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Sábado, 3 de noviembre de 2012

TELEVISION › ¿POR QUE CASI NO HAY PROGRAMAS DE HUMOR EN LA TELE?

La revolución de la risa no será televisada

Salvo Peter Capusotto y sus videos y Sin codificar, no existen en la grilla espacios para el humor “puro”, ese que años atrás brillaba con capocómicos de renombre, aunque el género atraviesa desde las novelas hasta los noticieros.

 Por Emanuel Respighi

La televisión ya no provoca las carcajadas de antaño. O, al menos, no tanto como cuando a la TV se la veía en blanco y negro y era el único centro de entretenimiento hogareño. Los tiempos en los que Dringue Farías, Pepe Biondi, Juan Verdaguer, Juan Carlos Mesa, Alberto Olmedo, Juan Carlos Altavista, Tato Bores, Antonio Gasalla, Jorge Guinzburg, Darío Vittori, Juan Carlos Calabró o Jorge Porcel, entre otros grandes del humor argentino, hacían descostillar de risa a generaciones enteras con programas propios parecen haber quedado en el olvido. En la actualidad, apenas Diego Capusotto conserva un ciclo de humor en la TV argentina, con un Peter Capusotto y sus videos que resiste a una tendencia a la que ningún programador parece querer torcerle el rumbo. ¿Qué sucede en la TV local para que un género que históricamente fue parte medular de su programación hoy casi no tenga cabida en la pantalla chica?

La pérdida en la TV argentina de programas de humor no se trata de un fenómeno nuevo. De un (largo) tiempo a esta parte, los ciclos de humor “puros” fueron de-sapareciendo de la pantalla chica. Salvo contadas excepciones –como la de Peter Capusotto y sus videos en Canal 7 (lunes a las 22.30), o la de Sin codificar en América (domingos a las 13 y sábados a las 23)–, el género que contó con innumerables capocómicos ya dejó de formar parte de la cotidianidad televisiva. Y lo que es peor: dejó de ser una opción a pensar y desarrollar por los programadores o productores, más proclives a fórmulas que contengan humor pero que no se limiten exclusivamente a ese registro. Hoy, a diferencia del ayer, los programas de humor de sketches parecen haber pasado de moda. O resultan demasiado riesgosos económicamente para probar suerte. O no hay cómicos capaces de sostener la carcajada de los televidentes durante un buen rato. Cualquiera sea el motivo, lo cierto es que el género atraviesa un momento de delicada agonía en la pantalla chica. Ojalá sea transitoria.

Mucha risa por aquí

No es que el humor en televisión se haya perdido. De hecho, actualmente el humor atraviesa toda la programación de la TV abierta local. En el entrecruzamiento de géneros que se produjo en los últimos años, casi que no existe programa que no incluya el humor como parte de su registro. Ni siquiera los noticieros (a través de los famosos videítos de Internet o de los personajes animados en Arriba argentinos y en HD), los programas periodísticos (Fabio Alberti en La cornisa, el monólogo y las imitaciones en Periodismo para todos) o las ficciones dramáticas están exentos de ciertas dosis de gracia. Lo que en todo caso falta es el viejo y querido programa de sketches, o acaso una versión moderna de aquéllos. Como lo fue en 2001 y 2002 en la pantalla de Telefe Poné a Francella, un ciclo que renovó el género con mucho ritmo, trabajo de guión y contención artística. Intentando trazar un panorama del presente del género y dilucidar las razones por las cuales los programas de humor han cedido terreno en la TV local, Página/12 dialogó con numerosos referentes del humor en pantalla chica de ayer y de hoy. ¿Es la sociedad la que modificó sus preferencias culturales, haciendo que el humor de sketch pierda vigencia en el siglo XXI? ¿Es el de-sarrollo del propio medio televisivo el que hace que el género que alguna vez fue pilar de programación hoy tenga olor a naftalina a los ojos de los programadores? ¿O, acaso, la ausencia de ciclos del género responde a la falta de capocómicos capaces de sostener sobre sus espaldas y durante un buen tiempo un ciclo de humor popular?

