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Viernes, 6 de febrero de 2004

CONSEJITOS DE MARU BON BON

Los sí y los no a la hora de habilitar zonas corporales de difícil acceso

Amigas, amigos, no es tiempo de mirar hacia otro lado: estos consejos le competen aunque sea usted una persona de contractura fácil y con serias dificultades para la innovación. ¡No teman! ¡Que no sea por débiles que se pierdan ustedes los goces en las sombras de las asentaderas, que ésa no es su única función! Sólo se necesita un poco de paciencia, mucha lubricación y buenos modales:

Sí: A la exploración previa. No hay por qué darse todos los gustos de buenas a primeras, recuerden que la primera regla del amor cortés es avanzar y retroceder cuantas veces sea necesario –y siempre es necesario– hasta que la puerta se abra por su propio deseo. Y sí, ya lo sabíamos, la lengua sirve para algo más que las palabras dulces.

No: A los objetos punzantes –ni lápices, ni sacacorchos, que no hay nada que destapar–, al ímpetu desmedido, a la sinrazón de la voluntad pura. Así es como los sagrados portones se cerrarán sin esperanza, igual que los corazones, las piernas y todo paso o huella que antes del atropello haya sido habilitado.

Sí, sí: ¡Ellos también pueden disfrutar! Podrán negarse, decir que nunca jamás, pero es deber de amantes dedicadas/os sacar de la manga un lindo guante –aunque más no sea un dedo inquieto– con el que sorprender y agradar al reticente público masculino. Dicen las buenas –y exploradoras– lenguas que por esa vía se llega a un punto mágico –algunos lo llaman G– del que siempre se puede volver. ¡No teman!

No: A las comidas pesadas, las legumbres, las coles. Al menos en la noche previa –o el almuerzo anterior– que podrían sumar preocupaciones vanas al retozo complaciente y delicado. Nada mejor que estar livianos/as, no sólo de cuerpo sino también de alma, que es la que siempre susurra justo cuando la alegría nos inunda.

A partir de aquí, queridas amigas, el sí y el no es vuestro patrimonio, a sabiendas de que todo lo que es negado en la tierra nadie asegura que se consiga en el Paraíso –lugar del que no tenemos pruebas– ni en ninguna otra vida.
PD: ¡Era un chiste, Lani!

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