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Miércoles, 14 de julio de 2010

DISCOS

Lanzamientos

7-Scream

Ozzy Osbourne. Sony

A esta altura, ¿acaso se le va a exigir a Ozzy que se ponga a versionar a Los Niños Cantores de Viena? Claro que no. Del amo del heavy más oscuro se espera esto: guitarras hirientes (ya no en manos de Zakk Wylde, sino a cargo del griego Gus G), baterías machacantes y sonidos densos, arrastrados, que calzan como anillo al dedo de esa voz inconfundible, inimitable, que vuelve a inquietar con cosas como “Crucify”, “Latimer’s Mercy” o la demolición inicial de “Let It Die”. Y que cierra con una coda que remite a su latiguillo más célebre: “I Love You All”. Imposible no quererlo. E. F.

8-El río

Fantasmagoria. Bingo Records, 2010.

Siete años después de su último disco, Fantasmagoria reaparece con relatos post-apocalípticos. O, al menos, con imágenes devengadas del post-apocalipsis de Gori. Alguaciles, taxis y medias de nylon conviven en una inundación de canciones reflexivas, entre cuerdas y teclas livianas pero precisas. En “Me vuelvo a levantar” hay baile, en “Del otro lado del espejo” psicodelia, “Fósforos mojados” es un simpático rockito y bueno, está la efectiva “Medias de nylon”, un ensayo porno soft con el nuevo tecladista, Sebastián Volco, en perfecto ensamble. L. P.

8-Together

The New Pornographers. Matador, 2010.

Es una banda canadiense, sí, pero que podría ser inscripta en la escuela del mejor beat pop inglés: melodías que se desvanecen, paseos de cuerdas y teclas que resuelven para lugares no habituales y unas voces fabulosas, angustiantes pero tan, tan pop. Con el agregado psicodélico sintetizado en letras laberínticas y algo tan simple como silbidos, “Crash Years” y “Silver Jenny Dollar” son deliciosas, pero en este quinto disco de la banda de A.C. Newman aparece otra docena de temas mágicos (aunque cerebrales) en la voz policromática de Neko Case. L. P.

8-Alfredo Le Pera

Horacio Molina. DBN

Alfredo Lepera tuvo en su momento un intérprete insuperable: Carlos Gardel. Pero a 75 años del trágico accidente en Medellín que le costó la vida, el poeta encontró por fin una voz que parece modelada especialmente para cubrir y mimar aquellos versos inolvidables. Horacio Molina –que de él se trata– trae ese puñado de canciones (“Arrabal amargo”, “El día que me quieras”, “Volvió una noche”, “Melodía de arrabal”, entre otras) desde el fondo de su infancia y las reviste con su particularísimo enfoque melódico. Su buen gusto garantiza el resto. F. D.

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