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Lunes, 6 de junio de 2005

FúTBOL › EL TRIBUNAL DE DISCIPLINA AVANZA CONTRA LA REFORMA CASTRILLI

Por qué la AFA devuelve los puntos

Un Tribunal de Alzada, que casi siempre ratificaba los fallos del Tribunal de Disciplina que implicaban una quita de puntos, comenzó a devolvérselos a todos los clubes que apelaban, haciendo caer los severos castigos que había impulsado el ex árbitro, ahora funcionario. Cómo influyen las presiones del gremio de los futbolistas.

 Por Gustavo Veiga

Cuando lo ilícito se vuelve natural, cuando los reglamentos son letra muerta, cuando la policía es cómplice de las barras bravas, cuando los dirigentes no dan el ejemplo, cuando los jugadores exacerban los ánimos y los medios se regodean de tanta miseria, a la violencia no hay con qué darle. Los últimos hechos que afectaron al fútbol, con epicentro en la cancha de Chacarita, lo prueban. Un comisario sería desplazado de su cargo por dejar el estadio de San Martín liberado a la agresión y la rapiña, la AFA fomenta la devolución de puntos que había decidido quitar en septiembre del 2003, en el Tribunal de Disciplina avanza el criterio de que la reforma de Javier Castrilli no sirvió para nada y los incorregibles Luis Barrionuevo y Armando Capriotti, estigmatizados como si fueran los únicos responsables, hablan de conspiraciones políticas para salvar el pellejo. “Vivimos revolcados en un merengue, y en un mismo lodo todos manoseados”, escribió Discépolo. A 70 años de la creación de Cambalache, se puede afirmar que el tango tiene razón.
El 15 de septiembre de 2003, la AFA introdujo en su reglamento de Transgresiones y Penas un párrafo adicional al artículo 80: “... si se impidiere la iniciación del encuentro o su prosecución, se aplicará al/los club/es responsables una deducción de 9 a 30 puntos acreditados que sean las responsabilidades pertinentes, pudiendo decidirse la pérdida de la categoría o, incluso, la desafiliación por el término de un año con pérdida de la categoría”.
Los episodios que ocurrieron el sábado 28 de mayo en San Martín encuadran en esa norma sin necesidad de relecturas. Sin embargo, la modificación reglamentaria que llevó a la AFA a quitar 9 puntos o más, tras una batalla campal entre las barras de Boca y Chacarita el 31 de agosto de 2003, ha ido a parar al tacho de basura. Por, al menos, dos razones. Una es la que esgrimen quienes conocen hace décadas a Julio Grondona. Y la sintetizan así: “Cuando Julio aceptó bajo presión aumentar las penas, ya estaba pensando la jugada que haría más adelante”.
En consecuencia, un Tribunal de Alzada, que hasta el año pasado ratificaba casi siempre los fallos del otro Tribunal (el de Disciplina) que implicaban una quita de puntos, comenzó a devolvérselos a todos los clubes que apelaban. Sus miembros, los doctores Héctor Luis Latorraga (presidente), Daniel Mario Rudi y Luis María Mancini, mudaron de pensamiento e hicieron caer, uno tras otro, los severos castigos que había impulsado Castrilli, con la venia del entonces ministro de Justicia Gustavo Beliz, de quien dependía.
No obstante, los tiempos políticos cambiaron y ahora el ministro del Interior, Aníbal Fernández, define el trazo grueso de la línea de intervención que lleva adelante Castrilli y no ve con buenos ojos que los puntos se pierdan afuera de la cancha. Esta idea está en sintonía con lo que siempre sostuvo Grondona, más allá de las concesiones que hizo, por lo cual la reforma del 2003 no se le aplicaría a Chacarita, pese a los graves incidentes que se vivieron en su estadio.
Por lo pronto, el fallo saldrá demorado –aún no le dieron vista al club para que haga su descargo– y es probable que la sanción más dura provenga del Coprosede, el organismo que controla la seguridad de los partidos en el territorio bonaerense. El próximo sábado, en la última fecha del torneo de la B Nacional, el equipo de San Martín debería mudarse a La Plata para jugar como local ante Racing de Córdoba en el estadio único.

Perdonar es divino

En un fallo del 31 de marzo de este año, le devolvieron 9 puntos a Estudiantes de Buenos Aires por incidentes en un partido de la Primera B contra Almirante Brown, disputado el 19 de diciembre de 2004. Entre las pruebas que tuvo en cuenta, el Tribunal de Apelaciones de la AFA citó que “el público partidario no amenazó ni agredió a los árbitros o jugadores, no invadió la cancha, no arrojó proyectiles al campo de juego, no despojó de los equipos a los deportistas y no tuvo el propósito de obtener ventajas en la competencia...”.
Ahora bien, ¿qué argumentos podría dar este organismo si tuviera que tratar una hipotética apelación de Chacarita después del bochorno en el partido con la CAI de Comodoro Rivadavia? ¿Devolvería puntos? ¿Haría proseguir el encuentro tras los robos, amenazas y agresiones que sufrieron jugadores de los dos equipos durante una descontrolada invasión de cancha? La dualidad de la AFA convirtió en una caricatura a los dos tribunales que se encargan de aplicar, con diferente criterio, el artículo 80º. Argumentos del tipo “se preservan las formas” o “así actúan las instituciones democráticas” pueden ser atendibles, pero el mensaje que se les da a los violentos es “adelante, hagan lo que quieran. Los puntos que yo te quito, cuando la tormenta pase, te los devuelvo”.
Y los puntos comenzaron a restituirse, con efecto dominó incluido. Nueva Chicago, Los Andes, Argentino de Merlo y Defensores Unidos, cada uno de ellos representante de cada una de las cuatro categorías del ascenso, recuperaron lo perdido tras acudir al Tribunal de Apelaciones, luego de distintos incidentes. Por eso, uno de los doce integrantes del otro Tribunal, el de Disciplina, que además es juez de profesión, le confió a Líbero: “La reforma de Castrilli no sirvió para nada”.
También agregó que la realidad está determinada por otros elementos, como “la fuerte presión de los jugadores y de su gremio, porque para ellos tiene consecuencias muy graves la pérdida de puntos. Se van al descenso, pierden dinero, la obra social, en fin, tienen un montón de problemas. Pero, además, hay que adiestrar mejor a los árbitros de la B y la C, y devolverle a la AFA la potestad de clausurar estadios”.

Amenazar es costumbre

Como fuere, el ejercicio casi ritual de asistir a un partido continuará siendo por muchos años una actividad riesgosa para la mayoría pacífica que puebla las canchas. Incluso para aquellos que son altos dirigentes y pueden disfrutar de la comodidad de un palco. El presidente de River, José María Aguilar, denunció el viernes pasado en Radio La Red que no concurrió al estadio de Banfield porque había recibido amenazas para que no fuera al partido por la Copa Libertadores.
No se perdió nada. O sí. La penosa obra teatral que protagonizaron varios jugadores, con Antonio Barijho y Eduardo Tuzzio como actores principales, la patada de kung-fu que le dispensó Damián Giménez a Javier Mascherano a la altura del pecho, y otras lindezas por el estilo. Porque no sólo el fútbol del ascenso vive jaqueado por la violencia de adentro y de afuera. También hay un fútbol de Primera, televisado, que tiene vicios repudiables y al que, por lo general, los tribunales no lo juzgan con la misma vara.
Basta mirar los boletines donde constan las sanciones que se aplican cada semana.

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Los incidentes en el partido Chacarita-CAI pueden costarle el puesto al comisario.
 
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