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Jueves, 26 de marzo de 2009

CINE

Con la herramienta del humor

El lema del documental es “¿Para qué quiero pies si tengo alas?”. “Para jugar a la pelota, por ejemplo”, podría responder uno que se cree piola. Y ahí, en la respuesta posible a esas mentes cuadradas que apelan a la ironía –esa forma fácil de parecer inteligente– está uno de los valores de Mundo Alas. Porque sus protagonistas desactivan esas avivadas. Si uno se hiciera el pícaro con ellos, duplicarían la apuesta. Carina Spina es no vidente y canta con placer “Ojos de Cielo”. No le importa nada. En otro tramo del relato, Pancho Chévez –que carece de extremidades– aparece con la camiseta de la Selección de fútbol, esperando que le tiren un centro que él cabecea con un saltito. Cae sobre el césped, y a los pocos segundos un amigo viene y lo levanta. La imagen queda grabada en la memoria como ejemplo de fortaleza. Pancho no transmite vulnerabilidad, sino lo contrario. Son momentos de vuelo, que destruyen las convenciones de lo que es políticamente correcto, para reemplazarlas por lo que cada uno quiere mostrar de sí. El director Sebastián Schindel asegura que se trató de una situación que propuso el propio Chévez. “Una mañana, en La Quiaca, se apareció con la remera de Argentina y una pelota, desafiándonos a que le pateáramos penales: ¡Lo propuso él!”

La situación, desde luego, es atípica. El lugar común cada vez que se aborda el tema de las capacidades diferentes es la nota lacrimógena y los violincitos. En ese sentido, Mundo Alas logra establecer un registro abierto a la reflexión y a la franqueza. El riesgo era caer en el retrato circense, más cerca del exotismo de Freaks (Tod Browning, 1932) que de una referencia a lo real. Y no: la cinta sorprende con un desparpajo que no se superpone con la labor documental, dejando una sensación de cercanía que parte de sacarse las caretas. Fernando Molinar, otro de los directores, resalta al humor como uno de los combustibles. “Todos nos entretenemos gracias a la capacidad de reírnos de nosotros mismos –sostiene–. ¿Por qué suponer que ellos no? Tienen humor, y no cualquier humor, sino uno que puede alcanzar niveles de acidez tremendos, y que apareció al descubrirnos mutuamente, de igual a igual.”

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