiga uno de los mayores brotes de antisemitismo que hayan tenido lugar en la Argentina: la poco difundida “caza al ruso” que grupos de ultraderecha emprendieron durante la Semana Trágica.

 Por Horacio Bernades

De modo natural, sin proponérselo como programa, en los últimos años el cine argentino ha venido armando, como un rompecabezas, la memoria de la comunidad judía en el país. Primero fue Legado (V. Imar y M. Trotta, 2004), que reconstruía la primera oleada inmigratoria de ese origen, establecida hacia fines del siglo XIX en el Litoral: la de los famosos “gauchos judíos”. Hace unos meses, Hacer patria (D. Blaustein, 2007) se ocupaba –desde la perspectiva de su propia familia– de la segunda ola, que a comienzos del siguiente siglo trajo hasta las grandes ciudades decenas de miles de inmigrantes. Ahora, en diálogo –seguramente no buscado ni previsto– con el film de Blaustein, Un pogrom en Buenos Aires investiga una de las mayores eclosiones de antisemitismo que hayan tenido lugar en la Argentina: la “caza al ruso” que grupos de ultraderecha emprendieron, en el marco de la Semana Trágica, en enero de 1919. A partir de allí, Un pogrom... echa luz sobre otros aspectos de la vida comunitaria y nacional, que incluyen tanto la tradicional desmemoria, como querellas y traiciones en el seno de la propia colectividad.

Si en La TV y yo Andrés Di Tella se propuso narrar la historia de la televisión en Argentina y terminó contando la de su familia, Un pogrom en Buenos Aires puede ser vista como su imagen en espejo. Licenciado en Ciencias Exactas, Herman Szwarcbart decidió que su primera película sería la historia del abuelo Zelko, que, huyendo de los pogroms y el servicio militar en Polonia, se radicó en Buenos Aires en la segunda década del siglo XX y tiene al día de hoy 95 años. Al dar con un libro que narraba la “caza de judíos” de 1919, lo que estaba al fondo pasó al centro, desplazando a su costado la historia principal. Testimonio de ese movimiento es la versión de Un pogrom... que Szwarcbart presentó, en abril pasado, en la competencia argentina del último Bafici. Si esa versión parecía en busca de una identidad aún dividida, esta que se estrena ahora reconoce ya como eje el que su título indica, quedando la historia del abuelo como bisagra hacia temas mayores: el desamparo del inmigrante, su condición también dividida y las propias divisiones y batallas, en el seno de la comunidad de pertenencia.

Pero Un pogrom en Buenos Aires testimonia a la vez la desmemoria nacional, materializada en los agujeros de la historia, en la falta de archivos o su estado de abandono. Una vez más, como en Yo no sé qué me han hecho tus ojos, Los próximos pasados y M, el documentalista deberá comportarse como detective privado, luchando a brazo partido y a solas, en busca de una verdad que se le resiste o le niegan. Hay diferencias: si en Los próximos pasados y M ese combate desigual llega a adquirir rasgos de quimera, en Un pogrom en Buenos Aires Szwarcbart encuentra más de un aliado en el camino, revelando que tal vez la memoria judía en la Argentina no tenga tantos interesados en su aniquilación. Ya se trate del escritor Eliahu Toker como el sociólogo Leonardo Senkman, de alguien en condiciones de traducir del idisch un texto casi secreto y hasta el bibliotecario que pone la suficiente voluntad como para hallar, en un estante, cierta edición perdida y polvorienta, todos colaboran en armar una malla de protección de la memoria.

Como todos los documentales mencionados, el gran acierto expositivo de Un pogrom... es convertir al espectador en partícipe de esta búsqueda de la verdad por parte del director-aventurero, narrando paso a paso el recorrido del living familiar a la biblioteca de IWO, de las páginas de Di Presse o Avangard a un par de obras de teatro de Samuel Eichelbaum, de la famosa foto de aquellos petiteros de canotier (trepados a un Ford-T, con custodia policial armada, listos para ir a la caza de sospechosos durante la Semana Trágica) a la lectura de dos testimonios clave, que Szwarcbart presenta en el marco de una reconstrucción de época. Confrontación central de la película, esos textos son Koshmar (Pesadilla), crónica que el judío socialista Pinie Wald, lanzado a la calle durante la represión, hizo de la persecución y asesinato (y que recién en los años ’80 se tradujo del idisch al castellano) y Una semana de holgorio, donde el cajetilla Arturo Cancela se ríe y festeja todo eso.

Quedan allí dibujadas dos Argentinas, una de perseguidos y otra de perseguidores, y no da la impresión de que proyectarlas en el tiempo, hasta décadas más recientes, sea propio de mentalidades conspirativas o febriles. De modo semejante, bastaría con superponer los testimonios sobre cierta dirigencia local, lamiendo las botas de los verdugos, con aquellos otros sobre genuflexiones semejantes bajo el nazismo, para que surja, en escorzo, una misma figura trágica y mítica, parecería que profundamente enquistada: la del traidor a los suyos.

7-UN POGROM EN BUENOS AIRES

Argentina, 2007.

Dirección y guión: Herman Szwarcbart.

Fotografía: Mariano Monti.

Montaje: Alejandra Almirón.

Estreno de hoy en los cines Cosmos y Malba.

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El documentalista se comporta como una suerte de detective privado.
 
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