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Martes, 26 de agosto de 2014

LITERATURA › OPINIóN

Antes y después

 Por Martín Kohan *

Uno de los finales más desoladores de toda la literatura de Cortázar, y acaso de toda la literatura argentina, es el del cuento “El otro cielo”. Ninguna catástrofe acontece, ninguna tragedia inaudita se desencadena; al contrario, lo que indica ese final es que la más chata de las normalidades acabará por prevalecer. El mundo de las ilusiones (con un nombre de mujer: Josiane, y un nombre de ciudad: París) se ha agotado. Lo que queda es esa rutina agobiante de tedio y cotidianidad que cierra el paisaje del relato.

Las últimas palabras del cuento dicen: “... y me pregunto sin demasiado entusiasmo si cuando lleguen las elecciones votaré por Perón o por Tamborini, si votaré en blanco o sencillamente me quedaré en casa tomando mate y mirando a Irma y a las plantas del patio”. Es decir que esa melancólica atmósfera de pérdida de ilusiones se entrevera con las cavilaciones de una decisión política inminente. El personaje del cuento no sabe aún qué es lo que hará con su voto; no obstante, para el caso, ya vive en la resignación. El lector, en cambio, ya sabe qué pasó en esas elecciones nacionales (el cuento se publica en 1966); ya sabe que el que ganó es Juan Perón, ya sabe que el peronismo estaba de esa forma empezando.

Las dudas sobre la votación parecen pertenecer, en principio, a esa esfera de vida trivial en la que el personaje ha quedado atrapado. A la vez, evidentemente, no se trata de una mención cualquiera. El antes y el después que dan forma al cuento entero bien podrían ser pensados, a partir de esa frase final, como un antes y un después del peronismo. Y en el antes del peronismo, un mundo feliz pero perdido, perdido y añorado, motivo de esa nostalgia que Cortázar expresó como pocos.

No es un mundo que se alejó en el espacio, como corresponde a las añoranzas del exiliado. Es un mundo que quedó lejos en el tiempo. ¿El peronismo no sería su frontera? Cuando Cortázar publica “Torito”, en 1956, hay por caso un campeón mundial argentino, que es Pascual Pérez; y hay un ídolo popular que apenas acaba de retirarse, que es Gatica. Pero Cortázar prefiere retroceder, volver a los años ‘20, evocar a Justo Suárez. En “Las puertas del cielo” hay un cielo perdido, al igual que en “El otro cielo”, y es el de la felicidad desmesurada de los carnavales populares. Pero Cortázar les pone una fecha: 1942, que podemos, según creo, interpretar como fecha de vencimiento.

Para otros lo popular ha de ser, de por sí, una certeza o una fe. Para Cortázar, que no era peronista, o porque no era peronista, fue un objeto de nostalgia, un objeto de deseo, un objeto de reflexión.

* Escritor.

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