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Jueves, 8 de septiembre de 2011

DISCOS › BATEA

Más allá de los géneros

Tutu fue el disco que hizo que muchos que jamás habían oído a Miles Davis lo descubrieran y amaran. Y fue también el disco por el que quienes lo conocían de antes, y se sentían obligados a demostrarlo, lo odiaron. Las decisiones y los cambios estéticos se medían en términos de fidelidades y traiciones. Y ese álbum en particular, cuando se publicó, en 1986, concitó las mejores y las peores críticas. “Tutu much”, tituló The Guardian, en un juego de palabras que significaba “es demasiado”; y The New York Times dictaminó: “Con sus sonidos a la moda, Tutu suena curiosamente fechado”. Otros saludaron con algarabía la entrada de Miles en el nuevo mundo y, mientras tanto, el disco vendió 350.000 unidades en los primeros tres meses. La imprescindible y ejemplar reedición que Warner acaba de publicar, con el agregado, en un segundo CD, de la grabación –inédita hasta ahora– de la actuación en el Festival de Niza de julio de ese año, donde Miles tocó gran parte del material del disco, permite escucharlo por fuera de las posiciones de barricada y comprobar cuánto de Tutu trasciende a su época y a las polémicas de entonces. Al fin y al cabo, pasaron veinticinco años y, en escala, hoy la modernidad de los ’80 es tan antigua como el be-bop. Y la escucha demuestra que, más allá de la opinión de los puristas, Tutu no es sólo uno de los grandes discos de Davis sino uno de los grandes discos a secas. La tensión entre la trompeta con sordina y el magma electrónico de Marcus Miller, que tocaba casi todos los instrumentos –se agrega por allí George Duke y, también, el violín eléctrico de Michal Urbaniak–, es formidable. La potencia de un tema como el que da título al álbum o el extraño, oscuro romanticismo de “Portia” bastarían para señalar su excepcionalidad. La reedición, fabricada en la Argentina, tiene una hermosa presentación e incluye un completo folleto con notas de Ashley Kahn. Producido por Tommy LiPuma, Tutu es, como todo gran disco, a la vez un objeto musical y un concepto. Situarlo en una discusión sobre los límites de un género es tan mezquino como inapropiado porque precisamente por afuera de cualquier frontera estilística logra plasmar una idea de coherencia impactante. La versión en vivo, por su parte, no le va en saga, con un grupo en el que se destacan Bob Berg en saxo y Robben Ford en guitarra.

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