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Viernes, 25 de julio de 2003

HISTORIAS

Pasaje a la vida

Seis meses de detención clandestina en plena dictadura sellaron hasta ahora el destino de Leticia Sourigues. Huyó a Brasil, tuvo dos hijos, volvió a huir hacia Francia. Y allí su desequilibrio mental se reveló en intentos de suicidio. Volvió en l985, pasó ocho años internada, y hoy, asistida y apoyada por una mutual solidaria, necesita dos pasajes a París, para volver a ver a sus hijos después de 18 años.

Por C. A.

La historia de Leticia Sourigues, actualmente de 48 años, es una más, entre tantas de las atroces historias que dejó como saldo la dictadura militar. Ella se frota las manos como si con ese gesto quisiera borrarse las marcas que le quedaron cuando hace 26 años un grupo de paramilitares la confinó durante seis meses al centro clandestino de Campo de Mayo. Pero esas marcas quedaron grabadas en su mente, que quedó perturbada, y la obligaron a recorrer un larguísimo camino de regreso hacia la salud mental. Hoy tiene la posibilidad que dar un paso fundamental en ese sentido: reencontrarse después de 18 años con sus dos hijos, Facundo y Malaika, residentes en Francia. Sólo necesita el pasaje que no tiene y al que no puede acceder por falta de medios económicos.
Darío Lagos, psiquiatra, integrante del Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Social (EATIP), tomó contacto hace ya un largo tiempo con Leticia, a través de la Mutual Sentimiento, creada en l998 por ex presos políticos para dar asistencia de todo tipo a víctimas de la dictadura militar. Cuando ese encuentro se produjo, hace cuatro años, Leticia ya había vivido mucho tiempo de calvario. Tras esos seis meses sumida en el infierno, una detención que compartió con su esposo y durante la cual perdió un embarazo, Leticia fue liberada sin explicaciones en la misma calle en la que había sido detenida. Huyó a Brasil, y ya en ese primer exilio tuvo primero a Facundo y más tarde a Malaika. La familia decidió emigrar a Francia. Pero Leticia ya estaba profundamente desequilibrada por lo vivido y por lo que seguía viviendo: seguir escapando.
Los años europeos, lejos de apaciguar su dolor, lo acrecentaron. “Me bañaba todos los días con agua fría, no podía sacarme del cuerpo los sufrimientos que había sentido en cautiverio”, dice ahora. Leticia tuvo varios intentos de suicidio. Algo de ella había quedado atrapado en el horror.
En l985, decidió regresar a la Argentina. “Necesitaba volver al punto de partida.” Su situación económica siempre fue precaria, nunca puso rearmarse, su estado mental seguía interponiéndose entre ella y su búsqueda desesperada de aquella normalidad que había sido interrumpida brutalmente en l976. Pasó por diversos centros para enfermos mentales. El Borda, el Moyano, la Clínica Banfield. En total, Leticia pasó ocho años internada. “Esa situación de Leticia –detalla el doctor Lagos– también se debió a la falta de contención económica y psíquica del Estado para quienes sufrieron este tipo de abusos. Ha habido otros casos similares, de increíble abandono. Ahora ella necesita un espacio laboral para equilibrar su psiquis.” Y, agrega Leticia, también necesita volver a ver a sus hijos, que quedaron en Francia. Juntar las partes del plato roto que es ella.
“La Mutual Sentimiento resultó un milagro para Leticia. Allí encontró un lugar de convivencia, un lugar de trabajo y, sobre todo, un orden. Esa organización fue para ella hospital de día, hospital de noche y servicio social”, sostiene Lagos.
La amistad fue un lazo que esta mujer reaprendió en la mutual. Desde mediados de 2002, cuando comenzó a tratarse allí, por primera vez en másde una década y media Leticia pudo volver a tener una casa. Pero sobre todo, pudo volver a comunicarse con sus dos hijos. “Primero fue por carta. Después fue por teléfono. Era muy raro para ellos, que nunca comprendieron bien qué me pasaba. Hoy mi hija me dijo que está esperándome, que quiere que le haga un desayuno. Que quiere sentir mi cariño de madre. Escuchar eso es maravilloso para mí”, dice una Leticia emocionada y esperanzada en que, de alguna forma, ese pasaje que la separa de sus hijos llegue a sus manos.
Ha dado pasos importantes, según su médico. Gracias a esos llamados a sus hijos, Leticia recuperó la lengua francesa, que antes hablaba perfectamente y había olvidado en su penoso y horroroso peregrinaje de internaciones. “Todas las mañanas escucho radio francesa para ejercitarme”, dice.
Entre sus otras pérdidas, estaba la palabra escrita. “Antes de la detención, yo escribía poemas. Incluso lo hice también durante el cautiverio. Pero cuando salí, no pude volver a escribir. Ni una palabra. Año tras año, y ni una palabra. Y ahora, con las cartas a mis hijos, ése fue otro de mis grandes reencuentros”, explica.
El doctor Lagos espera, igual que ella, que alguien que lea esta nota tome la iniciativa para que el viaje a Francia completa esta secuencia de reencuentro y dé vuelta la página que abrió brutalmente la dictadura hace 26 años. Lagos está dispuesto a acompañarla para brindarle el apoyo terapéutico que Leticia todavía necesita. “Quiero que el doctor venga conmigo. Quiero ir a ver a mis hijos, necesito hacerlo, sé que ahora puedo, pero va a ser muy fuerte después de estos dieciocho años”, sostiene Leticia.

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