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Viernes, 27 de diciembre de 2002

LIBROS

Todo x un peso

La editorial italiana Stampa Alternativa y la revista “Hecho en Buenos Aires” trabajan en conjunto para producir libros a bajo costo que sirvan para difundir cultura y para generar fuentes de trabajo para las personas sin techo. Es el modo que Mónica Rozanski, una argentina exiliada dos veces, encontró para volver al país con un proyecto que ayude a generar vínculos entre las muchas expresiones que en el último año surgieron de la crisis.

 Por Marta Dillon

Hay algo de revancha en este regreso. Porque Mónica Rozanski, una mujer que era adolescente en los setenta, se fue de Argentina por segunda vez cuando creyó que ya no tenía nada que hacer aquí. Que no valía la pena quedarse en un país en el que era tan fácil traicionar la voluntad de la mayoría. Se fue después de los indultos a los comandantes de la última dictadura militar, los últimos genocidas que permanecían presos. Más de una década después supo que estaba equivocada, que no era suficiente decir que “todavía” se podía hacer algo aquí si no que éste es el lugar adecuado para un proyecto que siembre alguna semilla de rebelión. “Me maravilla ver cómo en este país devastado se genera tanta cultura: teatro, literatura, cine, arte. Es como si el agobio de la crisis buscara salidas para la imaginación, nuevas formas de expresarse; y por lo tanto, de reunirse. Yo siento que en Argentina hay hambre de cultura –además del concreto y crudo hambre de alimentos–. No porque crea que acá falta sino porque es esa ansia la que produce este caldo de cultivo de las expresiones”. Entonces Mónica volvió, aunque no a quedarse. Volvió para tender un puente entre el país en el que vive, Italia, y el que dejó. Un puente que también es una utopía que existía antes de que ella empezara a soñarla. Al menos es utopía la palabra que usa Marcello Baraghini, creador de la editorial Stampa Alternativa, para definir la posibilidad de que esos libros de pequeño formato y a muy bajo precio que alguna vez ideó se distribuyeran más allá de las fronteras de la península itálica. De eso se va a encargar Mónica Rozanski, de extender la “revolución cultural” que fueron en Italia esos libros distribuyendo aquí una colección de esos ejemplares que ya circulan de mano en mano.


¿Por qué unos libros baratos pueden ser considerados como una revolución? “Porque liberan un capital cultural atrapado por la lógica de mercado y del poder, que contribuye forzadamente a su mantenimiento mientras que controla su producción. Stampa Alternativa es un emprendimiento que nace a fines de la década del ‘60 de la mano de los movimientos contraculturales de la época. Lo que se intentó fue llenar el vacío que sentía el público joven y militante y dar respuesta concreta a la necesidad de material literario al que todos pudieran tener acceso. El primer libro costó sólo cien liras, aproximadamente el cinco por ciento del precio de una edición corriente”. Pero no es sólo el bajo precio lo que distingue a la primera colección de Stampa Alternativa –que hoy también edita otro tipo de ejemplares–, es también la elección de sus títulos, provocadores como un pellizco en medio de un baile. “Al principio eran unos cuantos pelilargos, activistas del Mayo francés, que quisieron socializar sus conocimientos e idearon un Manual para el cultivo de marihuana, con 32 páginas y más de un diseño para la tapa”, cuenta Mónica,haciendo referencia a Marcello Baraghini, el actual director de la editorial, y los que entonces eran sus socios. De ese primer título se vendieron, durante la década del setenta, medio millón de ejemplares. La circulación de los libros, que empezaron a ser recibidos en las librerías, al principio con reticencia y más tarde con ansia, alentó a Baraghini a editar otros, mezclando autores clásicos con ilustres desconocidos. Desde cuentos de Mark Twain hasta las Cartas sobre la felicidad de Epicuro o los primeros poemas de una adolescente. “La guerrilla cultural como la que nosotros llevamos adelante –dice Baraghini– precisa necesariamente fantasía y sorpresa.” Pero claro, la audacia tiene su precio: en 1976 un centenar de denuncias y procesos legales de las editoriales que reclamaban derechos de autor obligaron al cierre de Stampa Alternativa. Fue en ese año cuando Mónica Rozanski tuvo que exiliarse, después de que su compañero, Víctor Galuz, fuera secuestrado y desaparecido por los grupos de tareas que ejecutaron el terror durante la última dictadura militar en este país. Fue Israel el primer destino de esa joven de ojos cristalinos que militaba en la Juventud Peronista y que maldecía su destino de exiliada. “En definitiva tuve suerte, porque al menos pude seguir estudiando en Holanda, en donde conseguí una beca. Allí volví a conectarme con otros exiliados y seguí militando. Galimberti siempre decía que yo había escuchado los bombos pasar por la ciudad en que vivía y me había ido tras ellos. Es que yo estaba en Europa, pero mirando siempre a la Argentina.” Todavía no sabía que existía algo como Stampa Alternativa ni que Estados Unidos y Gran Bretaña se gestaba un proyecto hermano: Alternative Press. Tampoco pudo enterarse de que cuando ella empezaba a armar las valijas para volver a disfrutar de la reciente democracia en su país, la editorial de Baraghini volvía a inundar las ciudades de Italia con su intento de acercar literatura a la gente por menos de lo que sale un paquete de cigarrillos. La colección se llamó entonces Millelire, que era sinónimo de su precio de tapa. Entonces los ejemplares corrientes costaban 20 mil liras. Después de casi dos décadas es prácticamente imposible contar cuántos de estos libros –que merced a la unificación de Europa ahora se llaman Un Euro– se han vendido. Pero se puede decir que de un solo título –Cartas sobre la felicidad– se agotaron 20 millones de ejemplares.


