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Viernes, 30 de junio de 2006

LIBROS

El secreto de su éxito

No quiere decir que vaya a funcionar en todos los casos, se sabe que la fórmula perfecta habita el mismo corral que la vaca voladora, pero hay chicas de determinada edad, determinada clase, con determinada experiencia y, por cierto, determinados padres, que se han mirado al espejo para convertir en libro lo que allí vieron ¡y ahora son best-sellers!

 Por Liliana Viola

¿Existe una literatura femenina? ¿La letra impresa deja a la vista los impulsos hormonales y culturales propios de cada género? Suponiendo que la respuesta sea un sí: ¿debemos considerar a Madame Bovary –icono de la psiquis femenina y burguesa del siglo XIX escrita por un señor llamado Flaubert– como una excepción a la regla? ¿Y los policiales –tan masculinos– de Patricia Highsmith o de PD James serían otro engendro de la naturaleza, un desvío de la norma? Estos acertijos que tantos simposios causan tal vez no tengan una sola respuesta. Por eso, así como de los laberintos, decía Marechal, se sale por arriba, lo mejor aquí será levantar una pierna primero y la otra después, como si un alambre de púa amenazara con enganchar las medias, y seguir adelante. Y allí adelante aparece, no hay dudas, una generación de escritoras de entre 30 y 40 años que se lleva los mejores premios literarios internacionales, es traducida a más de veinte idiomas y ve su ópera prima convertida en película o serie de televisión. La crítica, palabras más, palabras menos, destaca en ellas el mismo punto: “Logra un excelente retrato de mujer, sensible, moderna, entra en los vericuetos del alma femenina de hoy”. Ya sea que se refiera a la consagrada japonesa Banana Yoshimoto, a la americana Melissa Bank o a la cubana Wendy Guerra que acaba de ganar el Premio Bruguera con su primer libro autobiográfico ya desde el título: Todos se van. Y aquí otro punto en común: escriben sobre ellas mismas, recostadas en los códigos de la ficción abren al público su universo personal. Más que un esfuerzo de imaginación sus personajes surgen gracias a un registro emotivo del entorno.

Melissa Bank, cuya segunda novela llegará en pocos días a Buenos Aires, adjudica a esto mismo el éxito de su primer libro: “Buscaba escribir algo que resultara realista para mí. Al principio sentía cierto desdén sobre mi propia vida como material de trabajo. Intenté escribir sobre los pobres, las prostitutas, de los cuales yo no tenía la menor idea y por eso no me salía nada interesante”. Fue verse en el espejo y hallar la fórmula de su Manual de caza y pesca para chicas cuyo título ya anuncia una cofradía en problemas y una autora dispuesta a afrontarlos. Con el fantasma de Sex and the City recorriendo nuestro imaginario, las historias de estas escritoras giran en torno de un personaje femenino que lleva el psicoanálisis incrustado en la piel –bien humectada por varias terapias alternativas–. Coinciden a su vez en que las historias presentan el periplo que comienza en la infancia durante los años setenta, el despertar sexual en los ochenta y los dilemas sobre el amor, la familia y la maternidad en los tardíos noventa. Hijas casi todas de padres que abrazaron los ideales revolucionarios, conocen la faceta doméstica y conservan, sobre todo, el punto de vista infantil de una lucha que no niegan rotundamente pero que claramente no terminan de comprender. Es más, bajo la sombra de los muros caídos no resultan reaccionarias aunque muestren las contradicciones de sus padres. La relación con las drogas y con la libertad sexual tuvo en ellas el más crudo exceso allanado por la generación anterior. Ubicadas en un presente que transcurre hoy mismo, los problemas a resolver son cómo ser una mujer feliz en este mundo en el que las grandes batallas parecen haber sido libradas.

