Hubo que esperar hasta los últimos cinco minutos para que el clásico entre Independiente y Racing dejara una mínima huella de emoción. A los 85 minutos, Rodrigo De Paul dejó corto un pase a Grimi, Emiliano Rigoni emprendió una carrera larga y solitaria con toda la Academia parada en campo contrario, habilitó a Leandro Fernández y el remate corto del delantero adelantó a los Rojos en la ruta rumbo a la victoria.

El estadio Libertadores de América era un auténtica caldera celebrando el éxito inminente. Pero las bengalas se apagaron y las voces se callaron a un minuto del cierre: el paraguayo Oscar Romero enganchó sobre la derecha. lanzó un centro al medio del área de Independiente y Lisandro López, con una chilena formidable, anotó el 1-1 y le cambió el humor a miles de hinchas rojos que se fueron a sus casas mascando una bronca sorda y amarga.

Los dos goles fueron, casi, lo único verdaderamente rescatable. Porque el resto del juego se diluyó en la intrascendencia. Fue tanto el miedo a perder, tan exagerado el respeto que se tuvieron, tan pocos los riesgos que se asumieron, que el clásico de Avellaneda defraudó por los cuatro costados. No supo Independiente, al que su técnico Mauricio Pellegrino sigue sin encontrarle una idea de juego nítida. Y no quiso Racing, al que su entrenador Facundo Sava lo armó tan solo para no perder y estuvo a un minuto de irse con las manos vacías.

Uno y otro traslucieron que el presente no es lo mejor que les sucede. Pellegrino cambió su dibujo tras la derrota de la semana ante Central. Y del 4-2-3-1 pasó a un 4-4-2 con Jesús Méndez y Martín Benítez por los costados, el uruguayo Rodríguez Berrini como volante de marca y Leandro Fernández acompañándolo arriba a Denis. De poco sirvieron todas esas movidas. Porque Independiente manejó más la pelota. Pero su juego estuvo trabado, espeso, sin demasiado ingenio. La idea fue hacer el 2-1 por las bandas con los laterales y los volantes de cada lado y luego, meter la pelota en el área racinguista. Pero no hubo forma de poder plasmarla en los hechos. Las dos líneas de cuatro que Sava paró en su campo le cerraron los espacios y sólo de a ratos, Ortiz se soltó vacío para quebrar el denso agrupamiento. En el segundo tiempo entraron Vera, Aquino y Rigoni. Y hubo algunas buenas intenciones de no tirar pelotazos y entrar tocando por el medio, no más que eso. El gol de Leandro Fernández pareció consagrar cierta justicia en el desarrollo. El golazo de chilena de Lisandro López dejó en el paladar de los rojos un sabor demasiado parecido al de una derrota.

Racing se fue con la sensación de haber cumplido el objetivo de mínima que Sava se trazó cuando tras el 0-5 del miércoles en Rosario paró un 4-4-1-1, que fue todo un mensaje de precaución. La idea era no perder. Y no perdió, aunque echó mano a un fútbol de vuelo bajo y de ambiciones demasiado recortadas. Sus dos líneas de cuatro bien afirmadas en su campo,los volantes muy aferrados a sus posiciones (Gastón Díaz y Acuña rara vez se soltaron por los costados) y el desamparo al que fueron librados Romero y Diego Milito (luego Lisandro López) fueron la fotografía de un esquema amarrete. La Academia jugó contenida casi todo el partido. Y sólo aflojó un poco sus precauciones en los veinte minutos finales, pero sin derrochar audacia. El 0-1 castigaba su mezquindad. El 1-1 final le dejó a Racing el módico consuelo de haberle estropeado la fiesta a su rival de toda la vida. Y punto. Sacó un resultado. En el juego, la deuda quedó sin saldar.

Estadio: Independiente.

Arbitro: Diego Abal.

Goles: 85m L. Fernández (I) y 89m L. López (R)

Cambios: 50m L. López (6) por Milito (R), 55m Vera (5) por Denis (I), 61m De Paul por G, Díaz (R), 72m Aquino por Benítez (I), 80m Rigoni por Ortiz (I) y 87m R. Martínez por Pillud (R).