“La segunda vez que partí de este país fue tan dolorosa como la primera, aunque en ese momento nadie me obligaba a hacerlo, era mi decisión. Yo sentía que no teníamos futuro como pueblo si dejábamos que se imponga la impunidad –dice Mónica–, por eso me llamaba la atención cuando el año pasado mi familia me decía que no podía creer lo que estaba pasando. Para mí era una consecuencia lógica después de haber pasado tantos años no queriendo saber, no queriendo mirar al costado, conviviendo con asesinos comprobados pero en libertad.” Para ella fue como empezar otra vez, como si no lo hubiera hecho antes. Ya no quería siquiera ejercer su profesión de psicóloga, prefirió dedicarse a las traducciones, algo que le había servido para sobrevivir en Holanda y que se convertiría en su oficio hasta ahora. Así conoció a la editorial que ahora le da la posibilidad de coordinar la colección Memoria –de Millelire– y Un peso en Argentina. “Un peso es también señalar y ayudar a un proceso particular y necesario: el de la memoria. Creo que nada de lo que se haga en ese sentido está demás. Por eso el primer volumen que editamos en Italia fue Desaparecidos, vidas robadas, una serie de poemas acompañados por un prólogo del periodista Italo Moretti que desgrana en una sola página datos numéricos del genocidio argentino que cuesta asociar con las personas, por su macabra espectacularidad. “Fue después del 19 y 20 de diciembre del año pasado que me pareció que tenía que hacer algo más por mi país. Que quería intervenir de alguna manera en el proceso tan valiente que estaba llevando adelante el pueblo. Yo soy muy crítica de mi militancia, sobre todo porquepienso que creímos en dirigentes que no merecían el lugar en el que estaban. Por eso me entusiasmé tanto con esos movimientos horizontales y espontáneos que reclamaban un cambio. Y bueno, cuando pensé en hacer algo, lo pensé desde mi historia.” Lo pensó desde la memoria y propuso ese título para la colección en Italia, una colección bilingüe que hasta ahora tiene dos títulos. Pero al poco tiempo entendió que no tendría el mismo sentido para ella si su intención no lograba tender un puente hacia la Argentina. Así surgió la idea de traer la experiencia italiana a estas costas. “Pero lo que de verdad lo hizo posible fue haber tomado contacto con la revista Hecho en Buenos Aires (HBA), editada por Patricia Merkin y vendida y distribuida por personas sin techo que encuentran de este modo una oportunidad laboral y un medio para expresar sus opiniones.” El contacto lo hizo una revista similar italiana Terra di Mezzo, pero el proyecto calzó tan perfectamente como una pieza de encastre.


El primer ejemplar de la colección Un peso que apareció en Buenos Aires –y que todavía se puede conseguir en manos de los vendedores de HBA– es una idea provocadora, para muchos hasta parece ser revulsiva: se llama Antiborges, de Simone Bandirali, y es, justamente, un largo poemario que denuncia las posiciones políticas del escritor durante la época de la dictadura militar. El prólogo de esta edición bilingüe –italiano y español– es del premio nobel Dario Fo, quien eligió hacer un cuento, casi una fábula del poeta ciego que no quiere ver lo que pasa a su alrededor, demasiado concentrado en sus sonetos. Se llama, para evitar cualquier confusión, “Recordando a Borges”. “Para mí es tan importante este título que está dedicado a mi compañero desaparecido. Porque creo que Borges contribuyó a la indiferencia social frente al terrorismo de Estado”. Para Mónica tiene algo del gusto frío de la venganza, aunque es un condimento menor frente a las posibilidades que se despliegan del trabajo en común entre Stampa Alternativa y HBA. Antiborges se vende junto con la revista –que sale un peso–, pero la idea es que después los vendedores sin techo puedan ofrecer los libros por separado. Son ellos los que se quedan con el 70 por ciento de las ganancias, así se genera la fuente de trabajo. “Mi sueño es que se edite de todo, que en algún momento este proyecto se pueda autogestionar en este país y que los libros, muchos libros, circulen de mano y sirvan como un vínculo entre los muchos y diversos proyectos culturales que florecen a pesar de la crisis.”

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