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Viernes, 11 de octubre de 2002

SOCIEDAD

Postal desde la Patagonia

Por Susana Yappert *

Caminaba por la meseta y observaba la vegetación. Plantas hostiles, sufridas, verdes a costa de un enorme esfuerzo; algunas con flores de una belleza humilde. Nunca lo había pensado. Quizás las mujeres de cada sitio se parezcan a su geografía, a su vegetación, quizás las mujeres del sur huelan a jarilla, a sauce o a fucsia magallánica. Podría sostenerse que las mujeres reaccionan diferente ante la adversidad, pero también que las mujeres de la Pampa piensan distinto de las de la Patagonia. Quién sabe, quizás poniéndolas a enfrentar una misma circunstancia y en iguales condiciones, quizá se compruebe que son mujeres y punto.
¿Qué estrategias idean las mujeres sureñas para afrontar este tiempo oscuro? ¿Qué las de clase media empobrecida y qué las que conocen la pobreza desde siempre? Nada demasiado distinto de millones de mujeres en el país que se han visto obligadas a procurar su subsistencia. La crisis sacó a la gente a las calles, la agrupó en su demanda o en su necesidad. También hay un retorno a contactos más elementales y a un lenguaje simple destinado a atender necesidades básicas. Esta Argentina trajo a la superficie nuevas conductas. Dramáticas y heroicas. Entre tantos, miles de mujeres –solas o no– idean cotidianamente estrategias para sobrevivir. Ven que una lo hizo, ésa le cuenta a la vecina, ésta a su prima, la prima a la cuñada, y así se va armando la narración de este presente doloroso. Microhistorias que se transmiten como una receta de cocina. Mundo de mujeres. De Neuquén, de Río Negro o de Chubut, no importa demasiado. Mujeres tratando de salir adelante como sea.
Tanto en las ferias como en los trueques, la presencia femenina es mayoritaria. Otro paisaje nuevo de este paisaje casi medieval es que no sólo están ellas en los lugares de intercambio, está toda la familia. Dora (47), que va a un trueque del Alto Valle, cuenta que para ella fue una solución. Va a trocar los fines de semana con sus cuatro chicos. El marido todavía no quiere participar, prefiere hacer changas de plomero y electricista. Primero trajeron todas las cosas de la casa que no usaban. Ahora hacen pan, pizza y tortas fritas. Hay trueques más pobres y otros menos pobres. En los que va la gente más humilde hay intercambios de primera necesidad, alimentos por alguna medicina casera, sal gruesa por barritas de azufre, papel higiénico por aspirinas, ropa por jabones, té de manzanilla por paico, corte de pelo por arreglo de canilla. Nélida de Morales (General Roca) trabajaba de empleada doméstica, pero dejó por problemas de salud. Así llegó al trueque. Se enteró por una amiga hace 4 años de la actividad. El trueque al que pertenece está manejado actualmente por un grupo de 17 mujeres y 3 hombres. Uno de ellos, Alberto Márquez, se quedó sin empleo. Al principio le daba vergüenza, era el único varón. “Este es un trueque solidario –recuerda–, la gente que viene tiene que traer 2 alimentos para compartir. El reglamento que los rige es el mismo de la red global, pero no pueden formar parte de la red porque no hay recursos, ni siquiera tenemos una computadora.”
Magdalena (29) vive con tres hijos, el esposo se mandó a mudar cuando se quedó sin trabajo y ahora ella es sostén de familia. Se las arreglaba lavando y planchando, pero ahora no alcanza; sus hijos salen a limpiar vidrios para ayudar porque no quiere que vayan a “basurear”. Este cuadro es muy frecuente, cuenta una asesora legal del Consejo de Mujeres de Roca. Muchas mujeres pelean ahora por alimentos porque el compañero se quedó sin trabajo, o se fue y quedaron solas con varios chicos. Allí asisten todo eltiempo a mujeres que vienen por problemas de violencia o de alimentos, y son cada vez más. En este Consejo –cuenta Lucy, una de sus coordinadoras– también trabajan con talleres orientados a mujeres en situación de riesgo social. Uno de ellos es el de salud reproductiva. Traer un hijo más a la Argentina ha de ser un gran problema para muchas mujeres. Pero la procreación responsable y la educación sexual siguen siendo asuntos espinosos. En la zona hay varios grupos de mujeres que se autogestionan métodos anticonceptivos. En un pequeño pueblo, hace días, 400 mujeres organizaron un evento para recaudar fondos para comprarse profilácticos, dispositivos intrauterinos, diafragmas y óvulos. Con iguales objetivos están armándose grupos en Roca, Cipolletti y Villa Regina.
En las ferias también hay una abrumadora presencia femenina. Tortas, comidas para vender; velas, jugos, flores secas, dulces, portarretratos, tejidos, licores, cerveza artesanal, candelabros, empanada, pastas, pizzas, tejidos a mano, plantines de verduras y flores, todo lo que con inconfundible sabor casero se nos pueda ocurrir, circula en los puestos de venta. De cualquier modo, éstos son los espacios públicos y otro universo, el privado, también asiste a movimientos de transformación y ajuste. No más cable, ni Internet, no más vacaciones o salidas nocturnas, de ropa nueva ni hablar, el perro y el gato se han convertido en cargas que ofrecen a cuanto amigo entra en la casa. Pero muchas de ellas confiesan haber recuperado algunas cosas. Susana y Ana (45) cuentan que dejaron de ir a la peluquería, pero ahora se tiñen y cortan el pelo entre ellas. O Carolina (37), que recicló toda su ropa y que, junto a tres vecinas de Bariloche, decidieron habilitar en un garaje una compra y venta de ropa. Cuentan que no sólo están ocupadas sino que lo pasan bien juntas. Dos mujeres de Neuquén se bancan tirando las cartas y haciendo cartas natales. La clientela desesperada aumentó y acuden a ellas buscando alguna certeza en medio de la niebla de sus vidas. No siempre pagan los pesos que cobran la tirada, entonces las clientas ofrecen a cambio cuidarles los chicos o limpiarles la casa. Las pitonisas organizaron hace unos días un taller para enseñar a tirar el tarot. La iniciativa fue todo un éxito: 40 inscriptas. Pero dudan en repetir la experiencia porque al transmitir su “saber” se les “jode el negocio”. Las estrategias de supervivencia de clase baja o de clase media son variadísimas. Y pese a ser experiencias angustiantes, la mayoría destaca que imaginar qué hacer ya es un motivo para despabilarse.
* Periodista.

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