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Viernes, 10 de enero de 2014

MUSICA

Desde Cartagena de Indias

Un hilo de sonido. La melodía apenas, lenta. Lentísima. Una sola voz, en el bandoneón, sin acordes, despojada hasta el borde de la desnudez, canta “Sur”. Después llegan los acordes, y la guitarra y el contrabajo. Rodolfo Mederos, junto a Armando de la Vega y Sergio Rivas, detiene la respiración de más de mil personas, en el gigantesco auditorio de Getsemaní. Y la ovación de pie da cuenta de algo así como un milagro.

Es que la intimidad, la renuncia a los efectos, la ausencia de concesiones de cualquier clase, de un espectáculo que cifra toda su fuerza en unos tangos, valses y milongas tocados casi como en un viejo patio, y en un poeta leyendo a Gelman, encantó –en un sentido literal– a un público popular, que llenó el teatro atraído por el tango y se fue de él invadido por una nueva clase de emoción. El lector, en este caso, fue el poeta colombiano Juan Manuel Roca, a quien Juan Gelman designó como su reemplazante al saber que no podría viajar. Dichos, no declamados, versos como aquel “esa mujer se parecía a la palabra nunca” se entrelazaron con la música del trío de Mederos, obrando un sortilegio singular.

Como interludios entre los poemas, a veces como figura de fondo, el bandoneonista y su grupo entretejen un mundo de sutilezas que, no obstante, jamás renuncia a eso que, a falta de palabra mejor, en el tango se sigue llamando “roña”. Por fuera, no hubo artificios. El poeta sentado tras un escritorio. Los músicos tocando, sin alambicamiento y con la máxima de las naturalidades un repertorio que aman –u otro, compuesto para la ocasión, que lo evoca– con arreglos que no traban jamás la fluidez, pero aprovechan al máximo las posibilidades brindadas por la conformación instrumental.

Ni el contrabajo ni la guitarra aparecen constreñidos a funciones de acompañamiento puro y, frecuentemente, comentan la melodía, toman el papel protagónico y se entreveran en el canto con el bandoneón. La misma mesura –una mesura no carente de emoción, en todo caso– estuvo presente en las palabras que el bandoneonista dedicó al público colombiano. “En este mundo en que frecuentemente son otros los que buscan imponernos sus músicas y sus costumbres, gracias por permitirnos compartir con ustedes esto que amamos y que es nuestro.”

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Mederos magnetizó al gigantesco auditorio de Getsemaní.
Imagen: Télam
 
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