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Viernes, 7 de abril de 2006

MONDO FISHON

Volvió una noche

Y bueno, hay que decirlo: el hombre se cortó el pelo. Es que estaba cansado de tanto peinarse, alisarse, ponérselo detrás de las orejas, sacudirlo al viento. Un detalle de imagen imperdible, sobre todo porque parece ser el único cambio visible. Ok, no es el único. También es cierto que Marcelo Tinelli está en el 13, que el pase sacudió a la televisión argentina, que se hizo un enroque con la productora de Mario Pergolini y todo sigue tal cual los últimos ¿cinco? ¿ocho? ¿quince años? Todos esos movimientos para qué, para que todo siga como era entonces. Chistes de chongos contados por chongos que hablan de fútbol, se visten de mujer, se ríen de cualquiera que no quiera acostarse con Luciana Salazar o tildan de amargo/a a quien no puede sonreír cada vez que ellos se babean frente a una chica linda y de piernas largas. Ok, se puede apagar la tele, cambiar de canal o pagar tevé por cable. Pero no deja de dar un poco de bronquita que los muchachos se repartan los canales como en un tercer tiempo, que lo único nuevo sea el corte de pelo, que niños y niñas sean mostrados como animalitos graciosos, que el único canal del Estado tenga un único programa “de mujeres” titulado ¡Esa bendita costilla! consagrando la idea de que somos poco más que un hueso superfluo que por fuerza de costumbre se hizo de una subjetividad. Todas estas son cosas harto sabidas, pero esa exhibición de chongos arengados en tribuna –con cartelitos que, como en tiempo de descuento, decían cuánto faltaba para el sublime estreno– genera cierto resentimiento. Así, sin filtro, resentimiento liso y llano, saludable y dispuesto a derrumbarse en cuanto la pantalla cambie, un poquito al menos, un poquito más que el corte de pelo.

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