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Martes, 7 de marzo de 2006

CINE › SANTAOLALLA, EL OSCAR ARGENTINO

“Los premios aún son conservadores”

 Por Karina Micheletto

La habitual verborragia de Gustavo Santaolalla, esa capacidad para marcar la cancha antes de la primera pregunta –que es fácil imaginar puesta en acto en su forma de trabajo–, parece ahora sosegada. Un poco, claro. Santaolalla durmió tres horas, recibió felicitaciones varias (desde la parentela hasta la Presidencia de la Nación), asistió a las fiestas de rigor y pensó una y mil veces: “Esto es increíble”. Podría haber seguido durmiendo o festejando, pero no. A pocas horas de transformarse en el cuarto argentino de la historia ganador de un Oscar, el hombre está de pie, laborioso como siempre, contestando entrevistas desde las oficinas de su sello Surco en Los Angeles. Sólo que esta vez mitiga el chorro de descripciones de trabajos y reconocimientos obtenidos –que forman, por cierto, una lista que suena agotadora– con cierta chochera de vecino común y corriente contando a los amigos la noche de su vida: “Es muy loco Hollywood”, sintetiza en diálogo con Página/12 su experiencia con la Academia.

Ya había ganado un Globo de Oro a la mejor canción por A love that will never grow old, que también pertenece a Secreto en la montaña, entre otros premios. Pero esto es diferente. Así que, puesto a hablar de la experiencia del lunes en la ceremonia de entrega de premios de la Academia de Hollywood, Santaolalla se permite mostrarse contento como un chico contando sobre las fiestas a las que asistió. Como la de Vanity Fair, donde conoció a Naomi Watts, o aquella otra donde estuvo charlando un rato largo con Steven Spielberg, o la que siempre hace Elton John para recaudar fondos para la lucha contra el sida: “Mi amigo Bernie Taupin (letrista de Elton John en sus primeros años de carrera, que ahora compuso con él) me presentó al anfitrión. ¡El mono tiene una onda alucinante!”, cuenta, transformado por un rato en hombre común y corriente tocado por la suerte.

Santaolalla no sólo fue uno de los cuatro argentinos que subieron alguna vez a retirar un Oscar (los otros fueron Luis Puenzo por La historia oficial, el compositor Luis Bacalov por El cartero y el escenógrafo Eugenio Zanetti por Restauración). También le ganó a toda una institución de Hollywood: el veterano John Williams, que competía por Memorias de una geisha y Munich, y hoy es la persona viva con más candidaturas al premio (45), sólo superado por las 65 que acumuló en su momento Walt Disney. Pero hay otro premio que al compositor lo tiene muy entusiasmado: el famoso gift pack que se entrega a los ganadores, lleno de vouchers y productos por un valor cercano a los 100 mil dólares. “Me hablaron de lo que venía en esa bolsa de regalos: una semana en un hotel increíble de Las Vegas, un crucero en el Caribe, pasajes en primera a cualquier lugar del mundo, hawaianas incrustadas en diamantes, el último I-Pod... Todavía no me la dieron. ¡La quiero ver!”

Si se le tira la lengua, Santaolalla sigue hablando entusiasmado de las cábalas (la camisa blanca y la corbata celeste, formando la bandera); de la emoción de su madre en su casa de El Palomar; del protocolo de la Academia (“a todos los nominados les dan un DVD que te enseña todo lo que tenés que hacer si ganás. ¡Y el relator es Tom Hanks!”). Cuando se pone serio, hace su balance de los Oscar: “Quedé un poco desilusionado con el premio a la ‘Mejor Película’, porque realmente Brokeback mountain merecía ganar. Eso demuestra que la Academia dio pasos hacia una apertura, pero que todavía sigue siendo bastante conservadora. Por eso creo que lo mío tiene bastante mérito, porque es un score atípico: generalmente premian músicas más sinfónicas, grandes despliegues orquestales, y el score mío era muy minimalista, austero. Sinceramente, yo pensé que iba a ganar Williams”.

–Era el candidato puesto...

–El candidato de la Academia, pero no de la gente. Los últimos días yo estaba muy tranquilo, porque sentía que el pulso de la gente me daba a mí como favorito, por las conversaciones que escuchaba, las votaciones que veía en Internet... Pero decía: la gente piensa esto pero la Academia no se la va a bancar, lo mío es demasiado fuera de norma. Igual que la película: ¡Hollywood propone a John Wayne como arquetipo de cowboy, y Lee viene a poner a dos vaqueros que se enamoran entre sí! ¿Podían bancarse eso? Quedó demostrado: no tanto como para darle el premio a una película que se lo merecía.

–Durante toda la ceremonia la broma recurrente fue alrededor de la homosexualidad. Quizá fue una forma de mostrar de qué modo se la bancan.

–Es que el tema estaba instalado: Brokeback mountain, Transamérica, la historia de un hombre que quiere cambiar su sexo, Capote, sobre un escritor abiertamente gay... Los chistes venían a colación de todo.

–También circulan bromas en Internet sobre los vaqueros del film.

–No me molesta, es parte de lo que pasa cuando algo adquiere la trascendencia que tuvo esta película. Esas cosas ocurren y está todo bien. Pero queda claro que si la película se hizo tan popular es porque no estaba dirigida sólo a la comunidad gay. El que la vio sabe que al final todo lo que tiene que ver con lo sexual pasa a un segundo plano. No habla sólo de un amor gay, sino de lo que somos las personas, y eso tiene que ver con el amor, el dolor, la pérdida, sentimientos que conocemos todos.

–Dedicó el premio a todos los latinos. ¿Fue una toma de postura?

–Por supuesto. Me siento muy orgulloso de ser argentino, y no es sólo un discurso de la boca para afuera, lo reflejo en mi trabajo, desde De Ushuaia a La Quiaca hasta Café de los maestros. Trabajo con la música y pretendo aportar algo a la cultura argentina. Si el vivir acá en Los Angeles me permite hacerlo con más tecnología y herramientas, bienvenido sea. Pero eso no me hace que deje de sentirme argentino y latino. Así que, sí, también me siento orgulloso por haber representado a los latinos.

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