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Jueves, 26 de octubre de 2006

CINE › UN FILM QUE CUESTIONA AL ESPECTADOR

El cuerpo, la edad, el dinero, la moral

 Por L. M.

En El empleo del tiempo, el extraordinario film anterior de Laurent Cantet, el protagonista lograba encontrar –en los pliegues del sistema– su pequeño, secreto refugio personal fuera de la norma, lejos de las demandas familiares y del agobiante mundo del trabajo. En Bienvenidas al paraíso, ese refugio es una idílica playa de Haití, frecuentada por un grupo de mujeres maduras, que buscan alejarse por unos días de sus grises rutinas cotidianas en el mundo desarrollado. El ocio y el sol se completan a su vez con la oferta sexual de los jóvenes muchachos locales, que se ofrecen mansamente a sus fantasías por un puñado de dólares. Sin embargo, sería un recorte demasiado estrecho limitar el alcance del nuevo film de Cantet a la mera denuncia del turismo sexual. Vers le Sud (el título original sugiere mejor ese tráfico de sentimientos entre dos mundos desiguales) es bastante más complejo que eso y viene a poner en cuestión la relación del espectador con el cuerpo, la edad, el dinero y la moral, al mismo tiempo que resiste la tentación de juzgar a sus personajes.

El eje del film son tres intensos monólogos, suerte de confesiones personales en las que Brenda (Karen Young, una revelación), Sue (Louise Portal, de Las invasiones bárbaras) y Ellen (gran trabajo de Charlotte Rampling) van dando cuenta a cámara de sus pensamientos más íntimos y de sus deseos sexuales, con un grado de franqueza y brutalidad absolutamente infrecuentes en personajes femeninos. Proveniente de algún suburbio residencial del Medio Oeste norteamericano, donde no es difícil imaginar sus frustraciones, Brenda deja ver una personalidad conflictuada, con tendencias masoquistas; por el contrario, Sue, siempre alegre y desinhibida, no parece tener demasiados problemas con su cuerpo, entrado en años y en carnes; mientras que Ellen, de la orgullosa aristocracia bostoniana, pretende dominar como una reina ese gineceo que se agita entre las sombrillas y las palmeras del Hotel Petit Anse. A su vez, el eje alrededor del cual giran las tres, como planetas desorbitados alrededor de un sol negro, es Legba (Ménothy Cesar), un muchacho simple y apolíneo, que como tantos otros les vende a esas mujeres ricas su único capital: su cuerpo y su juventud.

Con una sorprendente habilidad, Cantet logra ir sorteando todos y cada uno de los clichés en los que era fácil caer en este tema, desde el discurso políticamente correcto en contra de la explotación sexual hasta el regodeo en el voyeurismo y la sordidez. Por el contrario, el director prefiere tomar sus riesgos y mostrar a sus personajes libres –al menos por un tiempo– de toda culpa y tabú. En ese edén turístico, lejos de cualquier realidad, cada uno parece encontrar lo que busca: las mujeres ricas del norte, su sexualidad, su autoestima e incluso sus sentimientos, que creían dormidos, y el pobre Legba un refugio, aunque más no sea provisorio, de la miseria cotidiana y de la violencia de los “tontons macoutes” de “Baby Doc” Duvalier (la película transcurre a fines de los años ’70, pero nada indica que no podría suceder también hoy). De ambos lados, hay deseos y la imperiosa necesidad de satisfacerlos, contra una realidad mezquina, que va conformando distintos tipos de dominación.

Las tres actrices son magníficas, pero resulta difícil no referirse en particular a Charlotte Rampling, que ya venía de dos estupendos trabajos para François Ozon (Bajo la arena y La piscina). En un film que la exige como pocos, su personaje, a pesar de su aparente aspereza y cinismo, termina mostrando su fragilidad, en lo que pasa de ser una mera fijación sexual a un amor no por tácito menos apasionado y doloroso.

8-BIENVENIDAS AL PARAISO

Vers le Sud, Francia, 2005.

Dirección: Laurent Cantet.

Guión: Laurent Cantet y Robin Campillo, basado en tres relatos de Danny Laferrière.

Fotografía: Pierre Milan.

Intérpretes: Charlotte Rampling, Karen Young, Louise Portal, Ménothy Cesar, Lys Ambroise, Pierre Olmo Díaz.

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Charlotte Rampling y Ménothy Cesar, tráfico de sentimientos entre dos mundos desiguales.
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    Por L. M.
 
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