Lunes, 25 de febrero de 2008 | Hoy
FúTBOL › LE GANO CLARAMENTE A UN SAN LORENZO DECADENTE, PERO SIN DEJAR LA MEJOR IMAGEN
Falcao y Abelairas marcaron la diferencia en la red ante un equipo que perdió hasta el temperamento. Al conjunto de Simeone le faltó más dinámica y una buena cuota del juego que predica su entrenador. La victoria le alcanzó para sostenerse como escolta del Clausura, a dos puntos de los líderes, Estudiantes y Vélez.
Por Daniel Guiñazú
Podría haberse jugado toda la semana sin que la victoria de River corriese ningún tipo de riesgo. Tal fue la inoperancia de este San Lorenzo en caída libre que parece vaciado de todo aquello que define a un equipo con aspiraciones. Pero incurriría en un error quien suponga que, con el 2 a 0, Simeone ya llegó al estilo y al funcionamiento deseados. Nada más alejado de lo cierto. River apenas si mostró cierta soltura en el lapso que fue entre el gol de cabeza de Falcao a los 27 minutos del primer tiempo y el de Abelairas, a los 17 de la etapa final. Antes fue una expresión híbrida e inexpresiva, sólo capaz de contagiar indiferencias. Después se dedicó a hacer correr la pelota y a economizar energías de cara al partido del miércoles por la Copa ante América de México.
La tibieza de San Lorenzo obliga a ser cauto a la hora de analizar a River. El equipo de Ramón Díaz nunca le complicó la vida, ni un minuto. Y entonces la defensa aparentó una solidez que habrá que ver si es definitiva o no, el medio juego tuvo quite y presencia con Ahumada, y salida por los costados con Augusto Fernández y Abelairas como nunca antes; y adelante, Falcao esbozó una recuperación en la misma medida en que Abreu decepcionó hasta forzar su reemplazo por el chileno Alexis Sánchez. Faltó más juego en River, más dinámica, más de la verticalidad que tanto le encanta a Simeone. Faltó que Ortega estuviera más encendido. Sólo Alexis Sánchez despertó las tribunas del Monumental con los fuegos de artificio de su habilidad. Pero hasta ese lujo pudo darse River. Ganó haciendo lo indispensable porque enfrente tuvo la nada multiplicada por once y pintada de azulgrana.
No es casual que a San Lorenzo le vaya como le va. Lleva cinco partidos consecutivos –tres por el Clausura y dos por la Copa– sin hacer goles porque su déficit de creación de juego resulta pavoroso. No hay nadie que le arrime una pelota clara al ataque. Del medio en adelante, a nadie se le cae una idea. Y ni siquiera en la zurda de D’Alessandro parece estar la solución. Ayer, Ramón Díaz lo puso como volante por la izquierda, lejos de Bergessio y Silvera. Y duró apenas 23 minutos en la cancha: una dura entrada de Ahumada en el arranque lo sacó del partido por Aureliano Torres. Pero en ese corto rato no aclaró nada y enredó todo. El resto del equipo tampoco se hizo cargo de la situación. No hubo nadie con los recursos suficientes como para modificar un estado de cosas que demasiado pronto les resultó inmodificable.
Hasta Ramón Díaz dio la impresión de tener sus reflejos enmohecidos. En desventaja 0-1, debió haber incluido a Romeo por Menseguez o Hirsig no más allá del comienzo del segundo tiempo, para reforzar un ataque voluntarioso pero famélico. Lo hizo recién a los 18 minutos, cuando el marcador ya estaba 2 a 0 y la remontada era imposible. Su única respuesta al segundo gol de River fue cambiar a Tula por Adrián González. Parado fuera del banco a lo largo de toda la tarde, Ramón Díaz trató de hallar soluciones a un equipo que parece haber extraviado su brújula. No lo consiguió y deberá meter mucha mano para recuperar el terreno perdido en los dos frentes. El declive futbolístico ya abarca lo temperamental.
A este San Lorenzo, tan alejado de aquel que imaginaron sus hinchas, sus jugadores y sus poderosos inversores, River lo pasó casi sin despeinarse. Pero la emoción todavía está ausente. El equipo que prometió Simeone sigue en lista de espera.
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