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Jueves, 10 de enero de 2008

CINE › “JUEGO MACABRO”

Luces y sombras del teatro filmado

La película, que tiene director, guionista y actores de sólido prestigio, luce como un juego cargado de dramatismo.

 Por Diego Brodersen

Juego macabro se presenta como la típica asociación de talentos del cine y el teatro británicos: dos actores de primera línea aunque de diferentes generaciones (Michael Caine y Jude Law), un realizador con una larga trayectoria actoral y un puñado de largometrajes como director (Kenneth Branagh), un guionista de lujo en la forma del dramaturgo Harold Pinter y una pieza teatral que ya tuvo una adaptación cinematográfica previa. Por otro lado, los nombres y referencias cruzadas son múltiples: Anthony Shaffer, el autor de la obra original Sleuth, ostenta en su curriculum varios títulos nobiliarios como guionista, entre otros Frenesí, del mismísimo Hitchcock, The Wicker Man, el clásico del horror inglés revisitado recientemente, y un par de films basados en novelas de Agatha Christie bastante populares en los años ’70. Todo un especialista en relatos de suspenso y crímenes de diversa calaña. Finalmente, Michael Caine vuelve a terreno conocido ya que había participado de Juego mortal (1972), la primera adaptación a la pantalla grande de esta obra, que supuso el canto de cisne para el realizador Joseph L. Mankiewicz.

Caine vuelve, es cierto, aunque no repitiendo el rol del joven Milo sino, más de tres décadas después, tomando en sus manos el papel del veterano escritor Andrew Wyke (en la versión de 1972 este último rol fue interpretado por Sir Laurence Olivier). Sin embargo, la historia es fundamentalmente la misma en todos los casos. El autor de novelas policiales A. Wyke, abandonado recientemente por su esposa, invita a su mansión a Milo Tindle, muchacho que, no casualmente, mantiene una relación amorosa con la mujer en cuestión. A partir de ese momento comienza una serie de enfrentamientos y sometimientos, tanto verbales como físicos, entre los dos contendientes, donde la representación y el “make believe” (hacer creer) van escalando en una espiral de violencia de inesperadas consecuencias. Allí radica la gracia del relato, en el hecho de que el espectador nunca sabe a ciencia cierta qué es mentira y qué es verdad, cuándo los personajes se sinceran, si es que tal cosa ocurre realmente en algún momento. Los diálogos no esconden metáforas sociales o políticas de tipo alguno –más allá de la diferencia de clase entre ambos–, por lo que la situación central podría reducirse al enfrentamiento entre dos machos alfa, donde la tenencia de la hembra es apenas una excusa.

¿Qué novedades ofrece Juego macabro respecto de la pieza original y la versión fílmica anterior? Muchas del tipo epidérmico, comenzando por una duración de menos de 90 minutos (una ganga si se los compara con las dos horas y veinte minutos de 1972). La tecnología aplicada es otro de los elementos que aggiornan el relato, con un énfasis en el uso de las cámaras de vigilancia que, por momentos, recuerda a Gran Hermano. Por supuesto, la presencia de Pinter en el desarrollo del guión reelabora los diálogos originales incorporando entre línea y línea ese cinismo burlón tan british típico del autor de El portero. Hay algunas otras diferencias puntuales que no conviene anticipar aquí para no atentar contra la posibilidad de la sorpresa. Como ocurriera en la película de 1972, el equipo de diseño optó por una escenografía modernista, un barroquismo de líneas, luces y colores primarios que acapara gran parte de la atención del espectador, quizá como un contrapeso visual a la teatralidad de todo el asunto.

Juego macabro es teatro filmado y no pretende ser otra cosa, mucho menos una reflexión sobre las relaciones entre las tablas y la pantalla. A diferencia de lo que ocurría en la versión de Mankiewicz, Branagh intenta opacar esa teatralidad con posiciones de cámara algo forzadas y un exceso de primeros planos, reduciendo irónicamente el impacto de los diálogos. El resto es un trabajo solvente de los dos únicos histriones de la película que, al menos, parecen divertirse bastante con los cambios de vestuario psicológico que propone la trama.

6-JUEGO MACABRO

(Sleuth, Estados Unidos, 2007)

Dirección: Kenneth Branagh.

Guión: Harold Pinter.

Fotografía: Haris Zambarloukos.

Montaje: Neil Farrell.

Música: Patrick Doyle.

Intérpretes: Michael Caine y Jude Law.

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Juego macabro va escalando en una espiral de violencia de inesperadas consecuencias.
 
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