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Viernes, 15 de noviembre de 2002

MUSICA

Tango, Zen & Humor

Entre la calma que parece aflorar de cierta armonía interior y una elegante reserva, la talentosa cantante y actriz Jana Purita resulta una rara avis en el mundo del espectáculo. Brilla en “Cachafaz”, de Copi, y está por reestrenar “Tangos canallas”, show donde entona, entre otros tangos antológicos, “Atenti, pebeta”, “La Morocha” y “Pipistrela”.

 Por Moira Soto

Remanso en medio de la ansiedad competitiva que caracteriza al mundo del espectáculo, Jana Purita, afable y reflexiva, desprovista de toda afectación, se presta al reportaje. Acaso parte de esta placidez le empezó a llegar a esta actriz y cantante cuando de niña estudiaba piano en una academia de barrio y le fascinaba la música clásica –que también escuchaba en su casa, alternada con tango y otros géneros populares–: “Había algo muy tranquilizador en Mozart, Bach, Beethoven; un mundo ordenado, organizado, con una lógica bien clara en las piezas que aprendí a tocar en ese momento”. Paralelamente al piano, que prosiguió estudiando más tarde en el Conservatorio, Jana siempre fue de cantar, en el colegio, en coros. En su casa, donde su padre, que sabía tocar el piano, adoraba el tango, y su madre mantenía frescas las vivencias de haber bailado con la orquesta típica, Jana Purita hasta tenía un disco de Raphael y trepada a la mesa se divertía haciendo “Yo soy aquél”. Desde chica, la intérprete de Tangos canallas supo que lo suyo era la música, sin dejar de lado la actuación. Con el tiempo, siguiendo esa voz interior que suele llamarse intuición, yendo del bolero al tango e indagando en la historia de la canción ciudadana, Purita se decidió por el repertorio de los ‘20 y ‘30, de Azucena Murzani, Ada Falcón, Rosita Quiroga, Tita Merello, Mercedes Simone. Intérpretes que Jana reconoce como sus musas, sin intentar imitarlas, así como confiesa su devoción incondicional por Nelly Omar.
Cantar en un coro le produjo emociones de alta calidad y gran intensidad, pero Jana hizo un alto de varios años en el Conservatorio, de donde salió con el título de Maestra Nacional de Música, especializada en piano. Con esa plataforma se sintió libre para encarar otras ramas dentro de la expresión artística: “Empecé un curso de clown con Guillermo Angelelli, gran maestro. Lo que más me conmovió en esta atracción por la ficción teatral fue poder apreciar un lenguaje poético en el escenario. Por ejemplo, en los espectáculos del Clú del Claun, y en las presentaciones de danza-teatro del grupo UBA. Por otra parte, siempre me sentí agradecida como público de que me hicieran reír: ése era el efecto que quería conseguir cuando empecé a aprender clown, toda una técnica. Después estudié teatro con Julian Howard; danza-teatro en el Rojas, un lugar donde más tarde comencé a dar clases de canto, y todavía lo hago. Todo me parece convergente, es como que tengo varias vocaciones integradas”, dice con la sonrisa beatífica de quien ha encontrado su lugar en el arte. A partir de esa convicción, Jana Purita cree que las cosas se van dando. “Sé que algo de promoción es necesaria, pero no es mi fuerte, no tengo esa voracidad: cuando hice hace unos años Invisible en teatro, dirigida por Francisco Javier, tuve buenas críticas, pero no se me ocurrió capitalizarlas. No progresé en ese rubro: me parece que hay que informar, hacer difusión, pero no pediría una nota. Sí, en cambio, me gusta que hayas venido y que, después de ver Tangos canallas, quieras hacer esta nota porque apreciaste el espectáculo. Sin mandarme la parte de nada, amis energías prefiero ponerlas en la búsqueda, el decantamiento de mi trabajo.”
Luego de hacer su primer numerito (de clown) en público en el ‘86, y de participar cantando su parte en el rol de Elena de El sueño de una noche de verano, dirigida por Howard, Jana Purita arrancó como cantante propiamente dicha en el ‘92, con un espectáculo que se llamo Himno al amor (evidente homenaje a Piaf), entonando boleros y canciones melódicas de los ‘60. Ya estaba en pareja con el excelente actor Carlos Durañona, que hacía de presentador onda Roberto Galán, y ella cantaba, por ejemplo, aquello de “Quiéreme siempre”. Carlos y Jana se siguen queriendo y prosiguen actuando juntos: además de hacer Tangos canallas –donde él es un gigoló que se hace cargo de la carrera de ella, chica de barrio aspirante a cancionista–, que se repone muy pronto, desde el año pasado integran el elenco de Cachafaz, de Copi, uno de los espectáculos teatrales más valiosos de los últimos tiempos. “Una obra con una increíble intensidad de ideas, más argentina que el asado. Una obra sobre el hambre antes que sobre amores no convencionales: la sexualidad está tomada más desde un ángulo político. Para mí es un desafío hacer a la Vecina que representa el sentido común, la ideología dominante: ella flexibiliza su pensamiento, su conducta por hambre. Cuando matan al primer policía, ella adhiere a la carnicería por una cuestión de supervivencia. Ella comenta: ‘Los chicos están más flacos que un pinche, tienen lombriz y escorbuto...’. Es un texto arrollador, además en verso, lo que marca el ritmo. La puesta tiene una síntesis admirable.”