“Comparado con otros momentos, al humor en TV lo veo como inexistente”, asegura Santiago Varela, quien fuera guionista de Tato Bores. “Salvo Capusotto, donde la creatividad hace de la falta de recursos un mérito que ayuda a hacer reír. Pero el de Capusotto es un ciclo muy pequeño, de sólo 8 programas (más o menos) y que se prepara durante varios meses. O sea es un programa de humor en serio. Tiene guionistas (Pedro Saborido y Capusotto) y guiones, lo cual hoy en día es casi una rareza. Recordemos que hasta no hace mucho, lo que había eran campeonatos de chistes... La gran mayoría de ellos sacados de la cantera de Internet”, reflexiona. En su análisis, cree que el humor en TV se fue distorsionando. “Otro género que cada tanto aparece es el blooper. Aquí se dan dos fenómenos: por un lado la tendencia de la TV a autorreferenciarse, como si se tratara de un universo cerrado, que incluye a la risa... pero la risa propia. Y por otro, el hecho de que el blooper suele apelar a reírse del otro, no con el otro. Esta cuestión ética –que no sólo se da en el blooper, sino en el chiste o el gag– es importante. El humor no es ‘inocente’ ideológicamente y tomar al otro como objeto de nuestra broma o gastada, poniendo al espectador como convidado de piedra, es algo con lo que algunos humoristas estamos en desacuerdo, por el significado desvalorizador que conlleva.”

Aquellos capocómicos

“El humor más genuino de la TV argentina dejó de existir al desaparecer de las programaciones el humor de sketch”, explica Guillermo Francella, uno de los pocos capocómicos capaces de sostener la carcajada de los televidentes haga lo que haga. “El género –agrega el humorista al que aún se puede ver en las mil y una repeticiones de Casados con hijos– fue mutando y ahora se transformó en otra cosa. El humor en TV parece haberse resumido a la tira o al ciclo de entretenimientos. El hecho de que se está acabando con los ciclos de sketch, que son una tradición en nuestra TV, termina conspirando para que el humor en TV se desarrolle. Creo que, más allá de las cuestiones presupuestarias de los canales, la ausencia de programas de humor puro es lo que más conspiró para que no surjan nuevos programas ni nuevos humoristas.”

Referente indiscutible de otra TV, Juan Carlos Calabró es un interlocutor insoslayable a la hora de analizar los motivos que llevaron a que el humor de sketch casi no tenga lugar en la pantalla chica. En su opinión, la principal causa de la ausencia de ciclos de humor “puro” no tiene que ver con cuestiones inherentes al medio ni a su economía. “Es muy simple: se han muerto los grandes autores y los grandes capocómicos”, subraya el actor que formó parte de Telecómicos, Calabromas y El Contra, entre otros recordados ciclos. “Ya no están más los Aldo Cammarotta, Miguel Coronato Paz, Héctor Maselli, Augusto Giustozzi, Hugo Moser, de la misma manera que tampoco están los grandes cabezas de elenco, como Juan Carlos Altavista, Alberto Olmedo o Jorge Porcel. Desaparecieron los programas de humor de conjunto, que eran una especie de semillero que permitía que aquel que se destacaba pudiera dar el salto a su propio ciclo. En el humor pasa lo que le pasaría al fútbol argentino si los clubes de fútbol no tuvieran más divisiones inferiores: se acabarían los buenos jugadores”, puntualiza Calabró.

En una línea artística totalmente diferente, Capusotto reconoce que en la actualidad el viejo género casi no tiene lugar en la TV local. Sin embargo, no considera que eso sea una señal de alarma, sino más bien que lo atribuye a los propios ciclos del medio. “Si bien es cierto que no en las proporciones de décadas pasadas, la TV tiene algunos lugares donde recala el humor, que se da en programas como Sin codificar o el nuestro, pero también en otros”, cuenta el humorista más prolífico de la última década. “Los programas de archivo hacen humor a partir de lo que sucede en la vida real o mediática, que también resultan más o menos graciosos. No creo que porque no haya humor en TV el género esté perdiendo la posibilidad de desarrollar comediantes. Si la TV no les da lugar, lo que hay que hacer es buscarlos en otros espacios, como Internet, el teatro o la calle. La TV requiere de una negociación previa para lograr hacer un ciclo de humor de pertenencia, que muchas veces es espuria para el comediante.”

