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Viernes, 31 de agosto de 2007

MUSICA

Garganta profunda

Con un escándalo por semana, la (ahora) escuálida Amy Winehouse no sólo es una de las protagonistas del nuevo movimiento musical británico. También le da un toque rockero al retro soul con historias de automutilación, alcoholismo y rehabilitación... que vive y canta.

 Por Guadalupe Treibel

Hace rato que la pequeña niña Motown de las islas piratas ha sido desterrada de la inocencia del ’50. Con 23 años, su voz cosecha la gramática de un borracho altanero que habla –con mágica transparencia– del amor, los hombres y el alcohol. Está bien, puede que suela golpear a su marido, pero la chica sabe que nada se interpondrá entre ella y su hombre. Al menos, eso dicen sus canciones. Cuando en 2003 la cantante editó su primer disco solista, Frank, una forma renovada de jazz tomó la delantera en Gran Bretaña. Con sus temas e interpretaciones, Winehouse logró fusionar el género con hip hop y música popular. Con sus letras/historias, retrató una forma de feminidad sensual, directa e implacable. En la canción “In My Bed”, por ejemplo, ella sabe que la relación con él terminó, pero siguen juntos y se entienden en la cama: “Sólo tomo tu mano para encontrar el ángulo correcto”. En “Stronger Than Me”, la mujer se indigna porque él no se comporta como un verdadero hombre y –con énfasis– grita: “Siempre quieres que hablemos las cosas, ¡pero no me interesa!”.

Mientras letra y música llamaban la atención de la isla, la joven detrás de la voz empezaba a sacudir a la prensa. Para 2006, otro estilo, nuevo disco y los mismos sacudones. “No quería seguir tocando jazz. Estaba aburrida de las estructuras complicadas y necesitaba algo más directo. Me gustó la simplicidad de los grupos de chicas de los ’50 y los ’60. Simplemente van al punto”, comentó Amy en alguna oportunidad. En una nota para la revista Spin, agregó otra dosis de sentido: “Me gusta lo viejo porque es dramático y atmosférico. Tenés una historia entera en una canción”. Así, su segundo trabajo, Back to Black, se alineó entre las tropas del soul de Aretha Franklin, fue disco de platino en Estados Unidos y ahora está a la espera de los MTV Video Awards, donde juega con ventaja: tres nominaciones. Mientras tanto, premios y felicitaciones: Brit Awards –en la categoría de Mejor Artista Británica–, Ivor Novello, por mencionar algunos. Con esa impronta retro soul en lo musical, el toque joven y urbano de las letras hizo de Back to Black un álbum introspectivo y con sustancia. En el tema “You Know I’m No Good”, Winehouse hace su descarga: “Te dije que era problemática, sabés que no soy buena”. En “Me & Mr. Jones” defiende con uñas y dientes a su pareja: “Nadie se mete entre mi hombre y yo... ¿Qué clase de porquería es ésa?”. Con “Tears Dry on Their Own” (que sería algo así como “Las lágrimas se secan solas”), se recupera de una ruptura: “Debería ser mi mejor amiga y no joder mi cabeza con hombres estúpidos”. La temática de relaciones, rupturas y problemas cruza todas las canciones.

Entre disco y disco, los calificativos poco amables que reproducían diarios y medios varios para hablar de la-muchacha-con-nombre-de-casa-de-vinos se multiplicaron: maníaco-depresiva, suicida, drogadicta y bulímica. No olvidemos los de anoréxica, abusiva, alcohólica y sex-adict. Ah, y al parecer también roba revistas. Las anécdotas también están a la orden del día... cortaduras por amor, automutilación, excesivo consumo de alcohol, olvidos, reacciones desmedidas y un cuerpo consumido: de las curvas bien marcadas a un físico escuálido. Ante las malas lenguas, ella se refirió a su afición al gimnasio, pero terminó confesando desórdenes alimentarios.

Así se ve hoy a la chica brit: los ojos gruesos, delineados, a veces perdidos; el peinado cada vez más alto y revoltoso; la cintura, más y más pequeña. La voz, natural, intacta.

Muchos dicen que el problema es la relación con su actual marido. Noviaron y rompieron porque él revoloteaba otras polleras. Ella compuso algunos temas para sublimar la pena y reconoció en sus letras que estaba mal: “Tú vuelves a ella y yo regreso a lo negro”. Finalmente, la vuelta y, en mayo de este año, el casamiento sorpresa en Miami. Así fue como Blake Fielder–Civil y Amy Winehouse formalizaron sus idas y venidas de alrededor de dos años y medio. Según el periódico The Mirror, él era un dealer drogón hasta que la conoció..., entonces pasó a ser sólo un drogón que consume en pareja. A pesar de los intentos de su entorno inmediato, la chica con alma soul y voz nostálgica (¡a los 23 años!) se negó a ir a rehabilitación. Y hasta compuso un hit sobre el tema: “Rehab”, de su último disco. Sin embargo, hace unas semanas el turbulento matrimonio accedió a recomponerse. ¿Por qué? Al parecer, la cantante sufrió lo que el periódico The Sun definió como “una enorme sobredosis” después de tres días a cocaína, éxtasis, ketamina, whisky, cerveza y vodka. Los managers de la artista prefirieron llamarlo desmayo por “agotamiento”. Hasta ahora, el señor Winehouse padre era el cable a tierra de su hija de hábitos peligrosos. En palabras de la propia Amy: “Cuando me pongo autodestructiva, sólo necesito pasar un tiempo con mi papá”. Está claro... esta vez, papá taxista no alcanzó. Así, la chica que alguna vez reconoció gastar 300 euros en marihuana por semana, decidió tomarse un pequeño tiempo para limpiar su plomería y exorcizar un par de demonios. Para ello, suspendió sus fechas de agosto.

Mientras toda la cháchara de la prensa sigue su curso, el séquito de Winehouse continúa creciendo por el mundo, en parte gracias a presentaciones de renombre en festivales como Glastonbury y Lollapalooza; en parte porque, cuando la controversia mengua unos minutos, suenan fuerte las críticas positivas y la buena respuesta del público. No por nada muchos la comparan con Nina Simone, Lauryn Hill o Billie Holiday. No por nada músicos como Justin Timberlake, Arctic Monkeys y Prince hacen covers de sus temas. Habrá que esperar y ver si el soul de Winehouse aguanta la vida rocker o las composiciones se destilan lentamente.

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