“Artículos de uso diario adoptan nuevas personalidades: cordones devienen plato de fetuccini, una esponja se convierte en cerveza, fósforos se vuelven grasosas papas fritas, e hisopos representan un nutricio coliflor”, enumera el sitio arty Design Boom al destacar algunas de las simpáticas obras de Kristina Lechner, una diseñadora, fotógrafa e ilustradora de la ciudad Kalamazoo, en Michigan, Estados Unidos, ducha en “cocinar” todo tipo de platos. No comestibles, imposibles de digerir, bien vale aclarar... Después de todo, Food Not Food (en criollo, “comida que no es comida”), su viralizada serie, consta de insólitos objetos cotidianos que la muchacha reutiliza para recrear variopinta pitanza. “No veo las cosas por lo que simplemente son; las veo por lo que pueden ser”, advierte en potencial, previo a declamar cómo la inspiración la rodea. En efecto, trapos, sandalias, lamparitas, chapas de gaseosa, guantes, servilletas, algodón, entre otros, acaban sirviendo para sus tretas gourmet. Que lucen inesperadamente deliciosas, mal que le pese a desprevenidos glotones.

“Nunca he sido capaz de cocinar (¡quemo todo!), pero siempre he apreciado la belleza de ciertos platos, valorado el arte que implica la cocción”, ofrece Lechner, que toma revancha de su inexperiencia culinaria a través de obras miniatura, capaces de tentar a las más reacias papilas gustativas. Mientras, en miras del éxito de su iniciativa, Kristina promete ampliar el menú, amén de llenar el voraz apetito de los varios miles que siguen su cuenta Instagram. Y aclara: “Inicialmente, concebí esta serie como un mero ejercicio que permitiera desperezar mi creatividad, pero terminó siendo un juego tan divertido que no pienso abandonarlo en lo inmediato”. Más imaginería gastronómica (a base de hilos, gomas de borrar, jabones, corchos, baterías de celular, etcétera) en @kristinalechner o designbykristina.com. Ñam, ñam, ñam.