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Lunes, 13 de agosto de 2012

TELEVISION › EL CICLO LOS SIETE LOCOS CELEBRA 25 AñOS EN EL AIRE

“Hoy hay más debate que antes”

Cristina Mucci conduce este histórico programa que empezó en Canal 13, pasó por el cable y desde 2002 se puede ver por Canal 7. Allí estuvieron Roberto Fontanarrosa, Manuel Vázquez Montalbán, Beatriz Sarlo y David Viñas, entre muchos otros.

 Por Silvina Friera

Una línea tendida hacia el futuro. Eso fue Los siete locos, una rareza necesaria que pedía aire en la pantalla. Cuando empezó en Canal 13, hace 25 años –agosto de 1987–, la entonces dupla de conductores integrada por Cristina Mucci y Tomás Eloy Martínez piloteó la primera emisión, amén de los nervios, quizá con una resignación compungida. O con el estupor de quienes no estaban preparados para el reproche irrefutable que escucharían, minutos después de la apertura, luego de anunciar que Jacobo Timerman, Osvaldo Soriano y Dalmiro Sáenz dialogarían sobre los intelectuales y la política. “¡Qué mesa que armamos! –exclama Mucci mientras repasa la trastienda–. Habíamos elegido los martes a la noche –la ecuación era cultura igual trasnoche–, después de Tiempo nuevo, el programa de (Bernardo) Neustadt, porque pensamos que como tenía un rating muy alto nos iba a dejar audiencia de rebote. El problema era que Neustadt terminaba a la hora que quería. Estábamos esperando, para arrancar a las doce. Pero recién salimos a la una menos cuarto. Arriba de la mesa habíamos puesto un reloj de arena para que nadie hablara demasiado. ‘Este reloj de arena hay que tirárselo por la cabeza al director de este canal; es una vergüenza que nos tengan acá sentados porque al señor Neustadt se le da la gana’, dijo Timerman, palabras más, palabras menos. Debut y despedida, pensé.” No tenía sentido enredarse en la telaraña de una precoz futurología, dar una pulseada perdida de antemano. Será lo que será. Y así fue.

El malhumor de Timerman, visto en retrospectiva, no capituló en el inminente regateo de sensaciones que implica salir en vivo y en directo. A pesar del mal presagio de Mucci, el programa continuó batallando martes tras martes, hasta diciembre de 1987, en Canal 13. Procuraron evitar cualquier arrebato de demoledora sinceridad y quejas futuras por la extenuante espera, y decidieron grabar. No voló el reloj de arena sobre la cabeza del vapuleado director, Carlos Gaustein. Simplemente lo echaron de ese canal. Los siete locos ensayaría el manotazo de ahogado, sacaría músculos y bracearía contra la corriente que sermoneaba que los libros, la literatura, la cultura, nada tienen que ver con la televisión; que su hábitat natural está en otra parte. Acá entra en acción el escritor Rodolfo Rabanal, entonces secretario de Cultura de la Nación. La llamó a Mucci y le comentó que después de una peliaguda negociación había conquistado espacios en ATC. El programa volvió una noche a la pantalla de Canal 7 con Carlos Ulanovsky como coconductor. La periodista cultural, autora de La señora Lynch, Divina Beatrice y La gran burguesa, todavía no se animaba a la exclusividad de las riendas de la conducción. El tándem Mucci-Ulanovsky volaría del aire en 1990, cuando el menemismo copó la parada. Alguien, cuyo nombre mejor no recordar, vociferó: “No se entiende el programa”.

Mucci ahora puede silabear ese “no se en-tien-de” con una inflexión jocosa, como postre del anecdotario de un cuarto de siglo de historia. Quizás en el mismo instante en que escuchó esa frase y exorcizó una íntima desazón –teñida menos de sorpresa que de necedad confirmada–, su mente formuló el deseo –o la revancha– de una tercera oportunidad. “Lo hago en el cable”, se dijo. La mudanza al cable, que en el preludio de la década del ’90 era una herramienta tan minúscula como deshilvanada, requería producir de cabo a rabo el programa. Editoriales como Sudamericana, De la Flor, Planeta, Emecé y Alfaguara, entre otras, le dieron una mano. En el núcleo de su ser estallaba una certeza: estaba lo suficientemente entrenada para administrar la cancha sola y abrir el juego a otras áreas como cine, teatro, música, plástica. Durante más de diez años –de 1990 a 2001– siguió su itinerario dentro de la grilla de Canal á. En 2002, regresó a la pantalla de la televisión pública, donde se emite los sábados de 8 a 9. Por épocas –confiesa Mucci– dedica la hora completa a un solo invitado. “Son como entrevistas de archivo”, las define. Entre los autores y artistas entrevistados durante una hora figuran Héctor Tizón, Roberto Fontanarrosa, Quino, Carlos Gorostiza, Hugo Mujica, Manuel Vázquez Montalbán, Griselda Gambaro, Guillermo Roux, Gregorio Klimovsky, María Angélica Bosco, Marta Minujin, Mempo Giardinelli, Roberto Cossa, Beatriz Sarlo, José Pablo Feinmann, Abelardo Castillo, Osvaldo Bayer y Félix Luna.

“Es impresionante que un programa de televisión, que sabés cuándo empieza pero nunca cuándo termina, cumpla veinticinco años. La duración es muy difícil, es algo más bien extraordinario en la tele. El programa tuvo una estrella propia; siempre por una cosa u otra tuvo su espacio y se pudo hacer”, pondera Mucci. “Estos espacios culturales hacen falta; hay pocos y cuesta sostenerlos. En la televisión pública es diferente, pero a los canales comerciales, en general, no les interesa la cultura.” Los siete locos –plantea la conductora– fue cambiando según pasaron los años. Pero sigue manteniendo a rajatabla la mesa de charla como médula espinal. “Yo siempre trato de buscar que haya debate, aunque a veces se me fue de las manos, como la famosa polémica entre David Viñas y Beatriz Sarlo, que fue un escándalo. Recuerdo que Página/12 la tituló ‘la polémica de la década’.”

–¿Esa polémica visibilizó más el programa?

–Sí, pero no es el tipo de visibilidad que busco. Si se quiere el escándalo, hay que trabajar en otra línea. Nunca propicié el escándalo. Fue bastante fuerte porque en los ‘90 realmente no pasaba nada. ¿Qué se debatió en ese programa? No se debatió casi nada porque Sarlo se fue del estudio y Viñas le gritaba que había cambiado de la izquierda a la derecha. No llegó a haber un debate interesante. Aunque los debates ahora se dan quizás en un tono en que yo no querría, éste es un momento de mucha visibilidad de los intelectuales, de más debate en los medios. En este sentido, es buenísimo lo que está pasando. Quizá no me gusta el estilo, creo que hay mucha agresión y enfrentamiento. Pero hay debate como no hubo antes. Cuando empecé, los escritores no iban a la televisión porque no los invitaban. Un montón vinieron por primera vez a este programa.

–¿La cultura dejó de ser una cuestión de trasnoche?

–Ahora hay que madrugar... Según la época, te tenés que acostar tarde o levantarte temprano. Me llevé una sorpresa porque me va mejor los sábados a la mañana. No es subjetivo; son los datos de Ibope. Me va mejor temprano que cuando estaba de noche; medimos un punto, que en ese horario, a las ocho de la mañana, implica que hay unas 100 mil personas en Capital y Gran Buenos Aires que nos miran. Si se toma como parámetro lo que venden los libros, 100 mil personas es muchísimo.

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Imagen de la primera etapa del programa, por entonces conducido por Tomás Eloy Martínez y Mucci.
 
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