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Sábado, 30 de diciembre de 2006

TELEVISION › LA TEMPORADA 2006, UNA PANTALLA COLMADA DE SUEÑOS POSTERGADOS, AMORES INTENSOS Y FALTAS DE RESPETO

Bienvenidos a la era del gran descontrol remoto

Claques como en los ’60, ficciones calcadas de los hits estadounidenses, melodrama y concurso de baile y canto vincularon a la TV con sus géneros básicos, con menos innovación que pelea desesperada por el rating, sin respetar los horarios programados de antemano e imponiendo el grito como el nuevo tono neutro. Mientras tanto, los periodísticos siguieron en baja, y el Mundial de Alemania dejó escenitas que dieron vergüenza ajena.

 Por Emanuel Respighi y Julian Gorodischer

Todavía resuena el grito de las bailarinas en pugna llevando al corazón de la TV el tópico teatral de la guerra de vedettes. ¿Dominó el melodrama? Mucho de lo que se recuerda en la pantalla de 2006 fue intenso, desmedido, en clave de melodrama o de programa ómnibus, como si de lo que se tratara fuera de un retorno a los clásicos y los moldes de género que nacieron con la fundación de la misma TV, desde el concurso de baile (Bailando por un sueño) a la sitcom con claque en vivo (Casados con hijos). ¿Por dónde empezar a destacarse lo mejor del año que pasó? Liderando el podio de infaltables para una revisión, está esa ajustada pieza de ingeniería narrativa, Hermanos y detectives de Damián Szifrón, donde el niño prodigio (Rodrigo Noya) abandonó el aire excéntrico de otras ferias de variedades (Showmatch, Agrandadytos) para ser el centro motor de una historia de iniciación, así en la vida como en el método hipotético deductivo.

Allí están, como rostros y cuerpos para una foto colectiva: el cómico y la conductora pasando revista (Guinzburg y Ernestina Pais en Mañanas informales/ Tortonese y Mariana Fabbiani en RSM), el melodrama aggiornado como relato testimonial sobre la temática de derechos humanos (Montecristo), la combinación inesperada entre el lamento de la discapacidad y la bulla de las famosas en Bailando por un sueño, los aplausos de claque (en Casados...) y la repro calcada de la vida en el suburbio Wisteria Lane de Amas de casa desesperadas confirmando una tendencia de consumo por la imitación (más o menos adaptada) y los mohínes frenéticos de Oreiro/ Belloso/ Peterson imponiendo la lógica del catch, también incluido en la línea argumental (la máscara amplificada y el juego de manos). Fue el año del monotema sobre los resultados de Bailando.../ Cantando... hasta en el almuerzo de Mirtha y el programa de chimentos, donde las divas de ayer y los excluidos de hoy marcaron agenda todo el tiempo.

Pasado reciente y grotesco costumbrista

Si bien la ficción siempre fue el género por excelencia de la pantalla chica, 2006 se caracterizó por entregar programas de todo tipo y para todo público. En esa sumatoria de mundos más o menos fantásticos, más o menos creíbles y más o menos exitosos que entregaron los canales de aire (a excepción de la pantalla de América), hubo dos tiras diarias que se destacaron sobre el resto. Absolutamente antagónicas, el buen andar de audiencia de Montecristo y Sos mi vida obliga a indagar sobre qué clase de televidente es el que está del otro lado de la pantalla, capaz de pasar con un simple zapping de una de las tiras más pasatistas que ha dado la TV local en los últimos años, empastada de lugares comunes en una historia sin “historia” como la de Sos mi vida, a la telenovela que supo hacer de un tema tan delicado para la sociedad argentina (el de la apropiación de bebés de la última dictadura) un recurso válido para generar en igual dosis fanatismo televisivo e interés social.

En ese juego de opuestos, la telecomedia de Pol-ka fue el ciclo de ficción más visto del año según las planillas, mientras que la telenovela de Telefé Contenidos recibió un reconocimiento social que incluso tomó carácter institucional, cuando fue distinguida por su aporte a la lucha por los derechos humanos por el Senado de la Nación. Del resto de las ficciones diarias, muy poco. Finalizada su propia primavera tinelliana, Canal 9 intentó entrar en la contienda “grande” con tres productos que se suponían ambiciosos como Amo de casa, Gladiadores de Pompeya y El tiempo no para, pero la experiencia pasó con mucha más pena que gloria, con propuestas que rápidamente fueron desapareciendo de la pantalla (Gladiadores de Pompeya, Palermo Hollywood Hotel) o se mantuvieron con extraños giros en sus tramas y formatos (Amo de casa pasó de ser una sitcom local a una historia costumbrista, El tiempo... cambió su historia a mitad de temporada, Soy tu fan finalizó sin uno de sus protagonistas...). Y todo puede ir para peor, con Doble venganza como caballito de batalla en el horario central de Canal 9. De hecho, con muy poco, América ya le arrebató el tercer lugar en el podio.

