–Usted estuvo en la saga de Matrix, en 30 Days of Night: Dark Days y en Lost, ahora está en Constantine. ¿Por qué tanta atracción por lo sobrenatural?

–(Se ríe.) No tengo la menor idea, jamás me imaginé que iba a tener tanto de esto en mi carrera. Lo único que siempre quise fue tener trabajo y que fuera interesante... Excepto por Matrix, hubiera hecho cualquier cosa por estar ahí (risas). Cuando tengo opción, trato de hacer cosas que sean entretenidas. Lo que me atrae de los programas o películas sobre lo ultraterreno es que sirve para hacernos preguntas sobre nuestras vidas.

–Sobre Lost. Lo que pasó es que yo estuve en la segunda y la tercera parte de Matrix, que no fueron tan bien recibidas como la primera, aunque a mí me gustaron. En cambio, Lost se convirtió en un fenómeno enorme, así que me preguntan mucho más.

–Estoy feliz, por supuesto. Alrededor del tiempo en que empezó el programa, y especialmente en la televisión de las cadenas, ya no sólo en el cable, empezó a haber grandes guionistas. Fui parte de Oz, que fue el primer drama en la televisión por cable. Hasta ese momento había comedias, pero nadie había hecho un drama como ése: fue el que le abrió la puerta a Los Soprano y todo lo que vino después. Y lo mismo pasó con Lost: nos dimos cuenta de que se podía narrar de otro modo, yendo hacia adelante o atrás en el tiempo. Me siento muy afortunado de haber podido ser parte de uno de esos programas que tenían personajes tan cautivadores.

–Tuve la suerte de haber tenido éxito en el comienzo de mi carrera, con Romeo + Julieta, así que cuando pasó lo de Lost no enloquecí tanto, pero sí estaba un poco sobresaltado y me hizo resguardarme, estar seguro de que mis hijos y mi esposa estuvieran bien. Tampoco era que tenía stalkers ni nada de eso, pero se pone un poco complicado cuando un programa es tan exitoso como Lost: en cualquier lugar al que vayas, la gente está grabando cada cosa que hacés. Y eso es un poco delirante...