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Lunes, 9 de julio de 2012

TELEVISION › MARíA TRINIDAD GARCíA LEIVA, LUIS ALBORNOZ Y LA TELEVISIóN DIGITAL TERRESTRE

“Cerrarse al desarrollo de la tevé digital sería suicida”

El libro compilado por estos dos especialistas en telecomunicaciones de España y la Argentina aborda el modo en que se está desarrollando la transición de la televisión analógica a la digital, con los desafíos e inconvenientes que plantea el nuevo escenario.

 Por Emanuel Respighi

La incipiente Televisión Digital Terrestre (TDT) presupone un nuevo modelo audiovisual, tecnológicamente superior al analógico y con la potencialidad de permitir una mayor interacción entre los televidentes y la pantalla. Si bien no se implementó el mismo modelo en todos los países (en Europa la primera experiencia, fallida, fue paga), en la Argentina su desarrollo tiene como búsqueda garantizar un mayor acceso a la cultura a los habitantes de cualquier lugar del territorio nacional sumando pluralismo de contenidos a un mercado concentrado y posicionándose como una opción gratuita y de calidad a la que aún le falta mucho para consolidarse. Para quienes estén interesados en el escenario mediático y cultural que inaugura la TDT y quieran prever cómo será el futuro televisivo, la lectura de La televisión digital terrestre (La Crujía) se vuelve imprescindible, por las distintas experiencias nacionales en Europa, América y Asia que el libro repasa con conocimiento de causa. Y nadie mejor que María Trinidad García Leiva y Luis Albornoz, los compiladores del texto escrito por especialistas de aquí y de allá, para explicar la manera en la que se está desarrollando la transición de la TV analógica (cuyo “apagón” está previsto para 2019) a la TV digital.

–En La televisión digital terrestre se deja en claro que el desarrollo de la TDT depende de un fuerte impulso estatal. ¿Es posible su consolidación en ese esquema?

María García Leiva: –Los nueve casos nacionales que reúne el libro revelan que, a pesar del discurso neoliberal desregulador y no intervencionista de buena parte de la política audiovisual, los gobiernos han acabado implicándose de forma más o menos explícita, directa o indirecta, en la introducción de la TDT. Ningún país ha dejado el servicio librado a las fuerzas del mercado debido al número y complejidad de las implicaciones que tiene una transición de esta naturaleza. Estas implicaciones no son sólo tecnológicas, económicas o industriales (qué estándar elegimos o qué costos deberán asumirse) sino también sociales y políticas (qué funciones cumplirá y qué necesidades satisfará la TDT, cómo puede beneficiarse la ciudadanía con este cambio).

–¿Cuál es la actitud que tomaron los privados en relación a la TDT?

M. G. L.: –Como, en general, todo cambio que potencialmente amenace un modelo de negocio que funciona razonablemente bien nunca es bienvenido, los operadores privados mostraron desde el vamos una actitud cautelosa y, en casi todos los casos, de dilación. No ha habido rechazos frontales, sino que los privados han ido dando todos los pasos necesarios para no quedar fuera de la reconversión digital de los servicios que operan. Sin embargo, intentar retrasar la transición el mayor tiempo posible ha sido la tónica general. ¿Por qué? Porque aunque la digitalización es ya inevitable en el sector audiovisual en su conjunto, en el corto plazo la TDT supone invertir para renovar la infraestructura de emisión, reconvertir procesos productivos... en fin, reducir los márgenes de ganancia. Ver a la TDT simplemente como una amenaza y cerrarse en banda a su implementación sería suicida. Sobre todo si pensamos que la TDT puede suponer un reparto de nuevas frecuencias del que los que ya emiten pueden beneficiarse.

–A grandes rasgos, ¿qué similitudes tuvieron las experiencias de la TDT en los países que la impulsaron y qué diferencias vale la pena destacar para comprender su proceso de instalación?

Luis Albornoz: –Los países europeos, pioneros a la hora de implementar la TDT han privilegiado la emisión de una mayor cantidad de señales autorizando la presencia de nuevos operadores; tal es el caso de España. Caso muy diferente al estadounidense, donde las tradicionales networks –ABC, CBS, NBC y Fox– han inclinado la balanza por una TDT en alta definición: las mismas señales del analógico pero con una gran calidad de emisión, blindando de paso el sistema a la entrada de nuevas empresas. Por su parte, las autoridades de países como la Argentina y Brasil están viendo en la TDT la posibilidad de apuntalar una oferta de contenidos a cargo de organismos estatales o públicos inédita hasta ahora. Semanas atrás, Bolivia, cuya historia televisiva mayoritariamente ha sido escrita por los operadores comerciales privados, inició las transmisiones en TDT en La Paz a través del canal estatal Bolivia TV HD, que piensa contar con dos señales, una netamente informativa y otra que será un canal educativo-cultural.

