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Viernes, 8 de octubre de 2004

FAMILIAS

La base del arco iris

La experiencia dice que son muchos los niños y niñas que han crecido junto a parejas que no responden al modelo heterosexual; y que los problemas que enfrentan a lo largo de sus vidas no son distintos a los de quienes gozaron (o padecieron) de familias supuestamente “normales”. Un proyecto de ley propone equiparar los derechos de quienes quieren ser padres o madresmás allá de su orientación sexual.

 Por Sonia Santoro

Cecilia estaba segura de poder criar a su hija junto a otra mujer. De ser dos mamás para una beba. No temía para ella el supuesto estigma de ser hija de dos mujeres. Sin embargo, el día en que fueron a anotarla a la escuela preguntó a la directora:
—¿Qué pasa si una madre dice que saquen a mi hija porque no quiere que su hija se vincule con “esta gente”?
La directora dijo: —Se tendrá que buscar otra escuela.
Después, Cecilia nunca más sintió miedo. Como no lo tuvo Mónica, que crió a un hijo, gestado y parido junto a su ex marido, con otra mujer.
Los temores parecen estar del otro lado. Miedos de toda calaña se desatan cuando se piensa en un niño en manos de una pareja del mismo sexo. Los hay producto del desconocimiento (¿qué motivos ocultos los llevan a querer criar a un hijo?), del prejuicio, (¿se volverá homosexual como sus padres?) y hasta del morbo (¿los adoptan para abusar de ellos en truculentas noches?).
Tratando de desbaratarlos, la Comunidad Homosexual Argentina iniciará un debate en torno de la adopción con la presentación en 15 días de Adopción. Proyecto de Ley Nacional de Unión Civil, un libro que recopila más de 20 ensayos de especialistas que dan cuenta de la experiencia de parejas del mismo sexo. El objetivo será crear las condiciones para que el proyecto de ley que llevaría la unión civil a todo el país pueda ser aprobado en poco más de un año. La reciente modificación al Código Civil español, que reconoce el matrimonio entre parejas homosexuales e iguala sus derechos con los de los matrimonios heterosexuales (entre otros, los de adopción, herencia y pensión) es un buen empujón para Argentina en esta empinada escalera, en la que el último escalón será seguramente introducir en la sociedad y el Estado lo que los estudios científicos ya han demostrado: que un hijo criado por gays, lesbianas, travestis, transexuales, transgéneros, bisexuales e intersexuales (gltttbi) tiene tantas posibilidades de ser feliz o infeliz, inteligente o no que uno criado por heterosexuales.