Algo de esa tediosa negociación con un medio masivo que apela cada vez más seguido a la fórmula probada fue la que hizo que un ex compañero de Capusotto haya terminado por alejarse del medio. O al menos eso es lo que expresa. “Dejé de hacer humor en TV porque es un sistema muy complejo para uno ser fiel a sí mismo”, confiesa Alfredo Casero, creador de ese experimento único de principios de los ’90 llamado Cha Cha Cha. “Lo último que hice en TV fue A todo culorrr, que duró apenas dos programas. Me pusieron en el prime time de Canal Trece y me mandaron al muere. Fue una experiencia de mierda, que finalizó cuando un programador me terminó gritando por teléfono que él también era talentoso y por eso había llegado donde estaba. Nunca más pisé Canal 13. El humor hay que hacerlo bien y estar convencido de lo que se hace. Yo me sentí ninguneado. No es fácil hacer reír. En Cha Cha Cha laburaba 50 horas diarias y la mayor parte en función de negociar algo con algún ejecutivo”, recuerda el humorista que hoy prefiere ir de teatro en teatro, de ciudad en ciudad, llevando su espectáculo. Y haciendo lo que él quiere hacer y no lo que otro le dice que tiene que hacer porque así lo determinó un estudio de mercado. “La TV es un lugar que, para hacer humor, no respeto. En esta TV, Cha Cha Cha sería imposible de hacer, al menos si no se está dispuesto a lamerle el socotroco a alguien. Capusotto puede hacer lo que hace porque está en Canal 7, no en cualquier lugar”, aclara.

La transformación

Nadie mejor que Juan Carlos Mesa, guionista y actor de todas las épocas de la radio y la TV argentinas, para trazar un recorrido por la manera en la que el humor en TV fue transformándose en el tiempo. La expresión todo tiempo pasado fue mejor, ¿también le compete al humor? “No creo que el humor haya perdido lugar; se desplaza, porque evidentemente cambian los tiempos y el mundo, y la TV no puede sustraerse a esa realidad”, reflexiona el autor de Mesa de noticias, La tuerca, Humor redondo, Jaujarana y El gordo y el flaco, entre otros. “En la época en la que me tocó escribir, el género trabajaba mucho alrededor de un capocómico. Así fue que tuve la suerte de acercarme a Tato Bores, Biondi, (Carlos) Balá,

el Dringue Farías, de los que tuve la suerte de aprender mucho porque además de cómicos eran docentes, enseñaban con su tarea”, cuenta Mesa. “Después se pasó a una época en la que el humor se desarrolló en programas costumbristas, tipo Los Campanelli, La tuerca o Mesa de noticias, ciclos de conjunto en una época próspera de la TV. Y en esta última etapa el formato de un conductor y algún que otro personaje/panelista terminó por rendirles más en lo económico, aunque no creo en lo gracioso”, señala una de las máximas figuras de la historia del humor nacional.

Al igual que el dilema del huevo o la gallina, el interrogante que pesa sobre el presente del humor televisivo es si esta falta de espacio televisivo del género no termina atentando contra la posibilidad que grandes y nuevos humoristas puedan surgir. Desde los canales, se suele decir que el problema es que la gente ya no consume ciclos de humor puro. “La teoría que pregona que los canales dan lo que el público pide es una mentira total”, desconfía Varela. “Los canales elaboran un menú para que uno elija entre lo que se oferta allí. Y lo que ofertan son productos que por algún motivo, generalmente económico, les conviene ofertar. El humor a veces intenta aparecer con algún personaje o situación dentro de alguna tira semanal. Pero no más que eso. Sí suelen recordarse a los capocómicos clásicos (Tato, Olmedo, Biondi, Catita, etc.) pero va a ser difícil formar nuevos si no tienen pantalla. La sociedad se ha modificado, pero sigue disfrutando del humor, como siempre. Esto se ve en otros productos humorísticos radio, gráfica, cine, teatro e Internet”, enumera el humorista.

Ante la preocupación a cuestas de que esta actualidad se mantenga en el tiempo, y que por ende la sociedad argentina deje de ser un semillero fructífero de provocadores de la carcajada, Capusotto mantiene una mirada menos dramática que la de sus colegas. “No creo que no haya semillero de humor porque no haya programas humorísticos en TV. Es como en la música cuando se dice que ya no hay bandas. ¡Claro que las hay! Sólo que hay que buscarlas en otro lado. Si sólo se piensa en el mainstream, probablemente haya nada más que 10 bandas y uno crea que son las únicas que existen. En la TV pasa lo mismo. Hay que buscar el humor en otros formatos, en otros lugares”, analiza el actor, con más sencillez que optimismo. Y ensaya una suerte de solución que tal vez haga recapacitar a los programadores y productores. “Estaría buenísimo –reconoce– que hubiera más ciclos de humor. Pero es un error pensar que el humor no existe porque no hay en TV. Si no hay humor en la tele, la solución es fácil: no hay que prender la tele y listo.”

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