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Lunes, 7 de enero de 2013

CONTRATAPA › EL EX CICLISTA LANCE ARMSTRONG Y UNA DECISIóN QUE SE ESPERA

La confesión

 Por Daniel García Marco

El ex ciclista estadounidense Lance Armstrong reflexiona en Hawai si tras años de construir un muro sin fisuras ahora lo destruye confesando que se dopó. Si se confirma la confesión de la que el viernes informó The New York Times (NYT), Armstrong podría ver mitigada su sanción de por vida y evitar una posible pena de cárcel por perjurio. Para ello deberá negociar, y ya lo ha hecho, según el rotativo neoyorquino.

De producirse un acto que sería de los más recordados en el mundo del deporte, no sólo Armstrong conseguiría una recompensa. La confesión conviene a todos, empezando por el propio acusado.

Una de las cosas que más asustan al estadounidense es una posible pena de cárcel como la de la ex atleta Marion Jones, quíntuple campeona olímpica, quien también tuvo que admitir finalmente que se dopó. Se la acusó de perjurio por haber mentido a autoridades federales y pasó por prisión, una imagen que el ex ciclista de 41 años desea evitar a toda costa. Armstrong también dijo bajo juramento que no se dopó.

En su cuenta de Twitter, Armstrong publicó ayer una imagen en la que se lo ve en bicicleta, su pasión, en Hawai. Ni una palabra sobre la confesión, que precisamente podría permitirle competir en carreras ciclistas, de triatlón o atletismo, para las que la Agencia Antidoping de EE.UU. (Usada) también lo vetó.

La vergüenza y el daño a su imagen quedarían así algo mitigados, aunque por otra parte vería aumentado el número de demandas para que devolviera el dinero, como las que ya presentaron una aseguradora, que le pide que devuelva el dinero que recibió como premio por ganar sus Tours de France, y el periódico británico The Sunday Times, que le reclama el medio millón de dólares que le pagó tras una denuncia por injurias.

Otro de los beneficiados con una eventual confesión sería la Usada. Travis Tygart, su jefe ejecutivo, ha sido el gran enemigo de Armstrong, pero parece que ambos han dejado atrás sus diferencias. “Representantes de Armstrong se pusieron en contacto con Tygart el mes pasado para concertar una cita. El objetivo es saber si una confesión mitigaría la sanción de por vida de Armstrong en deportes olímpicos”, afirma The New York Times.

Tygart, el hombre que desde dentro del país destruyó el sueño americano que había protagonizado el ex ciclista, se vería respaldado y concedería una eventual medida de gracia si Armstrong da detalles de lo que la Usada definió como el “programa de doping más sofisticado, profesionalizado y exitoso que se haya visto jamás en el deporte”.

En las mil páginas de evidencias que condenaron a Armstrong, la Usada reconoce que “no actuó solo”, y la confesión podría llevar a que se pudiera desentrañar todo el sistema que el estadounidense lideraba. El éxito para Tygart sería incuestionable.

Una admisión de culpas también sería necesaria para una refundación del ciclismo. Si Armstrong se desmorona, otros ciclistas podrían hacerlo también y así llevar a cabo el proceso de “verdad y reconciliación” que haga comenzar de cero a un deporte continuamente golpeado por las sospechas desde hace dos décadas.

“Casi tenemos que destruirlo para poder salvarlo”, dijo al NYT el ex corredor Jonathan Vaughter, ex compañero de Armstrong. Además, el estadounidense podría dar detalles de cómo eludía los controles –nunca dio positivo– y se destaparía si, como algunos sospechan, contaba con la connivencia de la Unión Ciclista Internacional (UCI). Pat McQuaid, su presidente, se aferra al puesto pese a las continuas voces de regeneración.

Por último, una confesión sería dolorosa, pero en cierta forma beneficiosa para los fanáticos. Quienes siguen a Armstrong aun a ciegas verían desmoronarse todo en lo que creyeron y hasta los que lo tomaban como inspiración, como ejemplo de superación por su lucha contra el cáncer, se sentirían decepcionados. Pero la admisión es un camino hacia el perdón, como ya hicieron Marion Jones con el doping y hasta Tiger Woods por sus aventuras extramatrimoniales.

“Debería ponerse delante de los micrófonos y cámaras que usó para retar a los que dudaban de su honestidad y decirle al mundo lo que hizo. Y luego debería pedirnos perdón. Estoy seguro de que yo y todos los tontos que creímos en él lo merecemos”, le pidió el periodista y escritor de la revista The New Yorker, Michael Specter, quien en 2002 escribió un recordado perfil laudatorio del ciclista del que ahora reniega.

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