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Jueves, 24 de septiembre de 2009

LITERATURA

Textual

“Raro”, “espécimen”, “patético”, abrazado a la almohada y con la vista fija en la ventana, Pablo ordena los adjetivos en ese orden de degradación. Sólo recuerda un adjetivo peor que patético aplicado a su persona: “canalla”. Y ese adjetivo, que irá a la cabeza de todos, no se lo puso nadie, sino él mismo. Canalla. No quiere pensar en esa palabra porque sin remedio lo llevará a Jara, y Jara se unirá con Francisca, y Jara y Francisca, sumados al ronquido de Laura que volvió a aparecer detrás de su último movimiento, harán que dormir sea para Pablo Simó un deseo inalcanzable.

Intenta entonces pensar en Marta, en los dientes de Marta, en el lunar de la pierna de Marta; no funciona. Luego, en los edificios para Leonor. Otra vez en Marta. Pero son las dos de la mañana y Jara gana por goleada. Acomoda las almohadas sobre el respaldo de la cama y se incorpora. La lluvia no para aunque ya no aparecen relámpagos y luego truenos que lo ayuden a jugar a las certezas. Necesitaría levantarse de esa cama, salir, caminar un poco, sentarse en un café a hablar con alguien de Nelson Jara. ¿Por qué otra vez está ese hombre en medio de su vida? ¿Por qué después de tres años? Si no hubiera aparecido Leonor, ¿hoy Jara seguiría siendo un recuerdo que cada tanto pasa y molesta pero sigue su camino?

* Fragmento de Las grietas de Jara (Alfaguara).

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