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Miércoles, 6 de enero de 2010

DISCOS › DESARREGLOS, EL NUEVO DISCO DE MARIANO OTERO

Un noneto de altísimo vuelo

El disco fue pensado como homenaje a Walter Malosetti, pero va mucho más allá de la “respetuosa lectura” o la mirada esperable. Con una formación sorprendente y un abordaje original, Otero y su grupo construyen una obra sencillamente imperdible.

 Por Diego Fischerman

Un homenaje puede ser un lugar bastante cómodo para no decir nada nuevo. Ya se sabe: abundan y se rinde tributo a todo el mundo. En cualquier momento podría aparecer una banda haciéndole una ofrenda a su guitarrista (vivo) o, incluso, lo contrario. Y un homenaje puede ser, también, una operación de relectura, un compromiso y, sobre todo, una manera de poner en primer plano algunas músicas poco frecuentes. La idea de mirar a Walter Malosetti o a su música (“que podrían ser lo mismo”, apunta el contrabajista Mariano Otero) fue de Adrián Iaies, en su faceta de director del Festival de Buenos Aires. En 2008 encargó a Otero un concierto que le estuviera dedicado al gran guitarrista y maestro. Y a fines de 2009 el proyecto llegó al disco.

Más allá de la propia importancia de esas dos cuestiones –que un festival encargue un proyecto y que el disco sea publicado (por Sony, lo que no es un dato menor)–, Desarreglos, el brillante nuevo disco de Otero, muestra su inteligencia ya desde la conformación instrumental elegida. Es el tributo a un guitarrista pero allí no hay guitarra, salvo la del homenajeado, que participa como invitado en un tema propio, “Pappo’s blues” (otro homenaje). Una trompeta (Juan Cruz de Urquiza), un trombón (Juan Canosa), una fila de cuatro saxos (Ramiro Flores, Rodrigo Domínguez, Bernardo Monk y Martín Pantyrer), piano (Francisco Lovuolo), batería (Oscar Giunta) y el contrabajo de Otero construyen una materia dúctil, que va del sonido compacto y del poderoso efecto de conjunto de “El maestro”, a la sutileza en las texturas de “Avellaneda”. El estilo del noneto remite, además, a la tradición mingusiana: la banda como una especie de caldo colectivo del que emergían los solos. En ese sentido, el grupo es una buena muestra del nivel del jazz argentino, no sólo con un alto nivel técnico sino, también, con originalidad y estéticas propias. Lovuolo, Domínguez, Urquiza, Flores, Canosa y el propio Otero ofrecen, a lo largo del disco, desarrollos de alto vuelo a las ideas planteadas por la banda.

Desarreglos tiene, por otra parte, una unidad notable que no está dada tanto por la referencia a Malosetti como por la coherencia estilística. A pesar de las fuertes personalidades de sus músicos –o tal vez por eso– el grupo no suena a una colección de estilos dispersos. Y el hecho de que se trate de un homenaje a alguien “de afuera” la pone en situación de alerta y la sitúa ante un fondo estético en que el swing liviano, hasta zumbón del maestro, termina contagiando lo que cada uno de los solistas hace. El disco se suma a La palabra kilómetros, de Ernesto Jodos y Carlos Casazza, y Homenaje, del trío de Paula Shocrón (otro tributo, en este caso al pianista Andrew Hill) para conformar la lista de ediciones del año pasado realizadas por Sony con músicos argentinos de jazz. Como en los otros casos, a la música se suma una excelente presentación. Pero, sobre todo, lo que une a estos discos es la articulación de conceptos claros. En ninguno de los casos –ni en el disco de Jodos editado el año anterior– se trata de una mera sucesión de temas ni, mucho menos, de meros pretextos para zapadas interminables. Y es que si el género, en este momento, goza de buena salud es, obviamente, por el nivel de muchos de sus músicos pero, sobre todo, por la originalidad e interés de sus propuestas.

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El disco de Otero surgió de un encargo de Adrián Iaies, director del Festival de Buenos Aires en 2008.
 
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