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Viernes, 19 de agosto de 2016

PERFILES

Todas conectadas

Feliciana Bilat

 Por Flor Monfort

El sábado a la tarde empezó a circular la noticia de que Feliciana Bilat había sido detenida. La red de mujeres que teje lazos entre activistas, organizaciones y tantxs que formamos parte de la trama que nos une con mucha más contundencia desde Ni una menos se movió rápido. En pocas horas se tejió una voz que escribe nuevos capítulos en una historia que tiene al 30 de abril de 2010 como nefasto punto de partida para Feliciana. Mirando la televisión con su hija mayor, supo que su ex pareja y padre de sus dos hijas, Nicolás Belardi, había abusado sexualmente de la niña, en ese momento de 4 años. Allí empieza un largo camino que incluye pasillos judiciales, esperas eternas, demoras injustificadas y el mote de “virgen” con risas de fondo cuando Feliciana dijo ante la justicia que había quedado embarazada aún mientras se cuidaba con anticonceptivos. Su hija tuvo el valor de hablar y decir con palabras lo indecible, ese filo insoportable por el que camina la sexualidad cuando de cuerpos de niños se trata y señalar a un hombre que, hasta hoy, sigue gozando de absoluta impunidad. Hace un año, el TOC 17 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires absolvió al pedófilo y cambió las piezas del tablero: Feliciana fue acusada de inducir los testimonios de las niñas, señalada como una persona fría, inmutable narrando los horrores a los que su hija había sido sometida y “demasiado liberal”, entre otras incriminaciones. EL SAP goza de excelente salud y tiene en el caso Bilat uno de sus más drásticos exponentes. Ahora, a pocas semanas de temer lo peor, que un tribunal de Casación ratifique la absolución de Belardi, es atacada por él y su familia y nuevamente calificada culpable.

En estos años, el procedimiento se repitió en la vida de Feliciana y sus hijas: las amenazas, amedrentamientos en la vía pública, miradas e insultos sucedieron muchas veces, siempre en presencia de las menores, aun cuando Belardi conoce de memoria los pasos de ella. Pero esta vez fue diferente: frente a la patoteada y posterior detención la comisaría 10 se llenó de mujeres agitando por Feliciana, hasta el momento imputada por lesiones y en ese momento aislada en una celda contigua a Belardi. Soportó insultos de los cómplices del violento (y de él mismo que al tiempo le gritaba a su hija que la amaba, en un penoso y escalofriante acting victimista), la inacción policial y ese recurso harto repetido para quienes denuncian estas violencias: el escaso valor de las cautelares cuando se intentan hacer valer. Los policías que se acercaron a la escena que duró dos horas de agresiones le decían que la orden estaba vencida, que no era clara respecto de la prohibición de acercamiento.

Así como el caso Belén muestra los buenos y nuevos reflejos del movimiento feminista, la reacción frente a la detención de Feliciana viene a reforzar la sensación de alerta que nuestra autodefensa manda. Y los días posteriores a ese intento de disciplinamiento injusto, no orquestado (porque la efectividad del patriarcado es invisible, no hace falta que Belardi tenga ningún contacto para que la policía y la justicia lo marque a él como víctima y a la madre loca y descarriada como la victimaria), vienen a comprobarlo. La UFEM, la Dirección de Orientación, Acompañamiento y Protección a Víctimas (DOVIC), el Programa Las Víctimas contra las Violencias, el Consejo Nacional de las Mujeres, el colectivo Ni una menos, el CELS, son algunos de los que se movieron rápido, algunos de ellos habían presentado amicus curiae a favor de Feliciana y la revisión de su caso. “Estos días fueron muy difíciles. Hay que seguir en la rutina, el trabajo, el colegio, organizando lo legal no sólo por esta imputación sino por la revisión de las cautelares que llevo encima y por lo que se viene respecto de Casación. La presión del movimiento de mujeres fue clave para sacarme de ahí y de alguna manera pienso que puede servir para enfrentar lo que se viene sin tanta indefensión. Estoy en shock pero ni muerta voy a dejar de luchar por ellas, por todas nosotras”.

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Imagen: Constanza Niscovolos
 
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