M. G. L.: –En los orígenes del servicio, la apuesta por la TDT paga fue la preferida por los pioneros europeos. El Reino Unido, España o Suecia apostaron por la multiplicación de canales por lo que parecía natural que, más allá de la oferta de señales analógicas gratuita, tal multiplicación se financiara con el pago de los espectadores. Así se crearon plataformas de pago como Quiero TV en España o ITV Digital en el Reino Unido. Sin embargo, estas aventuras fracasaron rápidamente porque su oferta no pudo competir con la del cable. De hecho, y con muy pocas excepciones como la holandesa, en todo el mundo el despliegue de la TDT empezó a ser posible de la mano del tradicional modelo de difusión en abierto financiado con publicidad y/o dinero público. Sin embargo, incluso en aquellos países que optaron por esta fórmula desde el vamos, como Estados Unidos o Japón, la evolución ha sido lenta. ¿Por qué? Porque uno de los grandes interrogantes que pesa sobre el desarrollo de la TDT es cuál va a ser la fórmula más apropiada que permita su financiación en tiempos de crisis.

L. A.: –La cuestión es que la TV paga, que ha sido esencial para que se implementaran y desarrollaran la TV por cable y la satélite, desembarca así en la televisión hertziana de la mano de la TDT. Y si esto ocurre entonces se cuestionan de modo radical las nociones de universalidad y gratuidad a las que la TV ha estado ligada desde su configuración como medio de comunicación social. Una TDT de pago implica una ruptura histórica en la prestación del servicio de TV a través del espectro radioeléctrico, un recurso natural, público y escaso. Implica vincular directamente el acceso a los contenidos televisivos al poder adquisitivo de la población, convirtiendo al telespectador en cliente, y profundizar la lógica privado-comercial en la utilización del espectro radioeléctrico. Si hasta ahora el modelo de TV paga se había asociado a plataformas y redes privadas como el cable o el satélite, la TDT, en algunos países, está sirviendo para que el modelo de pago gane nuevos espacios. En este contexto no es difícil prever que las señales con contenidos de mayor demanda y calidad estén disponibles a través de la TDT de pago; lo cual, a su vez, implica un escenario de competencia con el resto de las plataformas audiovisuales: el cable, el satélite e Internet.

–¿Cómo evalúan el desarrollo de la TDT en América latina y en la Argentina en particular?

L. A.: –La implementación de la TDT en América del Sur es un proceso en pleno desarrollo, en el que la Argentina se ha situado en una posición de vanguardia. A falta de siete años para el “apagón analógico”, la plataforma argentina de TDT cuenta con 27 señales, entre privadas y públicas. Después de una década de escasos avances, el actual gobierno se ha lanzado de lleno al desarrollo de la TDT: acompañó la elección brasileña de adoptar el estándar tecnológico japonés, repartió gratuitamente decodificadores entre sectores de menores recursos, implementó la plataforma AR-SAT para llevar la TDT e Internet a todo el país e impulsó desde distintos organismos estatales el lanzamiento de nuevas señales. Un conjunto de iniciativas diversas e interesantes en muy poco tiempo. Ahora bien, que el impulso a la TDT venga del Estado, en general, y del gobierno en funciones, en particular, tiene directa relación con la coyuntura política (el duro enfrentamiento entre el actual gobierno y el Grupo Clarín) y con la propia estructura audiovisual. En un país con un muy alto grado de penetración de la TV paga y de concentración empresarial es improbable que sean los operadores privados los que impulsen un modelo de TDT multiseñal y gratuito. En este sentido, en mi opinión, es clave que todas las nuevas señales financiadas por dinero público, como Pakapaka, Incaa TV, TecnópolisTV o DeporTV, formen parte de las grillas de programación de la TV paga.

–¿Y qué aspectos negativos encuentra en el modelo TDT argentino?

L. A.: –Frente a los puntos positivos que acabo de señalar, existen escollos aún no sorteados en el terreno de los medios audiovisuales, como por ejemplo el demorado llamado a licitación de nuevas licencias de TDT (un total de 220, de las cuales la mitad serán otorgadas al sector sin fines de lucro, en sintonía con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) o el retraso en la consolidación de las licencias de los “canales espejos”, los cuales emiten simultáneamente en digital las mismas señales que en analógico. Asimismo, en relación con las emisoras comunitarias, en los últimos meses se evidenció la necesidad de que el Estado dé respuesta a los pedidos de celebrar concursos específicos para estos medios o de poder gestionar una o varias señales nacionales en colectivo con otros medios comunitarios.

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Albornoz y García Leiva ven potencial, pero también problemas en la televisión del futuro.
 
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