Rehenes de la ridícula e inescrupulosa lucha por el rating que signa a los programadores líderes, el manoseo de días y horarios al que fueron sometidos Hermanos y detectives y Amas de casa desesperadas hizo que seguir a estos dos unitarios de excelente nivel se convirtiera en una odisea sin solución para los televidentes. A la tarde, el extraño fenómeno de las telenovelas colombianas, mexicanas y brasileñas, muy alejadas de las vivencias actuales y argentinas, siguió con viento a favor para Telefé, que hizo de ese segmento encabezado por la local Se dice amor su base para mantenerse a lo largo del año en la cima del rating.

Raros, como encendidos

El tono dominante no fue el naturalismo: desde el susurro impostado de Echarri en Montecristo a los gallos de Iliana Calabró en Cantando por un sueño, la TV creó un nuevo lenguaje estándar alejado del habla cotidiana, del comportamiento realista. La regla fue lo contrario: el tono crispado fue el grado cero de la transmisión. Desde la gestualidad excedida y los ojos de huevo de Tortonese comentando las hazañas sexuales de las vedettes y conductoras a los pogos del Payaso Malaonda, Ernestina y Jorge Guinzburg reformulando la compostura corporal del conductor de magazines en una clase rara de contact impro.... Desde la declamación y actitud de diva en la cocina de Nacha en El tiempo no para a las criaturas sacadas de Fernando Peña en Isla flotante...

Todos ellos creyeron que había que decirlo fuerte, sin eufemismos ni tonos bajos, como si la llamada de atención se lograra amando, odiando, gritando, jadeando o llorando mucho. Si la clave del año fueron los extremos y las intensidades (la comedia ultraliviana Sos mi vida y las emociones viscerales de Montecristo, la payasada y la autoparodia implacable), el summum fueron las peleas nacidas en los concursos de Tinelli. Los géneros propios del verano (la guerra/ la pelea por la marquesina y la taquilla) se expandieron al resto del año y subieron el rating a los paneles (Indomables, Bendita TV, Acoso textual, Los profesionales) obsesionados con exprimirlos al máximo.

Nada por aquí, nada por allá

Si hace poco tiempo el balance de fin de año televisivo les dedicaba numerosas líneas a los ciclos periodísticos, si en 2006 se posa la vista en el género se sentirá nostalgia por un rubro que le dio mucho a la TV. Desterrados al cable, los periodísticos apenas se encuentran en la pantalla abierta los domingos a la noche sin hacer mucho ruido (La cornisa, Fuego cruzado, Hora clave), o fluctúan entre las investigaciones cool e informes más escandalosos que rigurosos (La liga, Blog, Argentinos por su nombre). En ese panorama, sin embargo, vale la pena destacar los especiales que todos los canales programaron con motivo de los 30 años que se cumplieron del último golpe de Estado, especialmente la dupla documental Una larga noche y Lo que el golpe nos dejó, realizados por el área de noticias de Canal 13.

En cuanto a los noticieros, si bien siguieron haciendo investigaciones e informes relacionados con la esfera social y los servicios, las numerosas ediciones diarias de cada canal parecieron ponerse de acuerdo y blanquearon en conjunto una situación que se venía dando tímidamente: la inclusión como tema de interés general y periodística de los escándalos del mundo del espectáculo, desde lo que ocurrió en al última edición de Bailando/ Cantando por un sueño hasta el casamiento de Nazarena Vélez y Huberto Roviralta. En ese coqueteo con las luces del show, fue interesante ver cómo los conductores de América Noticias y Telefé Noticias se animaron a poner en riesgo su credibilidad y presentaron noticias apócrifas dentro de ficciones como Hermanos y detectives, Montecristo y Casados con hijos, entre otros ciclos. Todo bajo la escenografía del noticiero y con la misma “seriedad” con la que presentan noticias reales en sus informativos.

Párrafo aparte merece la cobertura del Mundial de Fútbol de Alemania, en la que el periodismo, preferentemente el deportivo, cumplió una de las tareas más vergonzosas que se recuerden. Ante la necesidad de llenar horas y horas de programación (con Fox Sports y su cobertura full time y sin la transmisión de partido alguno a la cabeza), los movileros viajaron a Europa para hacer todo tipo de payasadas frente a cámara y sumar razones para justificar la resistencia al argentino fanfarrón en el mundo.

La otra guerra

Más allá de los contenidos, el eje televisivo fue el horario, retrasado o desdibujado como estrategia de programación. La otra guerra, una módica y desesperada por el rating, se libró en la modificación hartante de los comienzos de programas como Hermanos y detectives (que impidió una fidelidad activa) y la reprogramación continua de otros ciclos como Caiga quien caiga y Amas de casa desesperadas. La guerra de los números, que a fin de año favoreció a Telefé en el rating general y al 13 en el horario nocturno, gracias a las buenas performances de Bailando... y Sos mi vida, abandonó todo protocolo: Adrián Suar y Claudio Villarruel movieron sus unitarios como piezas de ajedrez, rotaron e intercambiaron por fuera de las presiones del Comfer, la tirria de los críticos y la fidelidad de los públicos. Los encuentros esperados fueron cosa del pasado.

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Sos mi vida, el programa más visto de la temporada.
 
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