El dueño de la fábrica, Klaus Miller, se reúne con el liquidador Franco Uribe para cerrar el trato con el cual van a generar una quiebra fraudulenta de la textil.

Franco Uribe: –¿Piensa indemnizar a los despedidos o correrá sangre?

Klaus Miller: –¿Tengo cara de San Cayetano yo?

F. U.: –No juzgo apariencias.

K. M.: –¿Usted tiene cargos de conciencia?

F. U.: –Tampoco. El cliente es mi patrón.

K. M.: –Bue, que corra la sangre, entonces.

F. U.: –En ese caso, el tendal que vaya dejando, yo se lo ordeno.

K. M.: –¿Tendal? Qué palabra admirable y tan olvidada. ¿Cómo sería la metodología?

F. U.: –Muy simple. Usted me nombra su gerente de Recursos Humanos y yo soy la manzana podrida que pudra al resto. Genero malestar, infiltro gente, hago ajustes y con el talento de mi consultora llevo a su empresa a la quiebra.

K. M.: –Una estafa.

F. U.: –Legal, la mejor estafa es una quiebra. Señor Miller, será un honor hacer el trabajo sucio por usted.

K. M.: –Y para mí un placer pagarle.