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Lunes, 27 de diciembre de 2004

FúTBOL › EL AÑO DEL FUTBOL: ALIENACION Y BALANCE

Paradojas de la pelota de entrecasa

Por Juan Jose Panno

El torneo que abre el año se llama Clausura. Y el que lo cierra, Apertura. O sea que en el fútbol local todo es posible.
Puede ocurrir que se consiga una medalla de oro –la primera en la historia de este deporte– y que aparezca en la consideración general como un título menor porque no se le ganó a nadie y porque no estaba Brasil, que había sido eliminado precisamente por Argentina en el Preolímpico.
También es posible que se perpetre la organización de dos superclásicos sin público visitante, un absurdo que no fue condenado con la fuerza que se merecía y que dejó plantado un antecedente nefasto.
En un medio abierto a toda clase de paradojas y contrasentidos puede pasar que mucha gente viva como un alivio el alejamiento de un técnico serio y honesto que consiguió extraordinarios resultados, pero que se cansó de las presiones.
Y del mismo modo puede ocurrir, como ocurrió, que algunos sientan como una frustración el alejamiento de ese mismo técnico a quien poco antes querían matar porque no había logrado el Mundial de Corea-Japón.
Puede pasar que los jugadores de River ganen un campeonato, lo cual no es nada sencillo, por cierto, pero se vean obligados a un festejo tenue y apagado porque los calendarios tuvieron el desatino de mezclar el torneo local con la eliminación de la Copa Libertadores a manos de Boca.
Puede darse que River supere a Boca en casi todos los partidos en los que están frente a frente (torneo de verano, campeonato local, Libertadores), pero que el que se sienta ganador del año sea Boca, porque se impuso por penales en la semifinal de la Copa.
Puede producirse un final de campeonato como el Apertura con explosivas mezclas de incentivación, público de dos equipos en la misma tribuna y barrabrava pegándoles a hinchas que festejan goles propios.
Todo es posible. Que los dirigentes de Boca descuiden a Bianchi y lo obliguen a irse; que se celebre un torneo menor como la final de un Mundial; que no se respeten trayectorias; que Racing pase como si nada de tremendas rachas negativas a una seguidilla de triunfos; que el campeón de un torneo increíble como fue el Apertura haya convertido 21 goles en 19 partidos; que bajen los índices de goles y suban los de expulsados, pero por la tele te sigan hablando del “apasionante torneo local”.
Todo es posible y, como además todo ocurre muy vertiginosamente, parece que nada queda. Pero no es cierto. Queda la esperanza de que el año que viene se valoren en su punto justo los éxitos y los derrotas sin segundas intenciones; queda la esperanza de un 2005 mejor.

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