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Martes, 30 de abril de 2013

MUSICA

La ficha

El trayecto de Raúl Porche-tto hacia el hoy arrancó a principios de los setenta. Con apenas 22 años, editó Cristo Rock, una elegía folk al misticismo que iba a nutrir buena parte de su obra y que lo iba a posicionar, junto al fugaz paso de Reino de Munt, entre los músicos clave del Acusticazo, cuya muestra más acabada fue la aparición en bloque –disco incluido– de los folkies de la hora: León Gieco, Charly García, Nito Mestre y María Rosa Yorio. Tras tal emprendimiento, cada quien siguió su curso y en el caso de Porche-tto fue a través de tres discos interesantes –Chico Cósmico (1977), Volando de vida (1978) y Mundo (1979)–, que fueron preparando el plafón para su hora más popular: la de principios de los ochenta. Los últimos años de la dictadura, más la necesidad de oír testimonios ro-ckers en castellano y escuchar algo que contemplara la posibilidad de una paz poética, fueron la base necesaria para que discos “modernos” como Metegol (1980), Televisión (1981), Che Pibe (1982) y, sobre todo, Reina Madre (1983), lo posicionaran como uno de los artistas de rock más populares y exitosos de la época. Fue el momento en que trabó talentos con los futuros G.I.T (Pablo Guyot, Alfredo Toth y Willy Iturri) y en que su obra alcanzó su momento más prolífico. Luego, pese a la buena recepción de trabajos como Noche y Día –el del hit “Bailando en las veredas”, que Porchetto luego grabaría con su amigo Sandro–, el cantautor fue corriéndose, un poco por decisión propia y otro por los movimientos de contexto, de los lugares centrales del planeta rock para finalizar el siglo entre discos con menos impacto popular –Caras de la guerra (1990), Altas cumbres (1992)–, una ambiciosa obra sinfónico-coral de cinco movimientos que el mercedino escribió para que ejecuten, entre otros, el coro Kennedy, Angel Mahler, Jairo y Guillermo Guido, y giras por el interior del país. Con el comienzo del siglo, Porchetto publicó el bien crítico Centavos de amor y tras un parate prolongado, volvió al ruedo con Yo soy y Dragones y planetas, disco impulsado por una corazonada dolorosa y un impacto vital a la vez: la muerte de Sandro.

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