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Domingo, 13 de abril de 2008

CINE › ESTHER ROBINSON Y LA HISTORIA DEL AMANTE DE ANDY WARHOL

Al rescate de un actor de reparto

A Walk into the Sea: Danny Williams and the Warhol Factory es un documental íntimo que descubre el valor del trabajo filmográfico del creador de la pionera puesta de luces para los conciertos de The Velvet Underground.

 Por Roque Casciero

Danny Williams desapareció una noche de 1966, cuando ya se había alejado de su ex amante, Andy Warhol, y de la vida en la Factory. El auto de Williams fue encontrado a la orilla del mar, pero nunca hubo un certificado de defunción, porque no había cuerpo para declararlo muerto. Pero lo más extraño fue que su nombre también fue prácticamente borrado de la historia de esa usina de creatividad en la que el artista plástico manejaba los hilos. En los Diarios de Warhol y en cualquier recuento sobre esos días, la mención para Williams siempre era la de un actor de reparto: “un electricista”, decían de él los otros involucrados en la escena. Su familia tampoco hablaba demasiado sobre Danny, entre otras cosas por el tabú de la homosexualidad en esa época. Pero un día Esther Robinson, sobrina de Williams, se enteró de que existían cortos filmados por su tío y empezó a indagar.

Cuando finalmente pudo ver esas imágenes, descubrió que tenía que hacer una película para preguntarse en voz alta quién había sido ese muchacho. Así surgió A Walk Into The Sea: Danny Williams and the Warhol Factory, un documental íntimo y sobrecogedor en el que se descubre el valor del trabajo filmográfico de Williams y que fue el creador de la pionera puesta de luces estroboscópicas para los conciertos de The Velvet Underground. Pero hay más en la película, que escucha todas las respuestas a mano para la pregunta de quién era Williams y que, finalmente, no encuentra certezas sino que plantea nuevos cuestionamientos.

“Siempre que se hace una película que involucra a Andy Warhol, termina siendo sobre él: no quería eso, quería hacer una película sobre Danny Williams”, explica Robinson, quien había trabajado como productora pero nunca como cineasta. “Por eso, la única persona en la que podía confiar para contar la historia como yo pensaba que debía ser contada era yo misma (se ríe). Por otra parte, mi conexión con Danny hacía que la gente a la que entrevisté se abriera de una forma que no habría sucedido con otros. Por eso la película no se parece a otras sobre esa era.” Lo extraño es que, en su propósito de no centrarse en Warhol, el largometraje terminó brindando uno de los retratos más realistas y humanos del artista plástico y cineasta. Robinson lo explica con una analogía: “Cuando vas a la escuela de cine te dan una clase en la que prenden una luz y la apuntan sobre una piedra: si ponen la luz cenital, la piedra parece lisa; si la ponen de costado, se pueden ver todos los picos y valles que tiene. Y como yo no quería hacer una película sobre Andy Warhol, puse la luz de costado”.

–La película muestra a dos grupos de personas sin conexión entre sí fuera de Danny: su familia y la gente de la Factory, que es como la familia disfuncional que se buscó.

–Muchos artistas tienen que dejar a su familia y buscarse otra, que será la que determinará su trabajo. Si te encontrás con gente que te apoya por lo que sos y lo que hacés, ésa es tu familia. Y sobre todo en los ’60, si eras gay, esa segunda familia no tenía contacto con la primera, porque los integrantes de tu primera familia no podían conocerte de verdad. Pero en el caso de Danny, su segunda familia no fue demasiado amable.

–¿Fue difícil para usted tratar de sacar a la luz una historia callada en su propia familia?

–¡Fue horrible! Bueno, al principio, después encontramos un ritmo. Lo más difícil fue empezar y reconocer que cuando en tu familia te entrenan para no hacer preguntas sobre algo, simplemente no las hacés. Se hizo duro con mi abuela, a quien adoro. Ella tiene una personalidad muy fuerte y conserva muchos conflictos acerca de ese momento. No quería lastimarla, pero sentía que para contar la historia de Danny, ella tenía que hablar.

–En la película, la gente de la Factory parece continuar las discusiones de hace cuarenta años.

–Es verdad. Eso me provocó mucha compasión, porque es un legado terrible ser parte de la Factory de Warhol. Imaginá que tenés 20 años, nunca vas a ser más sexy ni a tener más energía, hacés un montón de trabajo, conocés a mucha gente y tenés un experiencia formativa increíble en un lugar como la Factory. Pero después, todo lo que hiciste en esa época quedará pegado al nombre de Andy Warhol y para el resto de tu vida la gente se te va a acercar sólo para hablar de Warhol. Es muy deprimente. Yo los comparo con un bosque que fue azotado por el viento: cada árbol se dobló para un lado distinto, pero ninguno quedó derecho.

–Pero la banda The Velvet Underground, a quien su tío filmó, logró salir bastante bien parada de la esfera Warhol.

–La diferencia es que ellos entraron a la Factory con una identidad establecida como artistas y salieron del mismo modo. Por eso John Cale y Lou Reed siempre hablan de Warhol con calidez y cariño. Cale es la única persona a la que entrevisté que recordaba haber sido feliz. Pero todos lo eran, aunque su perspectiva haya cambiado con el tiempo. El mayor legado de las películas de Danny es que pudo capturar la complejidad de ser feliz y de tener un lado oscuro al mismo tiempo. En las películas se ve a gente feliz, a gente luchando, mientras que en las películas de Warhol las imágenes son más teatrales, menos humanas.

* A Walk into the Sea se exhibirá hoy a 14.15 en Hoyts 8 y mañana a las 19 en la Alianza Francesa. Los cortos mudos de Danny Williams (Factory, Harold Stevenson 1 & 2, Trips & parties y The Velvet Underground rehearses) se verán hoy a las 12.45 en Hoyts 11 y el domingo a las 14.45 en el CC Recoleta.

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Esther Robinson decidió dar luz la figura de su tío Danny Williams.
Imagen: Alejandro Leiva
 
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