Argentina podría convertirse en el primer país latinoamericano en abordar la temática de la adopción por parte de parejas del mismo sexo. España, con la promesa electoral cumplida, se convertirá en el tercer país del mundo, tras Holanda y Bélgica, que permite la plena equiparación de los matrimonios homosexuales. Pero la resistencia de la Iglesia ya se hizo oír. El Foro Español de la Familia inició una campaña de recolección de medio millón de firmas contra la ley.
Los argumentos en contra son los mismos de siempre. Primero, que el matrimonio entre personas del mismo sexo va en contra de la naturaleza. En ese sentido, dice Raíces Montero, compilador del libro de la CHA, se olvida que “ese es un concepto artificial, para un determinado ordenamiento social. Hoy en Marruecos un señor si no tiene dos esposas noes normal, así que el concepto de familia es relativo”. Un paso más adelante ha recordado Daniel Borillo, profesor de Derecho Civil en la Universidad de París y asesor de la CHA en Unión Civil, que el matrimonio es producto de una sociedad machista y homófona y que “cada vez que una minoría reivindicó el acceso, el matrimonio acabó por cambiar su fisonomía. Dejó de ser racista cuando los esclavos y los negros pudieron casarse en las mismas condiciones que el resto de la población. Fue menos misógino cuando las mujeres obtuvieron la igualdad, y será menos sexista cuando dos lesbianas puedan casarse y menos homófobo cuando la orientación sexual deje de ser una condición para la libertad fundamental”.
Los que están en contra intentan defender la presencia de un hombre y una mujer en la crianza, temiendo siempre la desaparición del rol del padre y la imposibilidad de identificación del niño. Lo que no contempla la cantidad de niños que hoy son criados sin el padre o en los que los roles están trastocados porque, por ejemplo, el hombre está desocupado y la mujer es la que sale a trabajar.
Estas investigaciones de las que parte la CHA han determinado que lo que se necesita no es una mamá y un papá sino personas que cumplan esas funciones. “No es un tema de género es un tema de funciones. Esto es tan así que no necesitamos una investigación. Nosotros somos cabal muestra de esto en el sentido que seguramente hemos tenido una mamá con vagina y un papá con pene casados y no necesariamente se han cumplido las funciones”, dice Raíces Montero.
El otro prejuicio, el de que los chicos criados por homosexuales van a ser homosexuales, se cae aplicando la lógica: si todo el mundo es heterosexual ¿de dónde habría salido el primer homosexual? Y en todo caso, “si de una familia de diversidad sexual nace un chico con sexualidad diversa ¿esto es una desventaja? ¿Cual es el problema?”, se pregunta, Favio Rapisardi, coordinador de Area de Estudios Queer UBA-LPP (Laboratorio de Políticas Públicas).
En una investigación parte del corpus, Jesús Palacios de la Universidad de Sevilla, es contundente: “No hay ninguna evidencia empírica en contra de las capacidades como padres y madres de las personas homosexuales; y no hay ninguna evidencia empírica que muestre que los niños y niñas que crecen con padres homosexuales ven perjudicado su desarrollo de una manera significativa, ya sea en el ámbito de su desarrollo afectivo, de su identidad y orientación sexual, de su desarrollo y sus relaciones sociales, que son las áreas habitualmente exploradas”.
El estigma social del que serían víctima estos chicos suele ser otra acusación fuerte. Y la escuela el ámbito más temido. Pero cualquiera que haya pasado por la bendita institución escolar sabe que cualquier nimia diferencia es motivo de discriminación: usar anteojos, ser más alto, más gordo o más estudioso que la media, por ejemplo. Y, como señala entre risas Mónica Arroyo, del grupo Madres Lesbianas Feministas Autónomas, mucho antes de que existiera Marilyn Manson hubo crueldad en la escuela. Con lo cual es un tema que escapa a la adopción de gltttbi y habla de discriminación general.

Mónica remarca todo el tiempo que el suyo es un caso especial, encuadrado en la Capital Federal y dentro de una clase media que aceptó su historia. Lo cierto es que a su hijo, que hoy tiene 21 años y fue criado desde los 7 por dos mujeres, jamás lo discriminaron. En la escuela ella era la mamá y su pareja la tutora y tenían los mismos derechos.
Cecilia y su pareja, Celia, se cuidaron bien de que no hubiera lugar a discriminaciones. Ahora, las dos participan de las actividades de la escuela: Celia hasta dirige el grupo de teatro del jardín. Y se le ensancha el corazón cuando ve a su hija de 3 años jugar a escribir obras de teatro para “mamá Pollo” y “mamá Ceci”, como las llama. La nena, que biológicamente es hija de Cecilia (después de varios intentos frustrados de inseminación en Celia) tiene también algo que se le parece. No le pudodar su apellido, ni su obra social, ni podrá darle su herencia, pero encuentra en ella ese reflejo de sí misma que todo progenitor busca.
“Además nosotras nos manejamos muy naturalmente, lo nuestro será tomado como una anormalidad del montón. Si vos tenés marido no andas diciendo ‘este es mi marido, no es mi amante’, nosotras tampoco. Cuando nos preguntan cuál es la madre. Decimos ‘las dos’ y seguimos hablando. Como a mí esas cosas no me amedrentan, bancátela si no te gusta lo que oís”, dice Cecilia. Para Mónica su pareja con otra mujer se naturalizó como un secreto de familia; de esos que todos conocen pero nadie se atreve a nombrar. Su hijo pudo llamar a las cosas por su nombre a los 11 años, cuando después de algunas jornadas entre mamás lesbianas, Mónica se decidió a decirle que eso que vivía todos los días no era lo que pasaba con la mayor parte de la gente.
“La nena es brillante y no tiene ningún problema de relación”, dice Celia, halagada. Tal vez por lo que Cecilia le inculcó a todas sus hijas (tiene 3 con un matrimonio heterosexual): “Siempre les dije que trataran de ser fieles a sí mismas para ser felices, porque si no siempre depende de lo que opina el resto”. A pesar de que para ella ser madre junto a otra madre no tiene nada que ver con serlo junto a un padre: “Mi marido cumplía el típico rol del hombre, esta es otra historia. Fue y será un aprendizaje. Viste eso de madre hay una sola, ese eslogan se lo gana la madre solamente y andá a decirle a la madre que no; entonces, para a mí es un aprendizaje compartir”, cuenta.

