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Sábado, 23 de mayo de 2009

TEATRO › SANDRA GUIDA, EN EL ROL DE BELLA

Noches de glamour y sensualidad

Cuando Sandra Guida encarnó el papel de Velma Kelly en la versión porteña de Chicago (2001) fue una revelación. Nadie sabía de dónde había salido esa chica que cantaba y bailaba tan bien, que le pasaba el trapo a Alejandra Radano. Quienes pudieron ver a la increíble Bebe Neuwirth en Nueva York dijeron que Guida no tenía nada que envidiarle. Todo un halago. Lo cierto es que Guida venía formándose hacía tiempo en Argentina, pero pocos habían reparado en ella. Fue el reemplazo de Valeria Lynch en la versión local de El beso de la mujer araña, en 1995, y allí fueron los productores extranjeros de esa obra, quienes notaron su talento y se la llevaron a Estados Unidos, esta vez para protagonizar El beso... en un tour por el país del norte. La experiencia de Guida –ser protagonista de un musical en la tierra de los musicales– es la de muy pocos argentinos. Esa fue su verdadera escuela, a pesar de que ella afirme que se formó acá, desde muy chiquita, estudiando ballet en el Colón y más tarde jazz, tango y canto. Porque Guida pertenece a una generación para la cual la comedia musical no se estudiaba, sino que quienes llegaban a ella tenían una formación más clásica y heterogénea. “Nunca tuve dudas sobre lo que quería hacer, que era bailar y cantar”, asegura ella. “La danza clásica era demasiado esclava y no me alcanzaba como expresión artística. Empecé a estudiar a los tres años, a los once entré en el Colón y a los dieciséis colgué las zapatillas de punta. Comencé a cantar rock y a vivir de eso. Cantaba en bares, hacía jingles publicitarios y coros para discos. Mientras tanto, me moría de placer cuando veía los musicales por televisión.”

El papel de Velma Kely no sólo la trajo de vuelta a su país, esta vez con su nombre bien alto en las marquesinas, sino que le abrió las puertas del mundo entero: protagonizó Chicago también en México y entre 2007 y principios de 2009 recorrió Italia y Francia con Concha Bonita y Divino Amore, dos piezas de Alfredo Arias. También armó su propio espectáculo musical, Guida Concert, que pudo verse en Buenos Aires en 2004 y 2006, y probó suerte en otros ámbitos de la actuación, desde la televisión (Hombres de honor, 2005) hasta el teatro en verso (El perro del hortelano, de Lope de Vega, bajo la dirección de Daniel Suárez Marzal). En Caravan, interpreta a Bella, dueña de un club nocturno y glamorosa estrella en su momento de esplendor. Una vez más, Guida será el cuerpo de la sensualidad y el jazz. Sin embargo, ella encuentra más diferencias que similitudes entre la protagonista de Chicago y la de la pieza de Romay: “Velma es una criminal guarra y medio bruta, en cambio Bella es una persona que se construye a sí misma a través del glamour. Ella hace un show de calidad, brilla en los negocios como en el escenario, en cambio Velma hacía un vodevil de cuarta”. Sin embargo, Caravan no puede negar que es heredero de toda una corriente musical –desde Cabaret a Chicago– que se fascinó con el mundo nocturno del jazz para recrear un ambiente viciado, donde se confundía el placer con el delito. Y en él, Guida es la protagonista perfecta: con su strapless rojo de tajo pronunciado, su pelo rubio, largo y ondeado, recuerda a alguna actriz cinematográfica de los ‘40, de esas que aparecen en los sueños y luego se desvanecen entre el humo, mientras alrededor se cuecen historias de misterio y gángsters. El ambiente perfecto para que las mujeres idílicas de labios colorados susurren frente al micrófono ese jazz cuya doble zeta suena como si se acabara de apagar la colilla de un cigarro.

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