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Martes, 23 de abril de 2013

PLASTICA › SOBRE UNA PINTURA ENIGMáTICA

Arquitecturas y humanismo

 Por Fabián Lebenglik

La obsesiva obra de Roberto Aizenberg (1928-1996) se construye alrededor de la destilación de sueños y pesadillas. Las figuras y colores aparecen incrustados en un espacio sin tiempo, detrás del cual se evoca un eco entre metafísico y religioso. Varias veces Aizenberg utiliza como modelo de sus figuras libros de medicina, modas y deportes del siglo XIX. Ese anacronismo se combina con elementos y técnicas de su propio presente hasta conseguir una certeza paradójica: mientras más seguro parece el artista, más misteriosa y enigmática se percibe su obra. Pero la certeza no es sólo cuestión de imagen sino también de construcción, estructura, composición, técnica. Su producción irradia una rara severidad que apasionó a varios de sus discípulos y seguidores jóvenes.

La combinación de racionalidad y cábala, de sueño y metafísica, ejerce un magnetismo fuerte para el que mira, porque se hace visible la conmoción contenida de las obras. Uno de los elementos centrales de su pintura es la construcción y el monumento. Hay un poder evocativo en esas arquitecturas, porque son emblemas de lo urbano, de lo sagrado en lo cotidiano, de cierta nostalgia de un humanismo perdido. Las construcciones de Aizenberg se levantan solitarias, casi en estado de asfixia en la escala y el espacio que le tocó en suerte. Poco a poco la concepción arquitectónica fue llevando al artista a la relación ineludible (quizá inevitable) con la figura humana, como si los encuentros y desencuentros entre el hombre y la arquitectura fueran el resultado de sucesivas citas a ciegas aleatoriamente fallidas o exitosas. La arquitectura en la obra de Aizenberg es fundamentalmente una relación entre la concepción plástica y la humanista. Pero al mismo tiempo el rastro urbano resulta amenazante y parece poner en peligro a sus personajes. “Todo lo que existe debe ser pintado como un enigma –decía R.A.–, ya que el arte como pura metafísica plantea enigmas facilísimos e insolubles a los hombres que creen saber todo.”

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Aizenberg y Nicolás Guagnini. Foto de Julio Grinblatt.
 
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