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Viernes, 6 de diciembre de 2002

LA FEMINIZACIóN DE LA EPIDEMIA DE VIH-SIDA

¿Hecho natural o responsabilidad política?

Por Claudio Bloch *

En los últimos años se produjo un fenómeno global con relación a la epidemia de VIH-sida que fue tomado con un tono aparentemente aséptico en muchos medios de comunicación, pero también en organismos estatales y no gubernamentales que trabajan en VIH-sida: la creciente infección de mujeres y el aumento de la epidemia en la población heterosexual. Casi como quien describe un devenir inexorable.
El dato de que en el Africa subsahariana la razón hombre/mujer en personas infectadas sea uno a uno (es decir que hay tantas mujeres como varones con la enfermedad) es un alerta ineludible y plantea una cuestión sustantiva: la vulnerabilidad de las mujeres frente a la epidemia. La misma ha sido muchas veces obviada desde la mirada centrada de los países del Norte que instaló el imaginario (y el prejuicio) de que se trata de una enfermedad privativa de homosexuales y usuarios de drogas. A partir de este dato insoslayable se hace imprescindible la necesidad de establecer campañas de prevención que contemplen la problemática de género. La aplicación acrítica del patrón epidemiológico de los países del Norte al resto del mundo tuvo como consecuencia –no casualmente– que las mujeres no fueran consideradas una prioridad en la definición de las políticas públicas de prevención del VIH-sida.
Pero no hay que apelar a datos que, a primera vista, parecen lejanos, como la vulnerabilidad de las mujeres en el Africa subsahariana. Veamos cuál es la situación concreta en la Ciudad de Buenos Aires.
El cuadro que se planteaba a comienzos de la década se modificó sustancialmente y hoy las mujeres aparecen como una población con vulnerabilidad incrementada frente al VIH. Mientras que en 1990 la razón hombre/mujer en personas infectadas era de 9 a 1 (lo que significa que por cada 9 hombres con VIH había sólo una mujer), en el 2002 esta relación disminuyó a 2,9 varones por cada mujer infectada, lo que indica la feminización de la epidemia.
De los casos de sida diagnosticados en los últimos dos años, el 40 por ciento de las personas infectadas se contagió a través de relaciones heterosexuales sin uso de preservativo, el 28 por ciento fueron usuarios/as de drogas inyectables que compartieron agujas y/o jeringas; el 24 por ciento han sido hombres que tuvieron sexo con otros hombres sin preservativos y el 4 por ciento lo constituyen los hijos/as de mujeres infectadas por VIH. Este perfil también difiere notablemente del cuadro que se planteaba a comienzos de la década del ‘90 (heterosexuales, 9 por ciento; usuarios de drogas inyectables, 30 por ciento; y hombres que tuvieron sexo con hombres, 55 por ciento).
Otro cambio observado con el correr de los años es el empobrecimiento de la epidemia, medido a través del nivel educativo. En 1990, el 30 por ciento de los pacientes con sida no había superado la escuela primaria; este indicador trepó al 59 por ciento en el 2002.
A partir de esta realidad, los criterios utilizados para responder a la epidemia en la Ciudad de Buenos Aires pueden sintetizarse en los siguientes ejes:
* Contextualizar las acciones y los mensajes. Se tienen en cuenta, por ejemplo, las dificultades que se le presentan a una mujer de sectores populares –que agrega a su vulnerabilidad biológica, la económica y lacultural– en la negociación del uso del preservativo, que difieren sustancialmente de las que debe enfrentar una mujer profesional con mayor nivel de autonomía.
* Propiciar el “empoderamiento” de la mujer. En espacios como el Centro de Prevención, Asesoramiento y Diagnóstico (CePAD) del VIH, ubicado en el Centro de la Mujer “Lola Mora” en la zona del Abasto –Agüero 301–, además de realizarse el test de VIH con aconsejamiento previo y distribuir preservativos y folletos informativos, se desarrollan talleres de prevención poniendo énfasis en el ejercicio de los derechos ciudadanos y se brinda un ámbito de reflexión a grupos de mujeres que viven con VIH.
* Contemplar la problemática de género en todos los mensajes preventivos. Las representaciones sociales de una gran parte de la población, que sigue adjudicando a la mujer un rol pasivo en la dinámica de su relación con el hombre, no sólo aumenta la vulnerabilidad femenina ante el virus sino que coloca al varón –”siempre listo”, incapaz de rechazar un “desafío sexual”– en una situación de fragilidad frente al VIH.
Por eso, los mensajes elaborados por el Gobierno de la Ciudad apuntan, por un lado, a incorporar activamente a las mujeres en el debate sobre el uso del preservativo; tienden a hacer explícito su derecho a saber cómo se previenen las enfermedades de transmisión sexual y, a la vez, reafirman su posibilidad de pensar el cuerpo desde el placer, lo cual –habitualmente– sólo les está permitido a los varones. Pero, por otro lado, también incluyen a los hombres en los temas vinculados con la procreación, la anticoncepción o la transmisión vertical del VIH.
* Varón invitado
* Director general
Coordinación Sida
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires

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