Desmontar el machismo con humor
–Después de Himno al amor te pasás al tango y hacés Besos brujos y Pipistrela en el Alvear, con la orquesta dirigida por Osvaldo Piro. ¿Te asaltaron los fantasmas de Tita Merello y Libertad Lamarque?
–Libertad no me produce ningún fantasma, en cambio Tita me despierta una admiración absoluta. Ella es única. Interpreta, dice, canta desde un lugar tan auténtico que es absurdo copiarla. Frente a semejante artista, sólo me quedaba tratar que lo mío fuese muy sincero, pero desde mí misma. Tita dejó una marca muy fuerte y personal, en su estilo fue un buen modelo para buscar en mis propias emociones, en mi sentido del humor.
–Esa veta humorística, natural y a la vez trabajada en tu caso, con la que ponés en evidencia rasgos tragicómicos de ciertos temas, ¿te sirve para deslizar una intención sutilmente auténtica?
–Sí, porque el humor da toda la vuelta; para reírte, antes necesitás haber pasado por lo dramático, lo doloroso, lo desgraciado. Instancias que trascendés gracias al humor, que te ayuda a mantener la salud mental. Creo que el actor, la actriz que sube al escenario para hacer reír, lo tiene que hacer desde una humildad muy profunda, desde un gran despojamiento, dejando totalmente de lado el temor al ridículo. Y entonces desde esa actitud, meterse en algo dramático es muy fácil.
–¿Tu compromiso con el tango se produce después de actuar con Piro?
–Ahí me di cuenta de cuánto me conmovía el tango, lo sentí como algo orgánico. Parecía raro, después de tanta música clásica, de que de chica escuchaba a Serrat, a Silvio Rodríguez. Porque nunca fui una rockera, aunque admiro mucho a Charly García y a Spinetta. Tratando de encontrar alguna clave de esta pasión por el tango, me acordé de que a los 15 le había pedido a mi mamá que me escribiera la letra de “Malena”. No te puedo precisar la circunstancia, es como un retazo de memoria, pero sin duda me había impresionado su calidad poética. Bueno, entre Piro y Tangos canallas hice unos cuantos trabajos como actriz, además de participar como cantante en distintos espectáculos, haciendo tangos de diversas épocas.–¿Identificás el momento en que encontrás tu estilo, tu acento propio, este registro que te caracteriza ahora?
–En esos años de cantactriz invitada profundicé el desarrollo de mi voz. Fui explorando las posibilidades del repertorio. Cuando advertí cuánto me gustaban los tangos de los ‘20, su lenguaje tan directo, las historias que contaban, me puse a ver películas, a escuchar discos, a investigar. Y para Tangos canallas elegí temas que sirvieran para contar esta historia de amor de una chica que no quiere terminar de fabriquera, ni ser prostituta, sino triunfar como cantante. Pero se encuentra con Apolo Vincitore y el destino que le toca es bastante previsible. Con Carlos quisimos, a través de estos dos personajes, hilvanar un relato que en esencia es el mismo que cuentan los tangos seleccionados. La trata de blancas, la prostitución, era el negocio nacional de ese momento.
–Con rufianes de muchas nacionalidades, en pequeña o gran escala...
–Sí, como ese “infeliz que la chamuya en francés”. Los policías y los políticos que estaban metidos en esta historia eran muchos. Alfredo Palacios luchó contra esta situación. Son numerosos los tangos que giran alrededor del tema.
–Pero ninguno de los que critican o expresan lástima por las prostitutas habla de la situación de muchas, directamente esclavizadas.
–Sí que lo estaban gran cantidad de ellas. No figuran concretamente en los que yo canto durante el espectáculo, aunque “De mi barrio” hace referencia a que bajo “las luces de mil colores y la alegría de cabaret, vendo caricias y vendo amores”. Pero es verdad que no se menciona esa situación terrible de muchas obligadas a trabajar en calidad de prisioneras, terriblemente explotadas. “Madame Ivonne” se acerca con la historia de una francesa que es engañada por un argentino que le promete casarse con ella y, cuando llega acá, la prostituye. Así que cuando advertí que tantos temas tenían que ver con esa situación tan canallesca respecto de las mujeres, el título se impuso: Tangos canallas. El adjetivo canalla es fuerte y califica aquellas situaciones, las relaciones que describen estos tangos, cuyo machismo, tomado literalmente, puede ser insoportable. Pero se lo puede desmontar a través del humor, de los tangos elegidos, de la forma de hacerlos. Yo misma tengo un largo camino recorrido en cuanto a desmontar mi propio machismo, ese machismo que impregnan la cultura dominante, la educación que recibí. Cuando yo advierto esta forma de discriminación, me pongo a revisar y a interrogar mucho a los tangos, como para no convalidar, no hacerme cargo de este machismo. Que quede en todo caso cuestionado, entre signos de pregunta. Lo mismo te diría de los poemas que hace Carlos tan bien: aparte de la selección y ubicación dentro del espectáculo, está la manera de decirlos, que implica una relectura. Hay textos que son contundentes, como el de Roberto Arlt hablando de que a las mujeres les gusta ser animalitos de sacrificio, del Rufián Melancólico.
–¿Cómo es esto de trabajar tanto tiempo con tu marido?
–No fue un plan pretendido, pero se fue dando. Nos llevamos muy bien trabajando juntos, creo que se relaciona con compartir de verdad. Ahora que lo tengo de cafishio en Tangos..., imaginate... Creo que nos potenciamos bastante, tenemos básicamente gustos similares, nos conocemos bien, así que nos resulta lo más natural del mundo trabajar juntos. Lo que no significa que no discutamos, que no necesitemos bajar un poco a la tierra para escuchar lo que el otro propone. Pero siempre con un espíritu de equipo muy fuerte y el placer de hacer cosas juntos.
Tangos canallas se repone el 24 próximo, y se presentará los domingos a las 20.30 en Tuñón, bar-resto-teatro, Maipú 851.

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