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Viernes, 19 de febrero de 2010

MUSICA › EL COMIENZO DE LA FIESTA NACIONAL DEL CHAMAME

Desahogo de un sapukái postergado

 Por Carlos Bevilacqua

Desde Corrientes

A tono con la desmesura de una naturaleza que brota por doquier en Corrientes, el comienzo de la XX Fiesta Nacional del Chamamé no podía ser más pretencioso: un gaucho a caballo acercando una imagen de la virgen de Itatí hasta el escenario, cinco minutos consecutivos de fuegos artificiales que complicaban la audición de cualquier otro sonido y un locutor gritando como poseído el nombre de la ciudad pero alargando la pronunciación de las dos primeras letras en una especie de desafío al hermano mayor de Cosquín. El dato de color más original de la apertura celebrada anteanoche fue la hermosa plegaria en verso escrita y recitada por el sacerdote-músico Julián Zini, un personaje digno de una novela de García Márquez.

Nada fue menor durante la noche inaugural en el Anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola. Ni la variedad de abordajes que propusieron los veinte grupos y solistas de la grilla, ni el despliegue de vestuario y coreografías del Ballet Oficial de la Fiesta, ni la cantidad de público (alrededor de 12.000 personas), ni el tamaño del escenario, de unos 80 metros de largo. Como la parafernalia técnica no podía quedarse atrás, los parlantes se hicieron oír con nitidez hasta en la última fila del auditorio al aire libre y una pantalla de alta definición que cubre todo el fondo del escenario fue mostrando imágenes afines a cada canción, ya sea de paisajes del Litoral o de la infancia del intérprete de turno. Brillos que Corrientes luce también a través de la transmisión en directo de Canal 7 para todo el país, hoy desde las 0 y mañana desde las 22.

En ese contexto, se lucieron algunos números puestos como Liliana Herrero, Los Alonsitos y Raúl Barboza, pero también otros artistas menos conocidos a nivel nacional, como Joselo Shuap, un cantautor de inspirada pluma que además de extender su prédica en defensa de las fuentes de agua dulce generó un mural en vivo gracias al trabajo del grupo rosarino Arte para la Libertad, que fue creándolo en base a lo que la música iba sugiriendo.

Esta vigésima edición de la fiesta se presenta además como la VI del Mercosur. Aunque suene exagerada, la intención se termina concretando no tanto en la actuación de algunos artistas paraguayos y brasileños entre una abrumadora mayoría de argentinos, sino sobre todo en un trío de conductores (uno de cada nacionalidad) que matizan los inevitables “estires” entre un número y otro mientras se rearma el escenario con insólitos diálogos en castellano, guaraní y portuñol. Fueron ellos quienes tuvieron que presentar dos veces a la figura más popular de la noche: una Soledad embarazada de cinco meses que hizo delirar a la multitud con su bloque solista, primero, y como invitada de Los Alonsitos, ya pasadas las tres de la madrugada. El clima festivalero hace que nadie recuerde que es jueves. Y la grilla de nueve horas consecutivas de shows sólo puede saturar a alguien poco apasionado, o sea poco correntino.

Prevista en principio para los primeros días de enero, la fiesta debió postergarse a último momento por una grave crisis energética que afectó en ese entonces a toda la provincia. Por eso ya no pudo ser el primer evento oficial del Bicentenario, pero con notables reflejos de producción los organizadores de la Subsecretaría de Cultura local consiguieron mantener los casi cien números artísticos previstos originalmente. Luego de varios días difíciles en los que se combinaron cortes masivos de electricidad con temperaturas agobiantes, Corrientes pudo hacer catarsis con un sapukái colectivo que se extenderá hasta el domingo.

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