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Viernes, 1 de noviembre de 2013

ENTREVISTA

La trama imposible

La periodista Sibila Camps cree que a María de los Angeles Verón la mataron. Tal hipótesis la expone en su libro La red, la trama oculta del caso Marita Verón (Editorial Planeta), un texto que desanda una década de complicidades que hicieron posible el secuestro y desaparición de la joven, símbolo del caso más emblemático de la trata de personas en la Argentina.

 Por Luciana Peker

¿Cuánto tiempo, dolor, certezas, pistas falsas, falta de justicia, reclamos, allanamientos avisados, excavaciones infructuosas, desesperaciones, paciencias hacen falta para encuadrar la palabra desaparición en un lugar no menos doloroso pero más certero? La periodista Sibila Camps tiene una hipótesis que no puede certificar, pero que está avalada por horas de trabajo y observación en el juicio por la desaparición, a once años del secuestro de Marita Verón en Tucumán. Ella cree que la mataron. Marita Verón es el caso más emblemático de la trata de personas en la Argentina. No es la única, pero en su nombre está la historia de muchas, de las que también mataron, de las que siguen desaparecidas, de las que hablaron en su juicio, de las que tienen miedo, de las víctimas de la trata de personas en la Argentina.

Por eso, el libro de Sibila Camps, La red, la trama oculta del caso Marita Verón, no habla sólo de Marita y de un juicio con trece acusados y trece absoluciones que generó un cimbronazo político y social en la Argentina, sino de las redes que aparecen y se tejen a través de su caso.

Ahora, Sibila está jubilada del trabajo de redacción, pero potencia su posibilidad de viajar por el país difundiendo talleres de capacitación o presentando su libro, amaneciendo con sus gatas en su casa de Boedo, donde la luz ilumina sus plantas y la biblioteca, lugar en el que escribe con una pasión que la enciende a los sesenta años. Pero para cubrir el juicio por Marita Verón, retrasó su jubilación. Su compromiso con un caso que para ella es emblemático de toda una trama de telarañas no le permitió dar un paso al costado. Quiso y pudo estar presente en la cobertura del diario Clarín, donde trabajó desde 1983 hasta 2013 y se retiró escribiendo sobre ese juicio fundamental.

¿Cómo decidiste cubrir el juicio por Marita Verón a punto de jubilarte?

–Porque conocía muy bien Tucumán y conocía el caso. Sabía que estaba detrás la mafia de los hermanos Rubén “Chancha”, Eduardo y Angel “Mono” Ale, porque ya la había investigado para El sheriff. Vida y leyenda del Malevo Ferreyra, que es mi libro anterior, y sabía que habían hecho lo imposible, ya en la instrucción, para despegarlos Víctor y María Jesús Rivero, que fue la pareja de la Chancha Ale. Los hermanos Ale han sido integrantes de una facción de la barra brava de San Martín de Tucumán, que se llama La Banda del Camión. Siempre se han establecido en la zona de la ciudadela. Sabía que iba a costar mucho que eso saliera en el juicio. Hay algunos jueces que van al caso individual y otros que buscan ponerlo en contexto. Pero la Justicia en Tucumán, salvo honradísimas y muy contadísimas excepciones, es bastante mala.

Te salió la pasión periodística...

–Sí, dije “esto no me lo pierdo”. Es un hecho histórico. Viví como una tucumana más. Voy seguido desde 1995 por diversos motivos. Me quedaba los fines de semana allá. Pero presencié las audiencias en la misma sala de audiencias y no en la de prensa por una cámara de televisión. Hay muchos detalles y percepciones que no me perdí. Me sentía viendo una película. Estuve muy atenta al lenguaje, por ejemplo. Se les escapaban cosas a las acusadas cuando pedían hablar o a los abogadas defensores.

¿Qué se les escapaba?

