futuro

Sábado, 25 de enero de 2003

CIENCIAS COGNITIVAS: CONEXIONES DEBILES Y METAMEMORIA

En la punta de la lengua

Por Raul A. Alzogaray

Seguro que le pasó muchas veces. Usted quiere recordar una palabra pero no puede. Tal vez el apellido de un actor, el nombre de un lugar, cualquier cosa. Uno siente que la palabra está ahí nomás, en la punta de la lengua. Pero no hay caso. Otra palabra, que no es la que uno está buscando, viene a la mente. Intenta apartarla, pero no se va. Es una palabra-pantalla que oculta a la otra, la correcta. ¡Qué frustración!
Esa capacidad, que le permite saber que sabe algo, se llama metamemoria. ¿Suena extraño, no? Uno “sabe que sabe algo” que, sin embargo, no puede recordar. Y más todavía: a veces hasta sabe cuántas sílabas tiene la palabra o con qué letra empieza. Aun así, no logra recordarla.
Los psicólogos experimentales estiman que al menos una vez por semana nos invade esa sensación de tener una palabra en la punta de la lengua (PPL). Y habrá notado que la sensación suele ser correcta, porque más del 90 por ciento de las veces se termina recordando la palabra (eso sí, al día siguiente o unos días después, cuando uno ya se olvidó del asunto).

Memorias fragiles
Los especialistas creen que pronunciar una palabra requiere el cumplimiento de varios pasos:
Paso 1: el cerebro busca en la memoria el concepto que quiere expresar.
Paso 2: cuando lo encuentra, activa la conexión que asocia ese concepto con la palabra que lo representa.
Paso 3: entonces activa la conexión entre la palabra y los sonidos que la forman.
Ahora sí, está todo dado para que la palabra sea pronunciada.
Esta hipótesis sostiene que las conexiones poco usadas se debilitan y al cerebro le cuesta más activarlas. Por eso se puede tener el concepto (paso 1) y una idea de cómo se escribe la palabra (paso 2), y sin embargo no se la puede pronunciar completa (porque no ocurre el paso 3).
Las psicólogas Deborah Burke (Colegio Pomona, California) y Lori James (Universidad de California en Los Angeles) idearon un experimento para poner a prueba la hipótesis. Consiguieron 72 voluntarios y les hicieron 114 preguntas de conocimiento general (en un estudio previo habían determinado que esas preguntas tenían una alta probabilidad de producir la sensación PPL). Separaron a los voluntarios en dos grupos y les hicieron leer, antes de cada pregunta, una lista de palabras. Al primer grupo le hicieron leer palabras fonéticamente relacionadas con la respuesta correcta. Al segundo grupo le hicieron leer palabras sin relación fonética con la respuesta.
Un ejemplo: a los voluntarios del primer grupo les hacían leer en voz alta la siguiente lista: familia, demolición, hereje, afiliado, memorable. Luego les preguntaban: ¿cómo se llama la enfermedad que se caracteriza por la dificultad de la sangre en coagular? La respuesta es hemofilia. Esta palabra está formada por cuatro sonidos –[he], [mo], [fi], [lia]–, y que cada uno de ellos aparece en alguna de las palabras de la lista. A los voluntarios del segundo grupo les hacían la misma pregunta, previa lectura de una lista de palabras en las que no aparecía ninguno de los sonidos de “hemofilia”.
Los voluntarios que leían las palabras fonéticamente relacionadas con la respuesta eran los menos propensos a experimentar la sensación PPL. La interpretación de las investigadoras es que la lectura de la lista activaba conexiones que inmediatamente debían ser usadas para responder la pregunta. De esa manera, la sensación PPL no se manifestaba. El resultado estaba de acuerdo con la hipótesis.

Espiando al cerebro
En tanto, en la Universidad de Harvard, Anat Maril y sus colaboradores espiaron lo que sucede en el cerebro humano cuando experimenta la sensación PPL. Para eso, usaron una técnica de resonancia magnética que permite visualizar en color los cambios en el flujo sanguíneo. Encontraron que al producirse la sensación PPL se encendía parte de la capa más externa del cerebro de los voluntarios (llamada corteza cerebral). Estudios previos habían relacionado esa región del cerebro con el análisis de información conflictiva. Otras tres zonas del hemisferio derecho se encendían al encontrar la respuesta. Las investigadoras creen que esas tres zonas representan el esfuerzo del cerebro por encontrar la respuesta correcta.
Podría preguntarse si la próxima vez que uno experimente una sensación PPL va a ponerse a pensar en todo esto. ¿Quién sabe? No sea cosa que usted sintiera una... una..., eeeh, ¿cómo se decía?...

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