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Viernes, 29 de julio de 2011

MUSICA

Una fiesta en Cadillac

¿Cómo vivió la vuelta de los Cadillacs?

–Sin dudas fue lo mejor que me pasó en la vida. En todos los ámbitos. Fue tremendo, dramático, porque después de once años fuera de los Cadillacs, volví a tocar sin esquivar los problemas sino encarándolos. Hicimos 54 shows, se nos murió uno en el medio (el percusionista Gerardo “Toto” Rotblat), teníamos un montón de canciones nuevas, así que no fue un regreso nostálgico en lo más mínimo. Fuimos a buscar la corona que nos correspondía, y cortamos casi un millón y medio de tickets en 54 shows. No hay muchas bandas que puedan hacer eso, y no por los números, sino por volvernos a hacer amigos... fue la salvación del alma. No hubo un show malo, un problema, una discusión. Mejor dicho: hubo miles de discusiones, pero todas con buena onda. Con Toto habría sido todo más que perfecto.

–Flavio, que escribió el libro sobre la gira (Crónicas del León), dice que le habría gustado tener algo malo para contar, pero no había nada.

–El final de los Cadillacs tuvo mucho que ver con el final de la juventud. Empezamos a tocar cuando éramos adolescentes y de repente hubo que cargar con todo. Nadie entendía nada, y se pagó caro. Yo lo pagué caro porque me perdí de una etapa que fue increíble: los dos discos que grabó Ariel (Minimal) son los mejores. Me quería matar, pero no de resentimiento, sino de bronca. Canalicé todo en Cienfuegos.

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