–Tuvieron lapsus. No sé a cuántas víctimas se aludió durante ese año y medio u ocho meses, que se sabe que María de los Angeles Verón estuvo en propiedad de esta red, después ya no sabemos qué pasó. Pero me impactó mucho que de las chicas que habían sido víctimas, algunas hicieran la denuncia y ahí murió. Una hizo la denuncia en La Rioja y ahí está, cajoneada en 2002 o 2003, once años, y otras ni siquiera hicieron denuncia. Otras contaban de chicas identificándolas con su nombre de fantasía, como La Brasileña. No sabemos cuántas víctimas hubo en alguno de los tres prostíbulos del clan de Liliana Medina y los dos hijos mellizos mayores que son Fernando “El Chenga” Gómez y Gonzalo Gómez. Las chicas hablaban de 25 o 30 por lo menos, en el prostíbulo donde estaban, pero acá no importaba nadie, importaba María de los Angeles Verón. Para las demás víctimas no existía nada. En los alegatos los defensores reconocieron otras cosas y hablaban de otros integrantes de la red que no estaban sentados en el banquillo. Sí admitían que había chicas secuestradas y explotadas. En el caso de María Jesús Rivero, acusada de darle la orden a su hermano Víctor de secuestrar a Marita, el único testimonio era el del vecino, un verdulero al que Víctor un día de mucho enojo le confiesa esto. Y su abogado defensor, Sergio Morfil, dice que fue una confidencia, no una confesión, pero no niega el contenido.

¿Qué crees que pasó con Marita Verón?

–Creo que la mataron porque hubo un par de lapsus. Ocurre después de que testimonia una chica que estuvo secuestrada desde los 15 años, por ocho años, en poder de Liliana Medina, que la tenía en la casa permanentemente como mucamita todo servicio y los fines de semana la mandaba al prostíbulo. Esta chica presencia la llegada de Marita, la compra de Marita, el pago de Marita también. Y presencia el momento en el que Liliana Medina pelea con una chica brasileña, la desmaya de un golpe, la alza y la tira desde la planta alta al patio. A esta chica la agarra del cogote, la obliga a mirar para abajo y le dice: “¿Ves? Esto te va a pasar si hablás”. Ve después que se llevan una bolsa negra en carretilla. Cuenta varias cosas muy comprometedoras de Liliana Medina. Entonces, después Liliana Medina pide hablar. Por supuesto, niega todo. Y dice: “Yo no hice con Marita Verón lo que dicen que yo hice con todo el mundo, que yo supuestamente mataba a todo el mundo”. Nunca nadie la había acusado de matar a Marita Verón. Esa es una. Otra es que uno de los abogados defensores en el alegato retoma algo que había dicho el fiscal, que dice que si no hubiera sido por un abogado que había avisado de uno de los allanamientos que permitieron que sacaran a Marita Verón y a otras chicas de un prostíbulo por la parte de atrás, Daniel Verón, el papá, en vez de ponerle su abrigo a Lorena T. se lo hubiera puesto a su hija, y hoy Marita estaría entre nosotros. Uno de los abogados defensores, sin ninguna necesidad porque ese abogado no fue identificado (siempre la cana avisaba de los allanamientos, por eso no la han encontrado), dice: “¿A usted le parece que puede haber un abogado capaz de cometer un delito, de ser cómplice de un secuestro, que si no fuere por ese abogado hoy Marita Verón estaría viva?”.

¿Esos fueron los indicios que pueden advertir sobre su presunta muerte?

–Sí, aparte se pierde su referencia. Se ha hablado sobre la posibilidad de que la hayan sacado a España, por un comentario de la chica que fue secuestrada a los 15 años. Pero después la vuelven a ver y no tiene ningún sentido que la hayan llevado para volverla a traer. No creo que la hayan sacado. De todas maneras, las conexiones entre España y Argentina existieron. Ahora para los españoles es más fácil traer chicas de Europa del Este y no tiene mucho sentido arriesgarse a llevarlas desde acá. Pero sí han encontrado chicas tucumanas.

¿En su supuesto asesinato, según tu análisis, puede haber incidido su búsqueda pública o los crímenes son moneda corriente en la trata de personas?

–No sé si la mataron por eso o por otro motivo. Ella a otra chica le recomienda: “Te conviene hacer lo que te dicen, mirá si no lo que me pasó a mí”, y le muestra una cicatriz detrás de la oreja, que presuntamente Víctor Rivero le causó con un culatazo al secuestrarla, y le muestra otra herida de cinco o seis puntos. Hay muchos comentarios de chicas muertas. Muchas probablemente formen parte del mito y otras no. Hay impunidad y violencia. La violencia es moneda corriente. Un prostíbulo es un lugar violento por definición. Eso de las caricias, el amor y el placer es un disparate. Es violento el pago de sexo. Yo he hablado con muchas mujeres en situación de prostitución y no he encontrado a ninguna que estuviera contenta. Algunas que sí, han preferido frente a las pocas opciones que tenían, mantenerse en la prostitución, otras desean salir; alguna pudo salir, por lo menos con las chicas y travestis que pude hablar. Aprendí mucho. Hay mucha droga, no solamente para los hombres que consumen sexo, sino para las propias chicas que no aguantan, se les generan adicciones para tenerlas retenidas y si no tienen una mente disociada, no aguantan la prostitución. Siempre hay una explotación: lo menos que les sacan es el 50 por ciento, después de descontarles preservativos, ropa de trabajo como les dicen a la tanga y al corpiño, medicamentos si cayeron enfermas, la comida, el alquiler. Ellas mismas definen un lugar que la tratan bien si no le pegan o no las ponen bajo la lluvia toda la noche o no les cobran multas para hacer impagable su deuda.

