futuro

Sábado, 21 de junio de 2003

El impulso de preguntar

–¿Se puede reconocer que algún tipo de personalidad puede ser más adicta que otra, o todos somos potencialmente adictos?
Borda: –Simplemente, todos podemos ser drogadictos, pero a mí me parece que el problema fundamental es la familia, la falla está allí (...).
Ballester: –Alvin Toffler habla de la organización de la droga frente a la desorganización de la familia. Dice que, porque los padres trabajan o buscan trabajo, sucede que los chicos están solos, piden la pizza por teléfono y viven mucho tiempo solos. En cambio, lo que venden droga son los que ponen los límites: “ojo con no pagarme”, y en definitiva son los que ponen los horarios y etc., entonces el organizador de la vida es quien vende droga y no la familia.
(Al doctor Borda): –¿No le parece un poco apresurado decir que la culpa es de la familia, teniendo en cuenta la progresiva declinación de las condiciones socioeconómicas que han hecho pomada al 50 por ciento de la población argentina y aislado de la cultura y la educación? Y también quería saber si el psicólogo Ballester comparte semejante criterio.
Borda: –Lo que pasa es que lo que usted dice no es un atenuante, por más malas que sean las condiciones de ambiente no modifican las responsabilidades que tienen los padres. Esos son argumentos falsos...
–Apenas se ha hablado de otro tipo de adicciones que no sean las propias de la droga. Quiero decir, no han contemplado hábitos como impulsos sexuales desmedidos, la idea de mirar televisión... ¿existe algún tipo de mecanismo químico que regule estas ansias adictivas?
Borda: –Yo eso no lo sé. No sé si hay compuestos químicos haciéndonos poner frente al televisor. Lo que sí sé es que para aparearse los mamíferos inferiores necesitan de una química especial, hay una sustancia (las feromonas) que cuando es liberada por la hembra impulsa al macho a aparearse. Nosotros, que somos mamíferos superiores, no sé cuál es el mecanismo que tenemos. Sin dudas tenemos feromonas, pero la vida social, con desodorantes, colonias y perfumes hace que todos tengamos olores parecidos. Lo que también puedo decir es que los individuos caen en la tentación de usar anabólicos (parientes de las hormonas sexuales como la testosterona) por ese ideal de cuerpos musculosos, y eso trae como resultado algunos problemas sexuales que pueden hacerse graves.
–¿Cómo interviene la espiritualidad en todo el problema de las adicciones?
Ballester: –Yo dirigí una comunidad terapéutica durante dos años y mi experiencia es que las personas que llegaban con educación religiosa no tocan fondo, porque la drogadicción es una enfermedad que también denigra la condición humana. Por otro lado, en tratamiento, las personas con religiosidad se recuperan con mayor velocidad y seguridad.
Borda: –Pero también hay que decir que en ocasiones la religión juega en contra. Cuando la persona religiosa busca el misticismo, probablemente, entra en la drogadicción, porque con el ácido lisérgico, o con una droga holandesa que se llama “angel dust” (polvo del ángel) que es un sintético que ayuda a la tarea mística, porque hace que los individuos crean que están ante Dios.
Ballester: –Cuando Timothy Lear creó el LSD, primero suponía que era una droga para estudiar mejor, pero después se dio cuenta de que con las alucinaciones podía crear una nueva religión y bueno, la hostia de la comunión era el ácido lisérgico, que hace ver a los ángeles y sus parientes.
–¿Se puede considerar a las PC y la Internet como adicciones?
Ballester: –Al respecto, recuerdo esa leyenda de “winners don’t use drugs” (los ganadores no se drogan) que aparece en los videojuegos... ¡cuando uno perdió! De modo que está algo así como habilitando el consumo, una vez perdido el crédito del juego. Y recuerdo también un cuento de Ray Bradbury, incluido en el libro Las maquinarias de la alegría, en el que progresivamente una persona va introduciéndose cada vez más en la máquina y empieza a no estar con su familia, a comer allí, en la máquina, porque cada vez le cuesta más salir de esa alegría, y se entristecía al salir. El cuento termina en que uno se da cuenta de que en realidad era la máquina de la tristeza, ya que transforma al resto de la vida en algo triste.
–Y si resulta que esa persona elige la máquina de alegría porque le gusta y lo hace a conciencia, digamos, ¿qué tendría de malo?
Ballester: –En principio, es malo socialmente, porque esa persona afecta a los demás, así como yo no puedo en el piso de arriba fabricar cartuchos de dinamita porque es un peligro para el de abajo. Una persona en un estado de obnubilación puede causar accidentes, para sí mismo o para terceros.
Borda: –Pero, además, ese individuo está enfermo. Elige, sí, pero está enfermo. Entonces, no le puede hacer bien. La toma por un déficit, un problema, entonces tenemos que explicarle que eso no es bueno para su vida.
–¿Existe algún factor genético que predisponga a las adicciones?
Borda: –Usted sabe que la medicina, a medida que avanza la investigación científica y con el descubrimiento del genoma humano, tarde o temprano algo se va a terminar descubriendo. Como farmacólogo puedo decirle que llegaremos, casi seguro, a encontrar el gen que codifica no sólo las adicciones sino también toda nuestra actividad emocional, pero no sé más que esto.
Ballester: –Sin embargo, hay hermanos gemelos, uno de los cuales es alcohólico y el otro no.

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