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Viernes, 23 de septiembre de 2016

PANTALLA PLANA

Un viva la Peppa

La serie animada Peppa Pig despertó polémicas en todo el mundo y su protagonista fue acusada de ser una “feminista peligrosa”.

 Por Silvina Herrera

Es una cerdita simpática, dibujada con simpleza y en un entorno lleno de colores. Las imágenes no tienen la sofisticación de otros productos modernos, parece que pudiera dibujarlas un niño y llenarlas con tonos primarios y sin vueltas. Esa sencillez convierte a Peppa en un personaje que mantiene a las niñas y niños más pequeños hipnotizados frente a la pantalla. Peppa es risueña, hace lo que quiere y no se deja manipular, suele tratar a su padre de tonto, decidir por sí misma, y tener comentarios que la transforman en una pequeña irascible y mordaz (de ahí su nombre Peppa, que deriva del inglés peppery). Tal vez por estas características la serie despertó polémica entre lxs espectadores y lxs críticos que la acusan de tener “mensajes subversivos” y ser un mal ejemplo para las criaturas. ¿Por qué ahora, a doce años de su salida al mundo? Misterios de la cultura de masas, pero algo del feminismo puesto en agenda permanente tendrá que ver.

El revuelo empezó cuando el columnista del diario australiano DailyTelegraph, PiersAkerman, acusó a Peppa de tener “estremecedoras posturas feministas”. Luego siguió Alex McClintock, del diario inglés The Guardian, quien afirmó que la cerdita “no solo es una feminista sino también una rabiosa socialista marxista-leninista”. Y no lo dijo precisamente como un halago. Giulia Silviero, del diario italiano Il Manifesto, escribió una nota en la misma línea pero algo más de ironía, con el título “Peppa Pig, la feminista peligrosa”.

Al dibujito animado lo crearon en 2004 los ingleses Neville Astley, Mark Baker y Phil Davies, creadores de la serie The Big Knights, y fue presentado por primera vez el 31 de mayo de ese año en Gran Bretaña. Al principio les costó vender la serie, porque tenía una estética muy simple para la época, pero con el tiempo se hicieron millonarios. En Latinoamérica, Peppa desembarcó en 2006 y se ve en más de 180 países, todo un fenómeno de marketing.

La historia está encuadrada en un formato de familia tradicional: un padre, una madre y dos hijos que viven en una casa en la colina, reciclan la basura, cuidan el agua y aman la naturaleza. Además, hay personajes femeninos con trabajos que generalmente se representan con varones como manejar un colectivo o ser bombera. En Peppa Pig los roles no están tan estereotipados. Ella misma se la pasa comiendo y se burla del padre excedido de peso: “No estás muy en forma” le dice entre risas y se enoja cuando le sugieren que ella alguna vez usó pañales. Las historias se encuadran dentro de la vida cotidiana más reconocible: levantarse temprano, ir a trabajar, llevar a los chicos al jardín y pasar un fin de semana de camping: nadie viaja al espacio ni tiene vidas extraordinarias. El lenguaje también es simple y las relaciones entre todos son bastante armónicas y pacíficas, no se ven rasgos notables de violencia o de odio, un signo que suele estar presente en los dibujos animados clásicos como Tom y Jerry o el Correcaminos. Hay una coneja soltera que tiene un montón de trabajos diferentes para poder mantenerse, un hecho que puede resultar “revolucionario” para algunos desprevenidos, como los periodistas que levantaron polvareda.

Las cruzadas contra Peppa se basaron además en que ella reclama demasiado lo que quiere, algo así como “no persigas tus propios deseos” revestido de acusaciones políticas. A pesar de que Peppa se haya vuelto una máquina taquillera de consumo masivo y ya hay hasta obras de teatro en su nombre (que han llegado hasta nuestro país), stickers con los personajes, remeras, tazas y muñequitos de felpa, el hecho de que sea una cerda impertinente que se planta sin titubeos la convierten en un personaje evidentemente revolucionario. El embate conservador la afecta hasta a ella, una cerdita rosa de voz aguda.

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