¿Marita estaba al tanto de que su familia la estaba buscando?

–Sí, porque una chica coincide bajo la ducha y le cuenta que la estaban buscando, y ella le dice “ya lo sé”. Pero la han tenido mucho tiempo. Las complicidades policiales, judiciales y políticas han sido muy fuertes. Ha estado cerca de un año y medio con registro de su presencia en La Rioja. Esa es una de las grandes contradicciones que tiene el fallo. Dice que los nueve riojanos formaban parte de una red de trata, pero no que estuvieron con Marita Verón. El testimonio de las víctimas les sirve para una cosa pero no para otra. Es el ABC de lo que no puede ser, no te puede servir para una cosa y no para la otra.

¿Se sabe si efectivamente tuvo otro hijo durante su cautiverio además de su hija Micaela, que hoy reclama justicia para su mamá?

–Hay dos chicas que dieron testimonio de que tuvo un hijo con Fernando “El Chenga” Gómez, el hijo de Liliana Medina. Una chica la ve en la cocina y entra Marita Verón con un bebé, lo estaba meciendo. La chica tenía atadas las manos y le afloja las muñecas y le toca la cara porque la habían golpeado, y Marita le dice “yo no lo quiero pero el bebé no tiene la culpa. Mi única hija es Micaela”. Ahí hacen un juramento en el que la primera que saliera iba a avisar a los padres de la otra. Y la chica que pudo ser rescatada cumple con la promesa.

¿Qué pasó con ese bebé?

–Susana Trimarco dijo “devuélvanme a mi nieto, yo lo quiero”. Liliana Medina, que murió este año, dijo tener nueve hijos, algunos se supone que no son hijos de ella, sino hijos de crianza de las víctimas. Algunas chicas dijeron que las obligaban a abortar, pero pudo haber ocurrido que en algunos casos no llegaran a tiempo con el aborto y les quitaran a los chicos, no sabemos si hubo tráfico de chicos también o si hubo entrega. No se sabe qué paso con ese niño que tendría que tener en este momento diez años, aproximadamente.

¿Por qué creés que en el juicio no les creyeron a las víctimas de trata de personas que se animaron a hablar?

–Hubo una predisposición a absolver a Víctor y a María Jesús Rivero porque eso implicaba despegar a la Chancha Ale. Eso lo conecto con la matriz de miedo de Tucumán desde la época en que era un monocultivo y la policía brava al servicio de los ingenios. El Operativo Independencia, que es el prólogo sin solución de continuidad del terrorismo de Estado en la provincia, después una policía brava cuyo mejor exponente es el Malevo Ferreyra, que cometía todo tipo de violaciones a los derechos humanos y de torturas. Es imposible saber a cuánta gente mató el Malevo. Hubo épocas muy violentas a principios de los noventa y ya quedó el miedo. Así reinaron los Ale. El Mono Ale nunca estuvo mencionado en el tema, la Chancha Ale sí, porque era la ex pareja de María Jesús Rivero. Susana Trimarco pidió durante la instrucción que lo llamaran a declarar. Fue a declarar como testigo, no sirvió de nada. El entonces secretario de la fiscalía era compadre de la Chancha Ale, que era padrino de una hija.

¿Por qué los jueces se negaron a ir a una capacitación sobre trata?

–La organizó la Corte Suprema de Justicia de Tucumán con apoyo de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. No fueron ni los jueces ni el personal, ni los fiscales. Nadie sabía de qué se trataba y tenían una dirección más vale patriarcal. No entendían lo que contaban las víctimas y éstas, a su vez, no entendían los que les preguntaban. Mientras que los abogados preguntaban de una manera que posibilitara intimidarlas. Y el tribunal permitió eso.

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Imagen: Constanza Niscovolos
 
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