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Viernes, 20 de julio de 2007

PLASTICA › STREET ART EN EL ROJAS

La reivindicación oficial del graffiti

Los artistas Pum Pum, Diéguez, Nasa y Brook exhiben sus obras en el espacio de arte dependiente de la Universidad de Buenos Aires, ampliando los alcances del género. De ese modo reivindican una disciplina que aún sufre el estatuto –cuando se imprime sobre paredes públicas– contravencional.

 Por Julián Gorodischer

El artista plástico y curador Máximo Jacoby se estrena como coordinador del Area de Artes Visuales del Centro Cultural Ricardo Rojas con Street Art en el Rojas, la jugada apuesta de la incorporación del arte callejero a la sala de exposiciones, luego de experiencias aisladas de inclusión de stencil y grafiti en ámbitos privados, como el Centro Cultural Borges o la galería Hollywood in Cambodia. Pum Pum lleva, como se esperaba, a la pared blanca que luego será gris (por la dificultad de tapar el aerosol con pintura blanca, cuando la exposición se levante) su rubísima Big Flequi, como una medusa envuelta en sus mechas, en las que a veces elige sobreimprimir, esparcida como extensiones, su propia firma. Lo justifica, simplemente, argumentando que le causa risa. “Hay muchos artistas que eligen a un personaje en particular que los representa y lo utilizan como un sello particular –cuenta Ezequiel Black, cocurador junto con Jacoby de la muestra–. Pum Pum tiene a Big Flequi, y a mí me parece que viene con influencias del pop japonés, del animé, el manga, de todos aquellos personajitos simpáticos y regordetes.”

M. J.: –Es la posibilidad de crear un híbrido entre cultura japonesa, herramientas digitales, Sarah Kay o Hello Kitty. Tiene alguna relación conceptual con lo que pasa con Diéguez: se conectan cuando él elige a American Dad como personaje. En su mural, toma ese rostro y lo acompaña de su tag.

En la pared se ve el enorme personaje extraído del dibujo animado, citando al pop estadounidense, pero en un extraño contexto que le brinda la gigantografía de la palabra “Die” (¿media firma del autor?, ¿muerto en inglés?), un chorro de sangre y los colores estridentes de un aerosol que ni en un callejón oscuro y de paso rápido pasaría inadvertido ante la mirada de un paseante cualquiera. En cualquier caso, no abundan en las calles o en la muestra referencias autóctonas a ningún emblema de un pop criollo que podría abarcar a Patoruzú, y no mucho más.

M. J.: –El graffiti tiene una tradición norteamericana muy fuerte.

E. B.: –Pero la muestra en el Centro Cultural Borges del grupo Buenos Aires Stencil trabajaba con la idea del malón y cubiertas que se prendían fuego. Ellos abordaron más lo local, en ese sentido.

M. J.: –Hay un mundo de imágenes y objetos para utilizar, y se modificó la noción de apropiación. No creo que a alguien se le ocurra poner a Patoruzú. Nosotros, en la Argentina, no tenemos un pop local de consumo masivo. Está, eso sí, el trabajo fotográfico de Marcos López, pero profundamente intelectualizado; responde a una visión más cerrada, el menemismo, Miami como ejes. No está en la piel de la ciudad.

–¿Cómo presentarían a los otros dos artistas, Brook y Nasa?

E. B.: –Brook es el más combativo en cuanto a su forma de expresión; no muestra la cara. Pum Pum tampoco la muestra, pero lo hace más por vergüenza; él, por ideología. Hace un graffiti clásico; en cambio, Diéguez lo cruza con el pop. Brook tiene un fuerte grupo de pertenencia; se acompaña de gente que canta, baila y pinta.

M. J.: –De él me interesa que se bandea pintando trenes, una contravención, pero al mismo tiempo piensa que cualquier espacio es decorable. Se están redefiniendo los ideales de belleza; cambia el canon con el cual todos nos criamos.

E. B.: –Nasa, por último, tiene un personaje fijo, calavero, y maneja una concepción distinta de los espacios, con influencias extrañas. Maneja bien los equilibrios; la paleta de colores es otra cosa; está influenciado por la historia del arte tradicional, pero combinada con cierta actitud callejera influida por corrientes estéticas institucionalizadas.

M. J.: –Los cuatro ingresan al lugar de la universidad; su condición ilegal es el aspecto que menos me interesa. Se dirime en la cuestión de la norma. El nivel estético, en cambio, es profundo; llega más allá del supuesto acto vandálico. No descubrimos un fenómeno; no hay ninguna novedad en la tendencia; pero sí hay algo nuevo en la muestra en sí. Es la llegada del arte callejero a un lugar institucional.

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Máximo Jacoby y Ezequiel Black, los curadores de la muestra.
Imagen: Sandra cartasso
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    Por Julián Gorodischer
 
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