Lo cierto es que lo que la ciencia ha demostrado es que no sólo los niños/as que crecen con madres/padres gltttbi no tienen desventajas con respecto al resto y se desarrollan en forma normal en lo cognitivo, social, emocional y sexual; sino que presentan algunas ventajas: son menos proclives a la proyección discriminatoria y más tolerantes a la diversidad. Además, algunos estudios analizaron qué tipo de relaciones establecían los padres con los niños y se concluyó que estos padres dedican más tiempo a los hijos que los heterosexuales. “Esto puede estar dado por una preocupación excesiva por cumplir el rol o porque como lograr ser padres para estas familias diversas es tan complicado, una vez que lo logran el tiempo que le dedican es mayor”, explica Rapisardi. Lo que, por si hiciera falta, despeja también las dudas en torno del mito de la adopción para abusos: “La mayor parte de los abusos sexuales a menores son cometidos por personas heterosexuales (típicamente, un varón que abusa de una niña)”, concluye Palacios.
El proyecto de Unión Civil Nacional viene a legalizar lo que ya está legitimado. Hace años que parejas gays o lesbianas crían a hijos de parejas anteriores o practican inseminaciones. Y lo de la legalidad es auspicioso, aún para aquellos que no han adoptado la Unión Civil (el asesinato de la sudafricana activista lesbiana Fannyann Eddy producido en estos días viene a recordar que en muchos lugares todavía la discriminación es cuestión de vida o muerte). Mientras María Rachid, de Las Fulanas, intenta una nueva inseminación artificial con su pareja, da su apoyo al proyecto pero cree que “va a ser difícil que se apruebe, no por la sociedad en general que está receptiva, sino porque hay mucha influencia todavía de la Iglesia Católica”.

La nueva ley contemplará la adopción con patria potestad compartida para los o las dos “cónyuges”. Y estaría incluida la coparentalidad, es decir, la posibilidad de que una persona adopte al hijo biológico de su pareja, como sucede actualmente en Estados Unidos; lo que salvaguarda el derecho del niño a mantener relaciones con sus dos padres o madres, más allá de lo que dure la vida de la pareja.
El proyecto tal vez permita ponerse a pensar por qué cuando una pareja heterosexual no puede tener hijos la sociedad suele endilgarles el problema social de los niños abandonados, esto es, la obligación moral deadoptar. Sin embargo, cuando los que quieren adoptar son otro tipo de parejas parecería que es preferible que los chicos estén en la calle o vivan en un instituto en las peores condiciones.
O por qué se olvida, como señala César Cigliutti, presidente de la CHA, que si una pareja de gays o lesbianas, cuando una travesti decide adoptar es, como para una pareja heterosexual “una decisión que requiere de mucho amor, mucha valentía y mucha preparación”. Tal vez no todo el mundo esté preparado para eso, para afrontar el tortuoso proceso de la espera y la difícil tarea de adoptar a un niño o niña como propio. Pero seguramente la variable orientación sexual no tiene nada que ver con esa imposibilidad.

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1)Desde hace cinco años
las familias de diversidad sexual encabezan las marchas del orgullo GLTTBI en Estados Unidos.

2)Marisa y su compañera Myrna, retratadas en 1998, en San Francisco, junto a los dos hijos que adoptaron juntas, gracias a la figura de "segunda adopción" que en el Estado de California, Estados Unidos, permite a los dos conyuges de una pareja –independientemente del sexo de la misma– el mismo derecho a la patria potestad.
 
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