Las autoras incluyen en la vida cotidiana de sus personajes tópicos tales como el incesto, el suicidio, la transexualidad, las familias disfuncionales, los hombres que huyen, el abuso sexual, el misticismo. El resultado, según los más fanáticos: “Una sensación de bienestar a la que no estamos acostumbrados”. La idea de que deberíamos experimentar tanto la dicha como la infelicidad buscando el equilibrio ya sea en la cocina, en el gimnasio, en la música, en un poco de alcohol o en los recuerdos lindos.

Banana manía

La autora que a esta altura no sólo es record de venta sino figura de culto, es hija de Yoshimoto Ryumei, poeta y pensador del movimiento juvenil del Japón de los años sesenta. En 1987 Yoshimoto Mahoko –optó por llamarse Banana porque suena mejor– tenía 24 años y era moza en un restaurante japonés mientras en sus ratos libres escribía su primera novela. Kitchen, la de la chica que encontraba la paz y la armonía en la cocina entre ingredientes y electrodomésticos, y que lleva más de sesenta ediciones sólo en el Japón además de millones de ejemplares en el resto del mundo. Hay dos películas basadas en la obra, una de ellas un film para la televisión japonesa. Desde entonces ha producido más de once novelas y otras tantas colecciones de ensayos. Un padre transexual, un chico que se viste con el uniforme escolar de su novia muerta son algunos de los ingredientes que otorgan a sus relatos esa condición de mundo dentro de este mundo. En español están disponibles Kitchen, Amrita y Un sueño profundo editados por Tusquets.

Chicas que buscan y encuentran

La guía de caza y pesca..., que arrasó en Manhattan y luego en el mundo en 1999, recorre las experiencias familiares, las lecciones de vida de una chica que comienza con 14 años y al final del libro llega a los 30 comprobando, para su gran desesperación, que los manuales para casaderas que tanto había evitado durante toda su vida, dan resultado si se los sigue al pie de la letra. Así es como logra “cazar” al hombre perfecto. ¡Horror! El hombre cazado de pronto ha dejado de ser la presa, y en esta reestructuración de expectativas pasa a ser una pieza más de un juego que sigue quedando incompleto. La novela de Melissa Bank que se viene, Un lugar maravilloso, no defrauda a quienes hayan celebrado la anterior, ya que, cortada con el mismo molde, regresa con un personaje que sufre desde la infancia la incomprensión de sus padres, pasea su torpeza por la universidad y luego pasa por sucesivas experiencias amorosas hasta hallar en este camino de aprendizaje –siempre con un tono sarcástico para todo— una manera más amable de encarar lo que venga.

Quedarse en Cuba

Wendy Guerra nació en La Habana en 1970 y allí reside. Su primera novela –Todos se van– tiene la forma de un diario íntimo que abarca desde los 8 hasta los 20 años de una chica que lleva su mismo apellido: Nieve Guerra. ¿Por qué sus padres le habrán puesto ese nombre habiendo nacido en un país tropical? Esa pregunta resume la actitud que la narradora tiene ante todos los acontecimientos que la han ido formando. En las primeras páginas es hija de padres separados que la tironean de una casa a la otra sin preocuparse demasiado por sus necesidades. Un padre golpeador y una madre tan comprometida con la revolución como lunática. A medida que va creciendo se convierte en lo que ella misma define como “una estirpe de mujeres abandonadas desde siempre en este socialismo caribeño que no hay quien descifre”. El haber elegido como epígrafe una cita del Diario de Anna Frank deja constancia de la visión infernal que Guerra nos ofrece de su Cuba.

Esta tendencia, que ya lleva más de una década alentando a las casas editoriales del mundo, no se agota en estos tres nombres, y la calidad de la escritura no siempre es leve. Por eso ahora vuelve, como todo lo que se acalla a la fuerza, la molesta pregunta: ¿Será ésta la famosa literatura femenina? Digamos por ahora, que estas novelas “logran un excelente retrato de mujer, sensible, moderna, entran en los vericuetos del alma femenina de hoy”.

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