espectaculos

Sábado, 16 de abril de 2011

MUSICA

La primera guitarra

“Me la regaló un viejo en Balcarce (donde trabajaba en la cosecha de la papa), un paisano que se estaba muriendo. ‘Llevate la guitarra, pibe. Dentro de poco no me va a servir para nada.’”, emula nuevamente Cabral, esta vez la voz del anciano. “Cantaba milongas de Yupanqui, pero nadie me decía que era afinado. Gustaba lo que decía. Una de las primeras milongas que escribí versa: ‘Qué puede cantar la luna/ que no sean soledades,/ qué puede cantar el sol/ que no sean voluntades,/ qué puede cantar el hombre/ que vive entre sol y luna/ que no sea la esperanza/ mezclada con amargura./ A veces cuando me olvido/ que vivo entre noche y día/ impulsado por los sueños/ sólo canto a la alegría./ Nadie me puede mentir/ que la alegría es ajena/ pues todo lo han confirmado/ mis ojos y mis venas./ Antes de volver al fango,/ mi abuelo me dio el secreto:/ la verdad tiene mil puertas/ y la llave es de los muertos.’”

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